Real Madrid, último campeón de la Euroliga, mostraba su supremacía en el derby español ante Barcelona por la 12° jornada del certamen continental edición 2018/2019. El equipo de la capital se imponía con comodidad 50-30 y se esfumaba el segundo cuarto. Un lanzamiento errático a falta de 4,5 segundos impidió que los catalanes achicaran la distancia, pero dio lugar a la magia: el caboverdiano Walter Tavares cacheteó la pelota en el rebote y la misma derivó en un enorme Facundo Campazzo, que sin dudar se animó a hacerla volar 26 metros. Triplazo junto a la chicharra y delirio del cordobés, de sus compañeros y de las casi 12.000 personas que llenaban el Palacio de los Deportes de Madrid. Manu Ginóbili, Juan Mónaco, Gabriela Sabatini y Paulo Dybala, entre otros deportistas, también alucinaron con el bombazo en sus redes sociales.
Esa jugada magistral pinta de cuerpo entero a este enorme jugador, de 1,79 metro de estatura. No porque la pelota haya entrado en el aro, sino por la audacia que evidenció y que es una constante a lo largo de su carrera. Tal como viene exhibiendo desde el 10 de octubre de 2008, cuando Sergio Hernández lo hizo debutar con la camiseta de Peñarol de Mar del Plata a los 17 años. Con esa institución hizo historia al integrar el primer plantel tricampeón de la Liga Nacional de Básquet e incluso tuvo tiempo de sumar cinco títulos más.
Esa aceleración para comandar los ataques, esa actitud ganadora para liderar el equipo, esa precisión en sus lanzamientos e incluso el atrevimiento para penetrar en terreno de gigantes –atributos que mantiene vigente y que incluso parece acrecentar cada temporada– lo llevaron a ser contratado por Real Madrid en agosto de 2014. Tras un año de adaptación en la Casa Blanca se fue a préstamo al Murcia, donde recuperó sensaciones, se reencontró con su mejor versión tras dos temporadas y a mediados de 2017 volvió al Merengue. Ya no como un jugador con vistoso y con proyección, sino como uno de los mejores bases de la Liga Endesa.
Siguiendo una grata costumbre de su carrera y exhibiendo un nivel muy alto –más allá de la lesión condral en la rodilla izquierda que lo marginó un mes– este año fue campeón de la Liga ACB y de la Euroliga. Esas conquistas lo llevaron a firmar una renovación por tres años y lo posicionaron, una vez más, como un jugador de elite con posible destino NBA. Sin embargo, él no pierde la cabeza.
“No quiero obsesionarme con eso. Si mi techo me da para jugar NBA, bienvenido sea. Pero si mi techo da para jugar en el mejor equipo del mundo (FIBA), como es Real Madrid, voy a intentar ser mi mejor versión en ese sentido y en ese lugar”, le respondió a Páginai12 hace cinco meses en un campus de básquet que dio en Olivos para 60 jóvenes.
En el seleccionado argentino también fue una piedra angular del equipo que logró la clasificación a la Copa Mundial de la FIBA 2019 que se hará en China. Si bien participó en cuatro de los ocho encuentros que disputó el elenco comandado por Sergio Hernández –porque su equipo no lo cedió en dos ventanas– su calidad y sus aportes fueron un complemento importante para Luis Scola, capitán y sobreviviente de la Generación Dorada. Además, siempre que estuvo en la cancha el equipo se llevó la victoria. Como en el gran triunfo ante México, 78-74 en tierras aztecas, con 26 puntos, 8 asistencias y 5 robos.
Con 27 años es uno de los referentes de la Albiceleste y uno de los jugadores que mantienen vigente el sueño de reeditar otra generación gloriosa. Por todo esto no sorprendió que el estratega se adueñara por tercera vez consecutiva del Olimpia de Plata en su disciplina.