Este es un libro inclasificable en muchos sentidos. Tal vez el primero sea la conciencia que tienen sus autores de la variedad de lectores a quienes se dirigen. Por un lado, es un libro académico o de divulgación con todas las características del género, excepto, tal vez, las notas al pie: tiene un tema de estudio (la forma en que Europa entendió y representó a los elefantes en todo el mundo), fuentes claramente establecidas, una explicación cuidadosa de cada uno de sus postulados, una preocupación constante por las fechas históricas. Sin embargo, los autores saben que el libro da lecturas desde lugares totalmente distintos al de la academia. Por eso: hay fragmentos marcados en tipografía grisada que indican los pasajes particularmente aptos para adolescentes. Ese es un gesto nada frecuente en este tipo de libros, un recurso eficaz que acepta, aplaude incluso, lecturas transversales que admiten actitudes como la de saltear fragmentos enteros, con lo cual se deja de lado la idea de que un trabajo de este tipo debe leerse de la primera página a la última.
El prólogo es largo y muy necesario, ya que describe el propósito del estudio y también la forma en que ese único propósito (estudiar la historia de las imágenes, sentidos y representaciones de los “elefantes” en Europa) implica una red casi infinita de consideraciones, conceptos y relatos. Este rastreo del universo cultural ligado a una única palabra que se extendió por todo el globo toca indefectiblemente ideas generales sobre la vida, por ejemplo, las que se refieren a la relación seres humanos/animales. José Emilio Burucúa, historiador del arte y Nicolás Kwiatkowski, doctor en historia, desarrollan en pocas páginas (tal vez se hubieran necesitado más) la enorme distancia entre las ideas europeas y las del resto del mundo al respecto y exploran las razones: por ejemplo, la influencia de la Biblia, que considera al “hombre” elegido de Dios y dueño del planeta. También afirman que actualmente ese concepto empezó a cambiar porque se constató el daño inmenso que está causando la humanidad al mundo natural. Además de esas consideraciones filosóficas, hay explicaciones naturales y fragmentos narrativos. Tanto aquí como en el resto del libro, esos fragmentos son impresionantes, sobre todo cuando ejemplifican la infinita crueldad ejercida por nuestra especie contra todos los animales, incluyendo a los elefantes. Así, los momentos narrativos son un aspecto esencial del libro, que podría seguirse de capítulo en capítulo y que tal vez también hubiera podido separarse con un color propio para guiar a un grupo distinto de lectores.
En los siete capítulos centrales, el libro despliega una historia de las representaciones tanto gráficas (se reproducen y estudian imágenes bellísimas) como conceptuales y míticas del elefante. Es la historia de la expansión cultural de la imagen de un animal exótico en las sociedades europeas y de su peso simbólico, práctico y económico a lo largo de los siglos. Los siete capítulos centrales abordan al elefante como máquina de guerra, como espectáculo, en la Antigüedad Clásica, en la Edad Media, en el Renacimiento, en los viajes de la expansión europea a partir del siglo xvi y finalmente a partir de la Ilustración. Excepto cuando se considera la historia natural, el centro de ese periplo es siempre Europa y los ojos de los viajeros europeos. En ese sentido, la geografía del libro es especialmente compleja: Europa recibe la invasión cultural de la figura del elefante; pero es Europa la que va hacia los elefantes en Asia y África y la que los lleva a otros confines del planeta. Solamente al final del libro, en un apéndice, examinan los autores las representaciones y significados del elefante para los habitantes de la India, uno de sus lugares de origen. África está mucho menos presente: aparece solo en los viajes, sobre todo en el capítulo vi y, brevemente, en las conclusiones.
Entre muchos puntos interesantes y bien desarrollados, llama la atención el notable fragmento dedicado a la forma en que estos animales aparecen como parte de los mapas europeos, incluyendo el primer mapamundi de Mercator, estudiado también por otros autores. Los mapas, se sabe, fueron representaciones del impulso imperial europeo por conquistar el mundo interpretándolo, imponiéndole sentidos, una forma de apropiarse de él a través del estudio y la ciencia europeos. Las figuras de los elefantes son parte de esa interpretación.
Las conclusiones, breves para un libro de esta extensión, llevan la historia al presente, en el que sobreviven algunas de las valencias semióticas del pasado. Por ejemplo, hoy los elefantes siguen representando la bondad, la inteligencia y la sociabilidad y se los considera excepcionales y muy cercanos a la humanidad por la inteligencia, la capacidad para resolver problemas y la complejidad de sus sociedades. Tal vez sea esa excepcionalidad la que explica que, en el Tesoro de Covarrubias, se dedique a la palabra “elefante” el artículo más extenso de todos, hecho que llevó a los autores a comenzar este estudio, como se explica en las Palabras Preliminares.
Las conclusiones abren también la puerta a conceptos africanos sobre los elefantes en mitos e historias que borran la “frontera” que levanta Occidente entre los seres humanos y los animales. Esa mirada promueve la idea del parentesco y la igualdad entre nosotros y la naturaleza. Los autores cierran el libro (excepto el apéndice de la India) con esa propuesta. Para sostener la idea, cuentan ejemplos de actitudes que unen a humanos y elefantes: citan estudios en los que se afirma que, frente a la destrucción de sus comunidades por la caza furtiva, los elefantes africanos reaccionan con violencia inusitada, como los adolescentes traumados por la pérdida de los padres o la guerra en nuestras sociedades. La conciencia de muchos sobre esas semejanzas y sobre las malas consecuencias que traen las actividades humanas en el hábitat de la especie determina hoy la creación de refugios y programas de protección que muestran, en las páginas finales, un camino posible para nuestra especie, una posibilidad de “rehabilitación”. El último relato, en el que un pianista ofrece conciertos a los elefantes de un refugio es la representación de una salida posible a la encrucijada ecológica.
Así, Historia natural y mítica de los elefantes empieza como un estudio casi lingüístico pero tiende al infinito y abarca desde la ciencia a la pintura, desde la literatura a las memorias, desde la lingüística a la mitología, y en cuanto a tiempo, desde el pasado de la Antigüedad al presente y el futuro en una descripción excepcional de las formas en que se han contemplado e influenciado los elefantes y las culturas europeas a lo largo de los siglos.