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ARCO DE ORO, BAJO LA LEY DE LA CONCENTRACION
Una industria hecha batata

Sólo grandes compañías, por lo general transnacionales, se van quedando con el sector alimentario. Dulceros amargados.

 

Las pymes no encuentran lugar en las góndolas.
Problemas de escala y financieros hunden a los chicos.

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Por Claudio Zlotnik

t.gif (67 bytes) La concentración en el mercado de los alimentos va modificando el mapa del negocio. Ya sea por falta de capacidad para adaptarse a las nuevas reglas de juego o por la deficiente administración de sus propietarios, las empresas más chicas son absorbidas por los grandes grupos. O se topan con vallas financieras para subsistir. En este último grupo se encuentra Arco de Oro, una compañía familiar productora de dulce de batata y membrillo que hace unos días se presentó en convocatoria de acreedores, ahogada por las deudas que enfrenta.
El caso de Arco de Oro es emblemático. En él pueden representarse todas aquellas empresas que debieron salir del circuito por falta de escala de producción. Sin los recursos necesarios para reconvertirse y poder competir con las más grandes, en los últimos cinco años se le fue achicando su participación en el mercado. Y tuvo que presentarse en convocatoria de acreedores. Ahora, con una deuda con el sistema financiero de 691.500 pesos, las familias Ferrari y Tuero –dueñas de la compañía– esperan pacientes a junio del ‘99, cuando deban sentarse frente a los acreedores a reprogramar los pasivos.
Durante esta década fueron numerosos los pases de mano en el sector alimentario. La gran mayoría lo fueron de compañías familiares que pasaron a ser manejadas por multinacionales. Terrabusi, Mayco-Capri y la planta de fideos Vizzolini fueron comprados por la norteamericana Nabisco, Bagley por la francesa Danone, Stani por la inglesa Cadbury, La Vascongada por la italiana Parmalat y los helados La Montevideana y Alimentos Especiales (jugos Tang) por la estadounidense Philip Morris. Los únicos dos grupos locales que participan del negocio son Socma (Macri) –que controla Canale y la fábrica de galletitas Tosti– y Arcor.
La concentración dejó expuestas a las empresas más chicas. Con los precios de los alimentos deprimiéndose en los últimos años, a las pymes les quedó poca escapatoria. O se reconvertían para bajar costos y producir a escala, o corrían el peligro de desaparecer. Hasta Molinos, una firma tradicional del sector, enfrenta serios problemas y ha sido puesta en venta, estando a punto de pasar a manos de una firma extranjera.
En el mercado de los dulces de batata y de membrillo –del que participa Arco de Oro– se nota en toda su intensidad este fenómeno. En un negocio que factura entre 30 y 35 millones de pesos anuales, dos empresas se dividen el 80 por ciento del mercado: Arcor y Esnaola, ambas de origen nacional. Mientras Esnaola saca ventaja en Capital, la empresa de la familia Pagani controla el interior del país. El resto está atomizado entre compañías regionales, que tratan de subsistir en mercados estrechos.
De los 40 millones de kilos de dulces sólidos que se consumen anualmente en la Argentina, el 60 por ciento corresponde al dulce de batata, y el resto al membrillo. Este nivel de consumo es histórico. “Es muy estable. Esta clase de dulces son muy commodities”, indicó a Página/12 Rubén Fabrisi, gerente de la división de alimentos de Arcor. El 12 por ciento de la facturación de la división alimenticia de esta empresa proviene de los dulces, unos 16 millones de pesos.
En cambio, de principios de los ‘90 a esta parte se verificó una constante caída en los precios. Sólo en los últimos dos años, el valor de los dulces cayó entre 20 y 25 por ciento. Hoy llega a los supermercados a 1,70 peso por kilo, en promedio. “Este nicho no escapa a las vicisitudes de la industria alimenticia en general. Y buena parte de la responsabilidad de que esto se haya dado la tienen los supermercados. Son ellos los que van imponiendo el ritmo de los precios”, señaló Fabrisi. Justamente, el hecho de que las empresas más chicas terminen en manos de los grandes, o incluso lleguen a desaparecer, se debe a su imposibilidad de competir con los gigantes de la industria en la llegada a los supermercados. “Las cadenas nos exigen cada vez más cosas para exhibirnos ahí. Desde precios más bajos a alquilar determinados espacios en lasgóndolas. Los compañías más pequeñas no pueden hacer frente a esto. No tienen fondos suficientes. Y, con la caída de precios, terminan asfixiadas”, completó el directivo. En ese sentido, Arco de Oro, una pyme de San Pedro que también abastece en la Capital, es el último ejemplo de lo que está sucediendo en el sector alimenticio.

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