Por Adriana Meyer
El Tigre Acosta
está preso en Campo de Mayo. Después de pasar los últimos quince días prófugo,
exactamente desde que Página/12 lo descubrió en Pinamar, ayer a la mañana se presentó
en el edificio Libertad, sede de la Armada después de pactar su entrega con la Marina .
El juez Adolfo Bagnasco lo había citado como imputado en la causa que investiga la
sistemática sustracción de los hijos de los desaparecidos durante la dictadura. Quien
fuera el señor de la vida y la muerte de los detenidos de la Escuela de Mecánica de la
Armada hizo su descargo durante dos horas en el juzgado. Reconoció que en ese centro
clandestino hubo nacimientos, pero aseguró que esos niños fueron devueltos a sus
familias y que si se hizo otra cosa, fue coordinado por los superiores. Hoy a
las 10 el juez y el fiscal Eduardo Freiler comenzarán a interrogarlo.
Acosta había argumentado que no pudo acudir a la citación de la Justicia porque el
escrache que le hizo el periodista de este diario Miguel Bonasso le afectó la
salud y el médico le ordenó que hiciera reposo durante quince días. En ese período
dice que estuvo en Mar de Ajó, pero este diario pudo saber que mantuvo contactos con la
Armada y que esa fuerza trató su situación con el gobierno.
La jornada de ayer fue eterna para el represor más feroz de la ESMA. A las siete de la
mañana el jefe de guardia del edificio Libertad, que ignoraba las conversaciones, se
quedó con la boca abierta. Llamó al subjefe de la Armada, Alvar Rodríguez, y le avisó
que se Acosta se había entregado. A las nueve lo fue a buscar el comisario Oscar Pricolo,
jefe de Seguridad de Estado de la Policía Federal, para trasladarlo al Departamento
Central, donde cumplió trámites que incluyeron la toma de sus huellas digitales.
Por la tarde tuvo que cambiar el Falcon verde por uno azul que lo llevó hasta los
Tribunales Federales de Retiro. Allí no había vallas y la reja estaba abierta. Acosta
ingresó, extrañamente si se lo compara con la llegada de Emilio Massera, por la puerta
principal. En los primeros cinco escalones el Tigre empezó a tropezarse y
cayó junto a todos los periodistas. Se escucharon gritos y volaron teléfonos celulares y
micrófonos. La cara del torturador fue a dar contra la lente de una de las cámaras de
televisión. Más tarde se quejaría ante el juez por el ataque sufrido.
Acosta no contestó ninguna pregunta. Se quedó mudo, escondiendo la cabeza.
Una vez adentro del edificio intentó evadir a otro grupo de cronistas. Los policías que
lo conducían tiraron de sus brazos y pudo verse que no llevaba esposas, pero al ingresar
al juzgado tenía las manos cubriendo sus muñecas, como si intentara ocultarlas. Vestía
un saco azul, camisa a cuadros, tenía la mirada fija y los ojos enrojecidos. Eran las
tres de la tarde y el represor enseguida manifestó que se sentía mal. Según fuentes
judiciales, sufrió un pico de hipertensión. Un médico de Gendarmería lo autorizó a
tomar un medicamento que él mismo traía. Acosta esperó en la pequeña sala de
audiencias del juzgado. Hubo que aguardar dos horas para que se repusiera y comenzara a
hablar.
Un participante de la audiencia dijo a Página/12 que tuvo delante de sí a la misma
persona que se había imaginado por los relatos de las personas torturadas por él, que
declararon en la causa. Según este funcionario judicial, Acosta demostró un profundo
conocimiento del funcionamiento del Grupo de Tareas 3.3.2 de la ESMA y una muy buena
memoria para recordar los detalles de los hechos. Estaba tranquilo, pero verborrágico. El
torturador aclaró que no mantuvo con los enemigos una lucha frontal sino que
el objetivo era recuperarlos tratando de destruir sus organizaciones, pero
reconoció que no toda la Marina estaba de acuerdo con lo que hacían. Por momentos el
relato de Acosta sobre el accionar de los represores que estaban a su cargo rozaba el
absurdo, porque explicó que cuando hacían un operativo tocaban el timbre y pedían
permiso. Para ejemplificar que los hijos de las personas detenidas en la ESMA eran
devueltos a sus familiares mencionó los casos de Silvina Labayrú y de Ana María Martí,
y afirmó que a las embarazadas se les brindaban todas las comodidades que necesitaran.
Aseguró que si se hizo otra cosa fue coordinado por los superiores, y que era
el fallecido almirante Rubén Chamorro quien manejaba la ESMA. Dijo sentirse perseguido
por una campaña de odio montada por los sobrevivientes de la ESMA, que tendrían
influencia en las instituciones y en los medios. En ese marco mencionó a los periodistas
Miguel Bonasso y Juan Gasparini.
El juzgado quiso quedar ajeno a cualquier sospecha de pacto que lo involucrara. Un
funcionario se encargó de aclarar que si hubo tal pacto, se habría concretado fuera del
ámbito judicial.
A las 21 Acosta abandonó los Tribunales, mientras los militantes del CEPRODH (Centro de
Profesionales por los Derechos Humanos) le gritaban asesino. En la noche del
28 de diciembre la Armada había decidido darle de baja y a las pocas horas se entregó.
Anoche el Tigre volvió a dormir en una celda.
Bonasso lo dejó sordo
Por A.M.
Para la Justicia estaba prófugo, pero la
entrevista con (Miguel) Bonasso le afectó tanto que perdió la audición de un oído y se
le hinchó un ojo, por lo cual el médico le dijo que tenía que hacer reposo
absoluto, dijo el abogado Carlos Mazzucco, defensor del Tigre Acosta. El letrado
salió en mitad de la declaración y recordó que habían pedido una postergación de la
audiencia hasta hoy, y que en ese escrito el represor había manifestado su intención de
presentarse cuando se sintiera mejor. (Este diario había tenido acceso a esa
presentación que nada mencionaba al respecto). Hoy se sintió bien y por eso está
aquí, fue la simple explicación de Mazzucco del momento elegido por Acosta para
responder a la citación de Bagnasco. Cuando se le preguntó dónde vivió el represor
estos días, el abogado explicó sonriendo como si se tratara de un juego de
acertijo que no estuvo en Santiago del Estero, ni en Paraguay, ni es amigo de
(Alfredo) Stroessner, como dijeron ustedes. Consultado sobre la resolución de la
Armada de darle de baja, el letrado dijo desconocerla. |
UN VIDEO QUE FILMO ANTES DE ENTREGARSE
El cariño por los chicos
Por Luis Bruschtein
Sería
interesantísimo hablar de la verdad, pero sería una cacería, nadie quiere la
verdad, expresó un Tigre Acosta sobrio, en un video que filmó antes de entregarse
a la Justicia. Más astuto que sus jefes, el ex capitán de fragata Jorge Eduardo Acosta,
señor de la vida y la muerte en el campo clandestino de prisioneros que funcionó en la
ESMA, trató así de asumir la iniciativa en los medios. Sentado frente a una cámara casi
fija, dueño de la situación, como en las viejas épocas, habló de su cariño por
los chicos y pidió a la conducción de la Armada que desmienta que haya existido un
plan para la apropiación de los hijos de los secuestrados.
El hombre que tuvo a su cargo la eliminación física de más de cuatro mil prisioneros en
la ESMA, donde se secuestró y torturó de las maneras más horribles, no tiene aspecto de
forajido ni de salvaje. Tampoco muestra grandes luces de pensamiento. Esconde su historia
tras los rasgos comunes de un próspero señor de clase media. Y aseguró que sus
antecedentes de crueldad y sadismo, reconocidos por varios de sus camaradas que incluso le
temían, obedecen a una persecución en el plano político y jurídico orquestada
por los Montoneros.
El video que se difundió ayer a la tarde y que, según Telefé, fue distribuido por
allegados de Acosta, resultó ilustrativo de los años 70. O por lo menos de lo que
aparecía en los medios en aquellos años como el discurso bonachón de un poder que al
mismo tiempo sometía a la sociedad a una de sus épocas más oscuras de represión,
persecución, tortura y exterminio. También demostró que ese mecanismo hipócrita del
que se hicieron cómplices los medios ya no sirve para ocultar la verdad.
Cecilia Viñas nunca pasó por la ESMA, aseguró en forma terminante con
respecto a uno de los casos de apropiación de bebés. Afirmó también desconocer otros
dos de los casos que se investigan, porque es la primera vez que me entero.
Es imposible que las Fuerzas Armadas Argentinas tuvieran un plan sistemático para
el robo de bebés aseguró, es imposible... y en la ESMA, con el cariño que
tengo yo por los chicos...
Por el tiempo que ha pasado, no sé si habrá algún almirante u oficial superior
que haya participado en la guerra contra la subversión expresó con orgullo
contenido, así que no les podría pedir que hicieran una desmentida como una
experiencia personal. Sí les pido que desmientan como institución que la Armada ejecutó
un plan como el que se investiga. Contrito, aseveró que hasta hoy guardé
silencio por el respeto del ex combatiente y que se vio obligado a declarar. Alguien
a quien la cámara no enfocaba le aclaró que fue por las denuncias sobre apropiación de
niños y le pregunta qué haría si se encontrara con las denunciantes. Si me
encuentro con una de esas señoras respondió con cara de palo le diría que
lo siento mucho. Es probable que haya habido algún caso aclaró
porque las fuerzas armadas nos nutrimos del pueblo, donde hay gente buena y delincuentes,
y en sus filas hay de todo, como en la sociedad.
Hablan de la verdad, sería interesantísima la verdad, pero en este contexto sólo
serviría para iniciar una cacería contra nosotros, no quieren la verdad, nos quieren a
nosotros. Acosta debió declarar en otra causa que investiga el destino de los
desaparecidos, entre ellos, el del escritor Rodolfo Walsh. Saben que no tuve nada
que ver con Walsh continuó, yo no participaba en operativos, era oficial de
inteligencia, pero tienen la utopía o lo que sea de que estuve ahí. De todos modos
justificó lo que haya sucedido con Walsh, al señalar que era un subversivo de
primera. Un poco más enojado indicó que cuando nos acusan piden nuestros
legajos, pero nunca los de quienes nos acusan.
Explicó que como grupo de inteligencia nuestra tarea era la generación de agentes,
infiltrábamos al enemigo, y lo hicimos magistralmente, no deteníamos ni
matábamos. Como herido en su inocencia, recriminó a Miguel Bonasso: Usa
términos despectivos para calificar a gente de bien... habla del prisionero,
por el Pelado Diego.... En ese momento no pudo ocultaruna sonrisa sobradora y
apareció el colmillo del Tigre, el amo de la vida y la muerte: Allí todos hacían
lo mismo, señor Bonasso.
NEGOCIACIONES DE ACOSTA CON LA ARMADA Y QUEJAS AL GOBIERNO
Quiero garantía de que alguien se hará cargo
Por Laura Vales
En los 15 días que
estuvo prófugo, el capitán de fragata Jorge Eduardo Acosta negoció su entrega con
integrantes de la Armada. El emisario que acordó cómo y cuándo se haría el primer
contacto entre el prófugo y la Marina fue el capitán de fragata Enrique Peyón, su socio
y antiguo subordinado en la Escuela de Mécanica de la Armada. Una de las reuniones
clandestinas se realizó en un departamento del barrio de Palermo. Así lo confirmaron a
Página/12 dos fuentes independientes entre sí, ligadas al Gobierno y a las Fuerzas
Armadas. El planteo del ex represor derivó en una queja de los hombres de la Marina a
funcionarios del Ejecutivo, en la que manifestaron su malestar por una situación que
califican de descontrolada. El adjetivo se refiere al avance en las causas de
derechos humanos abiertas en la Capital Federal y La Plata.
Los contactos entre Acosta y sus superiores se iniciaron pocos días después de que el
jefe de Operaciones de la ESMA se fugara para evitar ser indagado por el juez federal
Adolfo Bagnasco, que investiga si existió un plan sistemático para la apropiación de
los hijos de desaparecidos. Mientras la Policía Federal, la Gendarmería, Prefectura
Naval y la Policía Aeronáutica decían buscarlo dentro y fuera del país, el Tigre
Acosta envió un ultimátum a través de Enrique Peyón: Cualquiera que sea la
acusación, yo era un subalterno que cumplía órdenes. Quiero garantías de que alguien
se va a hacer cargo de lo que pase, fue el mensaje. En los encuentros siguientes,
además de la apelación a la obediencia debida, Acosta y Peyón se quejaron a dúo por
los escraches impulsados por las organizaciones de derechos humanos. Precisamente después
de que los integrantes de HIJOS señalaran su departamento de Belgrano, el Tigre
desapareció del barrio para refugiarse en la costa hasta la noche en que Miguel Bonasso
lo descubrió cenando en Pinamar.
Aunque las fuentes consultadas dijeron que los interlocutores de Acosta no le dieron
ningún tipo de garantías, sí confirmaron que existió una reunión informal entre
marinos y funcionarios de Gobierno. Los uniformados, explicó, sienten que las causas por
los derechos humanos se les fueron de las manos al Gobierno. Les molesta el
revisionismo (sic) que se está haciendo de lo sucedido en la ESMA y en el Primer
Cuerpo de Ejército. También hay inquietud por la información que está surgiendo
en las audiencias públicas del juicio por la verdad que impulsa la Cámara Federal de La
Plata, que dejó al descubierto delitos no juzgados hasta hoy.
Acosta decidió entregarse en la madrugada del lunes, cuando se enteró que el Jefe del
Estado Mayor de la Armada, el almirante Carlos Marrón, había resuelto darlo de baja, con
una resolución que no lleva la firma del presidente Carlos Menem. Ante la consulta de
Página/12, fuentes oficiales de la Marina negaron que los encuentros clandestinos hayan
existido y aseguraron que no habrá marcha atrás con la baja de Acosta. Cuando un
juez declara en rebeldía a un marino es irremediablemente dado de baja. La única
posibilidad de revertirlo sería que Bagnasco se desdijera. Mientras esto no se
produzca, aseguran, el Tigre seguirá fuera de la fuerza.
OPINION
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