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Nueva opción para los inversores
VADE RETRO DOLAR

Por Claudio Zlotnik

La aparición del euro abrirá las puertas a una nueva alternativa de inversión. A partir del primer día hábil de 1999, los ahorristas podrán colocar plazos fijos en la moneda que unirá a once países de Europa.

También podrán invertir en bonos emitidos en euros. Y se facilitará la compra de acciones de empresas europeas. Economistas consultados por Cash coincidieron en que el público tendrá una nueva opción para invertir, pero advirtieron que llevará tiempo para que el euro se gane la confianza del mercado.

“Para los inversores no habrá grandes cambios en el corto plazo. Sólo el paso del tiempo determinará el ingreso del euro en los portafolios de los inversores”, señaló Walter Kiceleff, economista del holandés ABN Amro Bank. No obstante, el especialista puso un ejemplo de cómo serán los negocios con el euro. “Hoy, si llega un ahorrista dispuesto a abrir un plazo fijo en florines holandeses nosotros lo aceptamos. Pero el trámite es complejo y no siempre termina seduciendo al inversor. En cambio, todo esto se simplificará con la aparición del euro. No tengo dudas en que, con el tiempo, ahorrar en euros será algo común.”

Antes que los plazos fijos, la posibilidad de inversión que estará inmediatamente al alcance del público serán los bonos nominados en euros, especulando con una revaluación respecto del dólar. En este sentido, el Gobierno ya dio el puntapié inicial al lanzar un bono en euro equivalente a 600 millones de dólares.

“Además, a las compañías les será más barato tomar deuda en euros que lo que les cuesta ahora endeudarse en algunas de las monedas de Europa ya que, en presencia de una moneda más estable y más líquida, el riesgo será menor”, añadió Kiceleff. Por lo pronto, se estima que el 9 por ciento de los bonos que se lancen este año en el mundo estarán nominados en euros, según el Instituto de Finanzas Internacionales. Por el contrario, los títulos en yenes son los que pierden terreno, en medio de la crisis asiática.

Una vez que el euro entre en vigencia también se hará más fácil y más barato acceder a las bolsas europeas. Una moneda unificada redundará en menores costos en las transacciones, dicen los economistas. Por otra parte, esas bolsas “se harán más atractivas para los inversores porque es muy posible que, con el euro, algunas compañías europeas con comercio exterior mejoren sus rentabilidades ante los costos más bajos que les demandará operar con una moneda común”, ensayó Hugo Dias Lourenço, de C&E Consultores.

Marcelo Romano, economista de la casa bursátil López León SA, se mostró cauto sobre las posibilidades de inversión que abrirá el euro. “Habrá que ver si convendrá operar con él. El euro no tiene historia y, por ahora, lo único que sabemos es que las economías europeas están peor que la norteamericana. Tienen déficit fiscal y desempleo, todo lo contrario de lo que está sucediendo en los Estados Unidos. Por eso le sigo apostando al dólar. Se me hace difícil pensar en que rápidamente el euro pueda revaluarse”, sentenció el especialista.


La soberanía por el piso

Si alguien pensaba que la soberanía de los estados nacionales caería muerta a los pies de los bloques y de la globalización, la orden que recibió Francia de reducir y luego vender el Crédit Lyonnais demuestra que no estaba equivocado. Este banco estatal deberá, en un principio, desprenderse de activos por unos 100 mil millones de dólares para satisfacer así las exigencias del comisario de Competencia de la Comisión Europea, gobierno supranacional cuyo poder crece en proporción al proceso de integración, que con el euro llegará a niveles nunca igualados. El año que viene, y ya con la moneda única instalada, Francia tendrá que privatizar el Crédit. Mientras Jacques Chirac se mostraba irreductible en la disputa con Helmut Kohl por la presidencia del Banco Central Europeo, cedía en esta otra cuestión. Es que en la Europa unida no se admite que un país miembro inyecte recursos fiscales (gigantescos en este caso) para mantener con vida un banco o una empresa, por más emblemáticos que sean.


Sin decisión hasta después del 2002
INGLATERRA JUEGA CON NAFTA

Londres postergó toda decisión sobre el euro hasta después de las elecciones generales del 2002. Por ahora tiene que ver cómo hace con su déficit comercial, que en febrero fue de 3700 millones de dólares, y con el riesgo de una recesión. Mientras tanto, los británicos pretenden mirar desde su isla cuál será el impacto de la moneda única sobre el empleo y la competitividad en los Once.

Después de la aplanadora thatcherista, los ingleses se sienten los campeones de la flexibilidad y la desregulación, y dicen querer cerciorarse de que los continentales hacen los deberes. Aunque desde la lejanía parezca casi absurdo, se contemplan a sí mismos como una novia demasiado bonita para el euro.

Además de ostentar la economía más desregulada, también pueden jactarse de un centro financiero como el londinense y de un activismo diplomático residual pero aún significativo. Si todo eso es verdad, también lo es que para sumarse al euro Inglaterra necesitaría devaluar antes drásticamente la libra. Y nadie descarta que Downing Street piense que tal vez sería mejor idea sumarse al bloque del Nafta para seguir bajo el ala de Estados Unidos, en vez de casarse con una Europa en la que no podrá pesar más que Italia.


Pesadillas de guerra por la hegemonía

Aunque Hollywood no le dedicó todavía ninguna película de terror, el euro ya está provocando pesadillas en algunos analistas norteamericanos. Y no es que se revuelcan en sueños imaginando la aparición de otra moneda de reserva, que cortará las fabulosas ganancias que obtuvo el Tesoro de ese señorío de medio siglo. Los temores van más lejos, apuntando a las consecuencias de la unificación política, acelerada por el euro. El escenario presenta una Unión Europea ampliada a más de veinte países, con una política exterior y de defensa común, que cuestionará la hegemonía de Washington también en el plano diplomático y militar.

Sin embargo, la tensión podrá recorrer también otras líneas. Los países menos competitivos del euroclub ya no podrán manipular su tipo de cambio ni su tasa de interés para compensar su desventaja, con lo que dependerán de las muy limitadas transferencias fiscales que la Unión Europea esté dispuesta a hacerles. Para algunos, esta unificación repetirá, muy ampliado, el drama de Alemania Oriental tras la anexión. El reciente batacazo electoral del neonazismo en Sajonia-Anhalt, como reflejo del empobrecimiento y el desempleo, demostraría el error de haber impuesto el D-mark como moneda única de la república, contra lo aconsejado por el Bundesbank. Y mucho más que eso: el verdadero problema partió de la unificación política de dos países de productividad muy diferente.


París contra los teutones

La feroz pelea entre Alemania y Francia por la presidencia del Banco Central Europeo parece darle la razón a los agoreros, que ven en el euro a un agente del caos. Para ellos, las dos mayores potencias de Europa Occidental llegan a la moneda única buscando cosas diferentes. Para Francia, es un instrumento para compartir con los germanos el dominio continental, lo que el presidente Jacques Chirac casi confesó al decir que ³a cada nación le cabe el derecho de defender sus propios intereses², luego de haber arrancado a dentelladas un turno de cuatro años en el comando del BCE para Jean-Claude Trichet, como sucesor del holandés Win Duisenberg. Alemania, a su vez, además de haber hecho diseñar el flamante banco a imagen y semejanza del Bundesbank, siempre condicionó su adhesión al euro ­con el consiguiente sacrificio del marco­ a que no haya sólo una unificación monetaria sino también política. Los mal pensados ven en esta actitud una prueba del apetito hegemónico de Berlín, que irá extendiéndose a medida que Europa central se sume al bloque. Hay, por tanto, terreno abonado para crecientes fricciones franco-germanas.