Una pregunta estúpida: ¿Por qué suben las acciones si la crisis no terminó?. Respuesta boba: Porque los activos de riesgos habían bajado tanto que sus valores se habían vuelto muy atractivos. Cuando el mercado reacciona al alza, como en la última semana, después de varias jornadas de derrumbe de las cotizaciones, muchos buscan una explicación a ese repunte. Pero no la hay, o por lo menos no hay una original. Simplemente, los financistas dicen que, con la tormenta amainando, las acciones estaban baratas.
Las bruscas subas como las violentas bajas de los papeles no se deben interpretar de manera racional. Los precios de las acciones se mueven por las expectativas de los inversores acerca de las ganancias que pueden reportar las empresas. Se trata de un básico juego de especulación, en el cual son múltiples las variables que van influyendo en la percepción de los operadores para decidir sus apuestas. El peligro de devaluación del rublo; la caída de Japón; los fantasmas de China y Hong Kong; o dudas más cercanas respecto del agotamiento de la actual fase de crecimiento de la economía; a la solvencia fiscal y al desequilibrio externo de la convertibilidad.
Todas esas contingencias y otras más van definiendo el rumbo del mercado, no porque esas cuestiones sean fundamentales para evaluar racionalmente la conveniencia de comprar o vender, sino porque son las que van definiendo lo que en la rueda denominan humor o predisposición a invertir de los corredores. Hay que saber que el negocio bursátil no se puede encerrar en un modelito de laboratorio, como varios financistas tratan de sugerir, sino que se trata de una actividad caótica, irracional, sin ninguna lógica más que la de obtener una diferencia de capital.
Entender esa dinámica tan poco ordenada permitiría observar desapasionadamente la evolución de las cotizaciones, sus perspectivas y sus caprichos. Así se podría observar la inexplicable diferencia en las valuaciones de filiales de multinacionales radicadas en plazas emergentes y las de sus casas matrices en sus mercados de origen. La brecha más grosera que se registra en el recinto de Buenos Aires corresponde a la de los bancos Francés -controlado por el español BBV- y el Río -manejado por el también español Santander-.
Las dos entidades hispanas cotizan en Madrid a seis veces el valor libro. Sus filiales en Argentina no necesariamente deberían contabilizar a tan altos precios, a menos que sean responsables de la mitad de las ganancias que esos bancos obtienen en América latina. Región que, a la vez, aporta más de un cuarto de las utilidades netas del BBV y el Santander. Pero el Río y el Francés están valuados a apenas 1,7 y 1,8 veces su valor libro, respectivamente, cuando acercan a sus controlantes la mitad de las ganancias que obtienen en Latinoamérica.
Esa exagerada diferencia en las cotizaciones sólo se explica por la pertenencia del Río y el Francés a los ahora despreciados mercados emergentes. Cuando esas plazas empiecen a recuperar un poco de la estima perdida entre los brokers internacionales, el desequilibrio no será tan pronunciado.