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Por M. Fernández López
A César lo que es de César
A César lo que es de César
Las finanzas públicas engendraron a la economía política. Forman una materia ardua, con sus axiomas y sus grados de libertad. Entre los primeros, tenemos éstos: 1) no hay recurso que dure cien años, ni gasto que no se pague; 2) ninguna reforma tributaria debe reducir impuestos, sino todo lo contrario. Para crear nuevos impuestos u otros recursos, debe invocarse el equilibrio fiscal, la equidad o la necesidad y urgencia del Tesoro, aunque sólo se trate de gastos nunca detallados, pero abultados, de los gobernantes. La historia, maestra de la vida, nos ilustra sobre el delirio gastador de los gobernantes. Cayo César, dice Suetonio (Vida de los doce césares), se bañaba en perfumes calientes y fríos, consumía perlas costosísimas disueltas en vinagre y servía a sus invitados manjares confeccionados con oro; durante días hizo tirar al pueblo, desde lo alto de la basílica Julia, monedas por un importe nada despreciable; mandó fabricar navíos con popas adornadas de piedras preciosas y las velas tornasoladas, en los que había termas, comedores y hasta variedad de vides y árboles frutales; al construir sus fincas y casas de campo desestimaba todo cálculo, pues nada deseaba realizar tanto como lo que le decían que era irrealizable. La fiesta no sería completa si el que gozó debiera pagar la factura. Pero al César no le faltaban ideas para juntar plata. Su palacio tenía decenas de habitaciones y un enjambre de allegados. Aisló y equipó diversas habitaciones y persuadió a sus cortesanos para que sus esposas aportasen su cuerpo en beneficio del erario. Luego envió nomencladores a cada foro y basílica a invitar a jóvenes y viejos al burdel; si no tenían para pagar, allí se les prestaba dinero a interés usurario, y los servidores anotaban públicamente sus nombres como contribuyentes a las rentas del César. Vespasiano notó que los curtidores usaban orina como insumo, e implantó un impuesto por el derecho de instalar urinarios públicos y vaciarlos después. Criticado por su hijo Tito, la respuesta del César la cuenta nuestro César Bruto (Carlos Warnes): El emperador sacó del bolsillo unos cuantos dólares y se los dio a oler a su hijo; tomá y desime qué olor lencontrás a esta plata... ¿Olor? ¡Yo no lencuentro olor a nada, papá!. Sin embargo, querido, esta plata es de los inpuestos a los minjitorios... ¡Y eso indica que, venga de donde venga, el dinero no tiene olor!.
¿Seré Roca?
Se ha dicho que Menem seguía los pasos de Rosas: desdeñar una Constitución y hacerse reelegir varias veces. Cerrado ese camino, se dice que su modelo será Roca: ceder el trono pero manejar los hilos del sucesor. Roca, como Menem, hizo sancionar una ley de convertibilidad: La Nación debe volver a la conversión, mediante la designación de un tipo que se basaría en la realidad de las convenciones y de los hechos. La implantó sin antes remover la corrupción administrativa ni depurar el gasto público: El propósito de la conversión obliga a reorganizar y moralizar los resortes de la administración, a introducir en el presupuesto las economías posibles. Economía era reducir esa acumulación de empleados. La Justicia no era mejor que la de hoy: La Justicia ha caído entre nosotros en bastante descrédito. Sería ilusorio, sin una buena Justicia, pretender inspirar confianza; es fuerza reconocer que la Justicia argentina no responde a tan altos fines, siendo señalada entre nosotros y en el extranjero con caracteres que es menester suprimir, si no queremos que llegue la hora de una funesta deshonra. ¿En qué se ocuparían tantos inmigrantes?: El país debe esforzarse en aumentar y mejorar en cantidad, calidad y precio, aquellos ramos de producción que tienen ya fácil aceptación en los mercados extranjeros, absteniéndose de proteger industrias efímeras, en condiciones de irremediable inferioridad, con evidente menoscabo de nuestras grandes y verdaderas industrias, la ganadería y la agricultura. La exportación agropecuaria y las inversiones extranjeras produjeron una enorme acumulación de metálico. El modelo no daba lugar al obrero urbano, que osaba pedir menor jornada y más retribución: de las agitaciones obreras del año pasado en forma de propaganda oral y escrita y de huelgas parciales o generales, que llegaron a veintiséis, veinte se proponían obtener disminución de trabajo y aumento de salarios. Quien quitó al indio la pampa a punta de Remington no pensó una solución distinta para elementos exóticos, incorporados a nuestra población, al amparo ilimitado de las leyes relativas al extranjero. La Ley de Residencia permitía depurar a la sociedad argentina que no está obligada a aceptar en su seno elementos de desorden. Lo entrecomillado eran palabras de Roca, no dichas en voz baja, sino ante el Congreso de la Nación (1899-1903).
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