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Por Alfredo Zaiat
Nada importa
Los negocios en el recinto no están influidos en nada por la agresiva interna desatada por la re-reelección. Ni por las debilidades del plan económico. En este caso, la globalización es una bendición para la rueda.
@En estos meses de negocios deprimidos y cotizaciones que bajan más de lo que suben muchos financistas maldicen la estrecha integración del mercado local al internacional. La globalización de la actividad bursátil amarró la suerte de Buenos Aires a la de otras plazas emergentes, además de quedar dependiente de los vaivenes de Wall Street. Cuando la tendencia es positiva inversores y operadores disfrutan de las mieles de pertenecer a la aldea global. Pero cuando la taba se da vuelta los castigos son implacables, desproporcionados e injustos, tanto como los beneficios que antes se obtuvieron. De todos modos, pertenecer al mundo globalizado tiene una ventaja para los financistas independientemente de las propicias o desfavorables corrientes que dominen los mercados en un momento dado. Sus negocios han quedado inmunes a ciertos desvíos del plan económico y, fundamentalmente, a crisis políticas internas.
Basta sólo con imaginar lo que hubiera sucedido hace no más de cuatro años en el recinto con la seguidilla de peleas e intrigas palaciegas que dominaron en los últimos meses al gobierno menemista. Los cruces por la re-reelección; la renuncia de la mano derecha del ministro de Economía; los durísimos cuestionamientos a la Corte Suprema, llegando a la amenaza de la oposición de meter presos a cinco integrantes del máximo tribunal si avalan la posibilidad de que Carlos Menem se presente a las elecciones del año próximo; y la rebeldía del bloque de diputados oficialistas a aprobar proyectos enviados por el Ejército.
A este inquietante escenario político habría que sumarle las señales amarillas que se emiten desde la economía. Desequilibrio de las cuentas externas, maquilladas con un escandaloso ajuste hacia abajo del déficit comercial de unos 1200 millones de dólares; metas fiscales con el FMI que se alcanzan luego de enjuagues contables; debilidad de Roque Fernández para imponer la reforma tributaria tal como ha sido diseñada; e insistentes críticas del FMI a la reforma laboral.
Cualquiera de esas cuestiones hubiera derrumbado los precios de las acciones y bonos cuando la plaza no era parte de un único mercado bursátil globalizado. Ni pensar si coincidían todas juntas como ahora. Imaginar la histeria de los operadores y las teorías conspirativas que fluirían en el microcentro es un interesante ejercicio para entender lo que ha cambiado en la dinámica de los negocios de la city en los últimos años.
El paso al costado de Menem en su ambición de perpetuarse en el poder como la guerra anterior con Eduardo Duhalde eran anécdotas que se contaban los financistas en la rueda. No tuvo ni las más mínima influencia en el recinto. Los papeles se movieron al compás de lo que sucedió en emergentes relevantes (Rusia, Brasil y los tigres asiáticos) o en plazas desarrolladas (Japón y Estados Unidos). Y así seguirá siendo. Ni la oposición ni los candidatos del PJ que aspiran a la presidencia tienen la intención de romper con el modelo económico. Los financistas, entonces, no tienen de qué preocuparse. Ellos pertenecen, con lo bueno y lo malo, al mundo bursátil globalizado.
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