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La vida de Sol pasa por la guitarra eléctrica, las canciones rabiosas y el maquillaje. Hija de una ex hippie (¡su mamá estuvo en Hair!), esta niña bonita dice que no puede escribir “cosas lindas”, que la mayoría de las chicas prefiere la comodidad y que lo suyo es puro vómito. Tomá.

EUGENIA TAVANO

Sol Shurman es cantante y guitarrista de Sugar Tampaxxx, pero sobrevive trabajando de maquilladora y telefonista. Tiene la suerte de ser una chica bonita, es decir, puede zafar de ese lugar común que reza que toda mujer que se queja lo hace más por fea que por contestaria. Al contrario: “Siento odio y mucha ira en contra de esas cosas que vivís desde chica, como que te toquen el culo cuando vas caminando. No puedo escribir cosas lindas”, suelta. Su banda se inició hace tres años -una idea parida junto a su mejor amiga, en los recreos de la secundaria-, y aunque actualmente enfrenta cambios en la alineación, sigue siéndole fiel al punk de Nirvana y la poesía de Patti Smith. Será porque su primera aproximación a la guitarra fue gracias a un ex novio que le enseñó los acordes del ya devenido himno “Smell Like Teen Spirit”. A partir de ahí, se dio cuenta de que la habitaban sentimientos nada agradables que necesitaban mostrarse aunque molesten. Tanta es la espontaneidad y tanto el odio, que Sol duda a la hora de catalogarlos. Aunque la mayoría de la gente los encuadre en un feminismo revulsivo: “Obviamente como mujer tengo cierta posición en el mundo que me obliga a sentirme de tal manera, pensar de tal manera. Porque la realidad es que vivimos en una sociedad bastante machista y eso te hace reaccionar. Es una reacción instintiva, no es una cosa pensada. Es la respuesta lógica”, dice.

“Parte de la energía femenina viene de un odio ancestral. Eso te da esa fuerza”, sigue. El problema es que el medio que Sol eligió para canalizar esos sentimientos es un bastión históricamente machista. “Y sí, las cosas que muchas veces el rock vende son cosas de cancha, con una energía muy masculina. Y ahí las mujeres no tienen mucho lugar. Yo odio esos grupos de chicas que tratan de tocar como los chicos, imitarlos. Eso es lo mismo. Yo me niego completamente a eso. Negar mi femineidad me convertiría en machista a mí. Porque estaría diciendo que para hacer rock tengo que ser hombre. Por eso muchas veces exageramos en el escenario, en la producción, en la imagen... tocando en corpiño, por ejemplo”. Guau. Y aquí entra otra cuestión: el karma del artista que no encuentra garantías para que su mensaje sea decodificado por la gente en los mismos términos en que fue concebido. Sol suspira. Hablar de su público es situarla en un terreno ajeno, contradictorio. “El público nuestro es muy joven. No tenemos un público intelectualoide. Una vez, por ejemplo, tocamos con Suárez, que tiene un público como muy intelectual. Estaban todos sentados, quietos, y yo no estoy acostumbrada a eso, a que me analicen. Nuestro grupo es completamente instintivo e intelectualizamos muy poco la música. De hecho, las primeras canciones que hice las hice sin saber tocar la guitarra, y todavía no sé cantar, era puro odio, como un vómito. En general la gente se copa bien con lo nuestro. Nunca falta algún pelotudo que te grita idioteces, nos pasó una vez. Después de un show un tipo nos quiso afanar la guitarra y se le tiró encima a la otra cantante y al final lo fajamos. Lo agarramos del pelo y le pegamos”. ¿Y si el rival de turno es más o menos famoso? A ver... “Una vez estábamos en una fiesta y vino el cantante de Juana la Loca y le dijo al guitarrista ‘qué fuerte que tocan. Yo no sé para qué las minas se gastan en cantar si para lo único que sirven es para abrir las piernas’ (!) Por si hacía falta: “Hay muchos amigos míos que tienen la cabeza abierta, que me han llegado a decir ‘tu baterista toca bien para ser mujer’”. La batería no se trata sólo de fuerza bruta, entonces ¿por qué eso de ‘para ser mujer’?. Es tan horrible que vengan y te digan ‘Ay, qué linda la baterista, tan chiquita y cómo toca’, o que me digan a mí ‘tan linda, mirá cómo grita, tan chiquitita que es’, como si fueras un peluche”.

A veces “el odio ancestral femenino” al que Sol hiciera referencia no parece ser tan pujante ni tan histórico. “Lo que más grave me parece es que las mujeres se sienten cómodas con el machismo y aceptan ese rol. Eso es lo más grave. Están muy cómodas... Por ejemplo en el rock, van arecitales y mueren por el semidiós que está arriba del escenario y no se animan a agarrar la guitarra y tocar ellas mismas en ese escenario. Es cómoda esa posición. Como las amas de casa, tenés un marido que te mantiene, no hacés nada y ya está. Las mujeres se ponen en ese lugar y me sorprendo. El otro día estaba en un curso de maquillaje y estaban hablando del maquillaje en la historia y las pibas se quejaban: ‘Nos fuimos a la mierda, las mujeres nacimos para estar todo el día tiradas pintándonos y mirándonos en el espejo’. Eso es tenebroso”.