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Por ALAN PAULS |
Dos películas le bastaron a Quentin Tarantino para convertirse en el niño prodigio del cine de los 90,
primero, y en un adjetivo peyorativo después. Luego de filmar Perros de la calle y Tiempos violentos
decidió tomarse unas vacaciones que prometían
volverse eternas. Se dedicó a trabajar de
Quentin Tarantino: actuó en películas y obras de
teatro mediocres, desfiló por incontables festivales de cine, programas de televisión y revistas de chismes. Y, cuando nadie pensaba ya que podría recuperarse del estigma
Tiempos violentos, filmó y estrenó Jackie Brown: una magnífica historia de amor que transforma al otrora líder del movimiento videoclub
en un cineasta con todas las letras.
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