Yésica es cantante de cumbia, milita activamente por el derecho al aborto legal y la separación de la Iglesia del Estado. Tiene 28 años, es lesbiana y vive con su hija de 7 años y su pareja. El 4 de junio fue a visitar a su madre en Villa Ballester. Hubo una discusión fuerte entre su madre y su tía, Yésica se acercó a separarlas y su primo Walter Rodríguez Lazarte (17) la golpeó en la cabeza con un caño oxidado de plomería al grito de “lesbiana puta, lesbiana de mierda”. Yésica sintió hormigueo en la cabeza y cayó al piso. Su primo volvió a pegarle con el caño en la cabeza.
Desde que ocurrió este ataque y mientras se recupera -está bajo tratamiento con neurólogo-, Yésica recibe continuas amenazas en las redes sociales. El día anterior al ataque, Yésica participó en la marcha Ni Una Menos y se tomó una foto con el pañuelo anaranjado anticlerical, que subió como foto de perfil. Y refiere que el agresor compartió, desafiante, en su cuenta de Facebook la foto de cuatro chicas en short, con bolsas de plástico en la cabeza, con la leyenda “cosas de hombres”. Recuerdos de la dictadura de 1976 y de procedimientos que se cronificaron en las fuerzas represivas. El padre del agresor es retirado de la policía bonaerense.
El Poder Judicial calificó el ataque -que se produjo a la vista de la hija de Yésica y de su pareja- como “tentativa de homicidio”. Pero tratándose de un delito de odio -las expresiones del agresor así lo indican- cabría preguntarse si no corresponde la calificación de “lesbicidio en grado de tentativa” o “lesiones agravadas por odio de género o a la orientación sexual”.
“Estoy con ataques de pánico. Recibo mensajes en las redes donde se lamentan que no me hayan matado ‘por lesbiana y abortera’. El odio es terrible. Pero voy a seguir a fondo con la denuncia. Tengo miedo por mi mamá, que vive en el mismo edificio que el agresor y su familia. Mientras estaba en el piso perdiendo cantidad de sangre, el padre de mi primo detrás de una reja me echaba humo de cigarrillo en la cara y me decía ‘Hacete ver’. Alcancé a gritarle desde el piso ‘Yo no les hice nada’. La ambulancia no apareció, me desvanecí dos o tres veces y la policía me llevó al hospital Castex-Eva Perón de San Martín. Allí me cosieron, no me dejaron en observación. En la Comisaría de la Mujer del General San Martín (frente al hospital Thompson) me tomaron mal la declaración, hasta mi apellido anotaron mal. Tuve que volver a declarar al día siguiente, no me dan tiempo a reponerme. No puedo mover la cabeza ni el cuello por el dolor y tengo vómitos, que provocan que se me desprendan los puntos en la cabeza”, resume Yésica, que por protección reserva su apellido.