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Por Martin Kettle desde Washington Para un observador objetivo que mirara las cosas desde afuera, el Partido Republicano es el derrotado y humillado. Y sin embargo, para muchos norteamericanos conservadores, los perseguidores de Clinton son héroes. ¡Por Henry Hyde (presidente del Comité Judicial de la Cámara de Representantes) y por el valiente equipo de la Cámara de Representantes que hizo lo que debía! brindaba el mes pasado Gary Bauer, un posible candidato presidencial. Pero en su propio distrito electoral de Chicago, una encuesta de la semana pasada mostró que Hyde estaba perdiendo apoyo. Por todo el país hay docenas de congresistas republicanos que temen que suceda lo peor en las elecciones de noviembre del 2000. La mayoría de los norteamericanos cree que la cruzada del juicio político muestra que los republicanos han perdido el rumbo. Sin embargo, los conservadores siguieron festejando el impulso del juicio político hasta el final. El fin de semana pasado, en la cena anual estatal de New Hampshire, la Coalición Cristiana entregó premios pro familia a los congresistas republicanos del estado por su valiente voto en favor de enjuiciar a Clinton. Me alegro de que hayan premiado esta noche a dos hombres que dijeron que debemos defendernos de este mal moral, dijo el fundador de la Coalición, Pat Robertson, durante la ceremonia. Esta es la auténtica voz de décadas de retórica republicana de derecha. Todavía cumple su función con los fieles del partido. Y con la derrota del juicio político, los fieles no examinarán sus propios errores sino que maldecirán la traición de los cobardes del partido. En eso radica su problema. El partido fue capturado por fanáticos incompetentes. Hacemos un trabajo tan bueno para atraer a nuestros votantes de base que nos olvidamos del 85 por ciento restante de Norteamérica, se lamentaba el moderado gobernador republicano de Connecticut, John Rowland, el otro día. Somos la mayoría, pero todavía tenemos una mentalidad de minoría. Una encuesta de Gallup en diciembre demostró que los votantes tenían una opinión favorable a los demócratas en un 57 por ciento contra un 30 por ciento. Las cifras republicanas respectivas eran de 31-57. Eso ya era bastante malo. Pero el partido perdió también la atracción de las mujeres, que han inclinado las últimas dos elecciones presidenciales. Perdió el apoyo de los votantes mayores, que son los que más probablemente acudirán a las urnas y votarán por los republicanos. Y perdió su atracción para ese tercio flotante del electorado que determina el resultado de la mayoría de las contiendas. Esto explica por qué los republicanos pragmáticos están tratando de construir una ruta alternativa para su partido. En una reunión de congresistas republicanos en Williambsburg el fin de semana pasado, Tom Davis de Virginia, el presidente del comité congresional del partido, enfrentó a sus colegas con los hechos. Les dijo que eran impopulares, que siempre estaban rezagados en varias importantes competencias electorales, que su partido estaba endeudado y que perderían su mayoría en la Cámara a no ser que cambiaran su actitud. Los pragmáticos esperan que el partido se una ahora detrás de la amplia agenda establecida por su nuevo líder, Dennis Hastert. Este mantuvo su cabeza baja desde que sucedió a Newt Gingrich y Bob Livingston, pero ahora se propone realzar cuatro temas en sus acciones post juicio político: recorte de impuestos, gastos de defensa, reforma de seguridad social e iniciativas de educación. Pero se enfrenta a un problema inmediato. Como el Capitán Scott llegando al Polo para encontrar que alguien había llegado antes, Hastert se enfrenta a la incómoda realidad de que Bill Clinton ya tomó para sí todos estos temas. Mientras los republicanos estaban preocupados por el juicio político, Clinton trazaba una detallada agenda con políticas de ambos partidos para legársela a Al Gore. Muchos sabios de Washington predicen que los republicanos van a recibir de los votantes una paliza como castigo en las elecciones del año próximo. Pero, ¿hay alguna razón para pensar que la moda actual de dar por perdidos a los republicanos es más exacta que la moda igualmente amplia de darlos por triunfadores en 1998? La respuesta a eso es sí, pero. A pesar de todo lo demás que fue mal, el Partido Republicano ganó más votos que los demócratas en 1998. Ganaron una mayoría en la Cámara de Representantes. Ganaron más contiendas en el Senado y más gobernaciones. Aun ahora son el partido más fuerte. No es una mala posición desde donde comenzar un contraataque político. Traducción: Celita Doyhambéhère
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