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Más cara
(pero no la mejor)

Cuando hay electricidad, los argentinos la pagan más que los norteamericanos, y mucho más si son sólo pequeños consumidores.

Farmacia a vela, un invento argentino de esta semana.

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Por Claudio Zlotnik

t.gif (862 bytes) Las tarifas eléctricas domésticas en la Argentina son 28 por ciento más caras que en los Estados Unidos, 31 por ciento más onerosas que en Canadá y cuestan casi el doble que en la República Checa. Ubicadas en la mitad de la tabla a nivel mundial, son a su vez más baratas que en Europa y Japón. En los países de la Unión Europea, la electricidad vale el doble. En la Argentina, las tarifas eléctricas han venido bajando en los últimos años. Pero los beneficios no fueron otorgados a todos los usuarios por igual; salieron perdiendo los clientes más chicos.
Desde que empezó la convertibilidad, en marzo del ‘91, el precio de la energía eléctrica cayó un 14,4 por ciento en promedio. Sin embargo, el abaratamiento no incluyó a todo el universo de clientes de las distribuidoras: mientras los pequeños usuarios residenciales pagan hoy apenas el 0,5 por ciento menos que hace ocho años, el costo para los grandes clientes industriales se redujo un 30 por ciento. No obstante, la variación más importante la percibieron los usuarios residenciales de altos consumos. Para ellos, la tarifa eléctrica es ahora un 71,4 por ciento más barata que a principios del ‘91.
La disparidad de precios que consiguen unos y otros encuentra una explicación en la diferente forma en que se abastecen los pequeños y los grandes consumidores. Mientras los más chicos no tienen otra alternativa que comprarle la energía a Edenor, Edesur o Edelap –según la zona metropolitana en la cual residan–, los más grandes pueden abastecerse en el mercado mayorista eléctrico (MEM), a valores sustancialmente más bajos. En los últimos tres años, la demanda en el MEM creció un 40 por ciento –de 2,2 a 3,1 millones de megavatios– debido a que se bajó el piso al cual los grandes clientes de las distribuidoras podían acceder directamente al mercado mayorista. Mientras a fines del ‘92 –cuando las compañías tomaron la concesión– era necesario un consumo de 5000 kilowatts de potencia para unirse al MEM, en la actualidad ese requisito bajó a 50 kilowatts, por lo que pymes y hoteles, por ejemplo, salen de la órbita de las distribuidoras para comprarles directamente a las generadoras.
El menor precio pagado por quienes acceden al MEM obedece a que en los últimos años el valor de la electricidad cayó en picada. Pero los clientes de las distribuidoras no se enteran de la reducción ya que, por contrato, Edesur, Edenor y Edelap tienen la obligación de adquirir la mayor parte de sus necesidades a las generadoras Central Puerto y Central Costanera, a un precio que fue fijado a principios de los años noventa (40 pesos por megavatio), que casi duplica al del denominado mercado “spot”, que tiene valores a cada hora en función con la oferta y la demanda. Es a precio de este mercado el que pagan los grandes consumidores.
Durante el ‘98, las distribuidoras compraron 6,7 millones de megavatios a Central Puerto y a Central Costanera a 40 dólares por megavatio y 3,5 millones de megavatios en el mercado “spot” a un precio promedio de 23 dólares. El valor más alto pagado a las generadoras impidió que, a su vez, Edenor, Edesur y Edelap abarataran las tarifas a los pequeños clientes. Cuando el año que viene venza el contrato de exclusividad que une a generadoras con distribuidoras, los menores precios de la electricidad podrían llegar, por fin, a los clientes residenciales. Y si no, en caso de que el Gobierno lo permita y el mercado eléctrico quede totalmente desregulado, los más chicos tendrán la chance de comprar la electricidad en el MEM, pudiendo así acceder a los beneficios de que ya están disfrutando los consumidores más importantes.

OPINION

 

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