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En Paraguay se respiraba anoche un clima de golpe de Estado. El epicentro de la tensión se localizaba en el Palacio Legislativo y sus alrededores, escenario de una situación extremadamente confusa entre unos 10.000 manifestantes opositores, tanques del Ejército que acudieron al lugar con la misión de restablecer el orden, pero se retiraron enseguida, y una enorme cantidad de policías. Durante el día, el lugar había sido escenario de múltiples escaramuzas que dejaron 41 heridos, 25 de ellos de bala, y dos de gravedad. El operativo de toma de la plaza estaba a cargo de un oviedista: el general Carlos Caballero Camacho. Pero si el Ejército oviedista no había logrado apoderarse del lugar, los oviedistas civiles tenían en cambio su reducto en el edificio de Correos, de donde partían disparos y petardos, y que se ha convertido, según todos los rumores, en una especie de arsenal y fábrica de armas de los simpatizantes del general carismático. Después de una jornada en que la policía arremetió durante la tarde contra los argañistas, los campesinos y los Jóvenes, el presidente Raúl Cubas dispuso el envío de tropas militares a la Plaza de Armas, frente al Congreso, ante la posibilidad de que la Policía se vea desbordada por las manifestaciones. Pero a las ocho y media, cuando se divulgó la orden, no había ninguna violencia de ninguno de los dos bandos, y la represión de la tarde se inició sin que se produjera ningún incidente previo. El verdadero objeto de la movilización militar parecían ser más bien los legisladores atrincherados en el Palacio, todos los cuales son opositores a Cubas y enemigos del general Lino Oviedo. La hipótesis que aquí se maneja es la de que Cubas (o sea Oviedo) pretende generar el caos para luego obligar a la represión y de allí marchar a un autogolpe a la Fujimori. Por eso llamó la atención que, luego de un intento muy light de ocupar el lugar, las tanquetas del Ejército se retiraran. Un rumor que no pudo ser confirmado dijo que Cubas dio marcha atrás en la operación ante una suerte de tirón de orejas informal del Mercosur y, particularmente, Brasil. Walter Bower, presidente de la Cámara de Diputados, llamó a los uniformados a desobedecer la orden del presidente, sin ningún efecto visible. Luego del anuncio de la orden de movilización de Cubas, la situación en la plaza, que se encuentra entre el Palacio Legislativo y el Palacio López (gubernamental) cobró un gran dramatismo. La gente rezaba en la plaza mientras un sacerdote oficiaba una Misa en Defensa de la Democracia desde un púlpito improvisado. Desde detrás de las rejas cerradas del Palacio Legislativo, la senadora opositora Elba Recalde dijo a Página/12 que las Fuerzas Armadas vienen para acá y que no estamos seguros de que sean leales a nosotros. Ese hijo de puta (por Oviedo) se nos viene encima. ¿Y ustedes qué van a hacer?, preguntó este cronista. Vamos a resistir, contestó Recalde. En eso, la intuición de la legisladora pareció confirmarse cuando cuatro tanquetas pasaron por el lugar a toda velocidad escoltadas por coches particulares que daban bocinazos de alegría, y cuyos ocupantes rompían los vidrios de los autos de los periodistas que se encontraban allí. La mayoría de los teléfonos celulares están interferidos. Los senadores y la gente de prensa de los argañistas y la oposición liberal parecían hacer gestiones para que la prensa pudiera entrar al Palacio, pero no había modo de que la guardia aflojara. A todo esto, la Marina había rodeado el Palacio por detrás y se sabía que elementos suyos se habían infiltrado en los alrededores de la plaza. Un motivo adicional de inquietud es que no se sabía a qué bando respondían. Por la tarde, en cambio, la situación fue de batalla campal. Oviedistas y antioviedistas estaban dispuestos frente a frente como en una cancha de fútbol, los primeros del lado de la Plaza de la Cultura y el resto del lado de la Catedral, separados por un cordón policial y carros hidrantes. Durante todo el día se estuvo negociando si a cada uno de los sectores se les daba cinco o 10 metros más. En medio de esa negociación, estalló algoimprevisto: sin que mediara agresión de parte de ninguno de los dos bandos, la policía especial llamada aquí cascos azules comenzó a arremeter en fila, llenando todo el ancho de la plaza con sus escudos y tirando gases lacrimógenos y petardos. Estaban apoyados por carros hidrantes. Allí los oviedistas avanzaron por detrás de la línea de represión para entrar por asalto al Palacio Legislativo. Hubo forcejeos y comenzaron a llegar autos particulares, entre ellos el mismo intendente de Asunción, que rodearon la entrada principal del Congreso. Los oviedistas retrocedieron, la represión también y los Jóvenes por la democracia, argañistas y campesinos comenzaron a festejar. No sólo por supuestamente haberlos echado, sino porque comenzó a circular el rumor de que Cubas habría renunciado y huido en un Nissan gris al edificio de la Marina. El asesor legal de Cubas, Luis Fernando Canillas, lo negó y hasta se atrevió a decir que en realidad estaban trabajando en temas de todos los días como por ejemplo el retraso en la aplicación de un subsidio para los combustibles. En la sectores oviedistas (la Casa de la Cultura) comenzó a haber mucho humo y los oviedistas se dispersaron. Hay que tener en cuenta que el Palacio presidencial de López está a sólo dos cuadras de allí y, desde cinco cuadras hacia adentro de la ciudad no se podía pasar por los gases lacrimógenos y los petardos y explosiones de la artillería del general. Camionetas a toda velocidad circulaban por las calles aledañas con carteles hechos a mano puteando alternativamente a Cubas, a Oviedo, a Wasmosy y a Argaña. Entre el Palacio Legislativo y el Presidencial había un graffitti que decía Cubas asesino. Desde el Palacio Legislativo, el senador Eduardo Duarte, de Encuentro Nacional, hablaba de terrorismo de Estado. Mientras tanto, los locutores de radio y TV saturaban sus emisiones con frases del tipo la vigilia de la dignidad, Orar por la justicia, orar por la democracia. y Hay que fortalecer la democracia esta noche, como se decía en Canal 13. Todos pedían que la gente saliera a las calles y que no se quedara en casa mirando la tele. Llegando la medianoche, la situación parecía calmarse, salvo por la inquietante presencia de tres francotiradores que abrían fuego cada tanto sobre los manifestantes desde un edificio situado enfrente al Congreso. Una filmación de la TV permitió constatar que se trataba de militares en ropa de fajina. El otro foco de violencia era el edificio de Correos, que la Justicia (poco efectiva en este país, y en estas circunstancias) ordenó desalojar. El día terminaba sin que nada hubiera terminado, sin que se supiera si Cubas iba a comparecer hoy ante el Congreso, y con la incómoda sensación de que todavía faltaba lo peor.
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