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Por José Natanson Sólo la presencia de Raúl Alfonsín en la cúspide del radicalismo podría evitar que, en caso de llegar al poder, Fernando de la Rúa ignore a su partido a la hora de adoptar las principales decisiones, como lo hizo con la frustrada e inconsulta convocatoria al plebiscito porteño. Esta es la conclusión a la que llegaron los sectores de la UCR que responden a Leopoldo Moreau y Federico Storani, en base a la cual iniciaron gestiones para convencer al ex presidente de la necesidad de volver a la jefatura partidaria. La discusión no se limita a una puja por espacios de poder. También tiene un costado ideológico: los caciques bonaerenses representan las líneas más progresistas del partido frente al ala moderada que responde al candidato de la Alianza. Cuando De la Rúa anunció el llamado a un plebiscito en la Capital Federal contra la re-reelección, Moreau y Storani se convirtieron en punta de lanza de importantes sectores del radicalismo que coincidieron en criticar la medida adoptada en soledad por la fórmula aliancista. Los dos legisladores no sólo cuestionaron la consulta por considerarla un error estratégico. También criticaron la forma en que se tomó la decisión y llevaron la cuestión a la Mesa Directiva del Comité Nacional. La idea era que, en la reunión del martes pasado, las autoridades partidarias le plantearan a De la Rúa la necesidad de buscar mecanismos que permitan realizar una ronda mínima de consultas a la hora de diseñar la política de la coalición. El encuentro se suspendió pero se concretará la semana próxima, según aseguraron a Página/12 fuentes del partido. La necesidad de que Alfonsín se convierta en el sucesor de De la Rúa al frente de la UCR se vincula con esta situación. Los caudillos bonaerenses están convencidos de que la presencia del ex presidente en este lugar es clave por varias razones. Por peso político propio, Alfonsín es el único que podría cohesionar al radicalismo para evitar que la estructura se disperse en una docena de referentes provinciales. Un partido fuerte alineado detrás de Alfonsín permitiría establecer una polea de transmisión entre De la Rúa y el radicalismo. Es que, hoy por hoy, el candidato de la Alianza muestra poca inclinación a consultar a sus correligionarios cuando tiene que tomar las decisiones más importantes. Se rodea de un núcleo cerrado de hombres de confianza, al que recientemente se incorporó Alvarez, y consulta sólo con ellos las medidas más o menos trascendentes. Fue este razonamiento el que motivó a Moreau y Storani a renovar el diálogo con el ex presidente para convencerlo de la necesidad de revisar su decisión de abandonar la lucha por la futura presidencia del partido. Y fue este cálculo, también, el que los decidió a patear para fin de año la elección de los delegados de la provincia de Buenos Aires al Comité Nacional, de donde surge el presidente del partido. En un principio se iba a realizar junto con la de vicegobernador del domingo pasado pero finalmente se concretará en noviembre. El debate tiene, además, una arista ideológica. Muchos radicales, entre ellos Alfonsín, desconfían cada vez más de la voluntad de De la Rúa de concretar lo que llamaron una transformación progresista si se impone en los comicios de octubre. Algunos frepasistas coinciden con esta teoría. Tiene que volver al partido. Usted es la garantía de que la Alianza va a implementar una política progresista, le dijo Graciela Fernández Meijide a Alfonsín. La vuelta del ex presidente a la jefatura partidaria era un dato objetivo hasta que, dos meses atrás, Alfonsín anunció su triple renuncia: a la coordinación del Instituto Programático de la Alianza (IPA), a la Comisión de Acción Política de la UCR y a la futura titularidad del radicalismo. En ese momento, pocos dirigentes de la coalición repararon en que, de las tres renuncias, la única no indeclinable era la de la jefatura partidaria. Finalmente va a aceptar. Va a esperar a que pasen laselecciones pero después va a volver a la carga, se esperanzan los radicales bonaerenses. Cerca de De la Rúa reniegan de cualquier escenario que implique algún tipo de contrapoder interno y temen la imagen de Alfonsín diciendo sus verdades desde la presidencia del partido. De todas formas, los seguidores del jefe de gobierno reconocen que, si finalmente decide postularse, la gravitación interna del hombre de Chascomús terminará por imponerse. Vamos a tener que apoyarlo, aseguran con resignación. Algo de esta disputa asomó el lunes pasado en la conferencia de prensa en la que se presentó la fórmula de la coalición a la gobernación bonaerense. Ante una pregunta de los cronistas, De la Rúa y Alvarez coincidieron en criticar la decisión del Gobierno de otorgarle el asilo político a Lino Oviedo. Cuando llegó el turno de Alfonsín, el ex presidente contradijo a la fórmula de la Alianza y se manifestó a favor del asilo del general paraguayo. Sentado frente a él, Storani contemplaba la escena con preocupación. Creía que ése no era ni el momento ni el lugar para diferenciarse de De la Rúa y que la declaración contribuiría a generar desconfianza en el jefe de gobierno porteño. Una vez que terminó la conferencia de prensa el diputado se acercó a Alfonsín. Me parece que se excedió le dijo Storani. Mientras separaba dos centímetros el pulgar y el índice de su mano derecha, el ex presidente contestó en francés. Un peu dijo Alfonsín. Los que lo conocen aseguran que, por adentro, estaba sonriendo.
RODIL Y MOREAU NEGOCIAN LOS CARGOS El
diputado del Frepaso Rodolfo Rodil y el senador radical Leopoldo Moreau se reunirán la
semana que viene junto a otros dirigentes de la coalición. El objetivo es destrabar las
negociaciones por la ingeniería institucional de la Alianza en la provincia de Buenos
Aires.
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