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UN AUTO LLAMADO PICASSO REAVIVO LA POLEMICA SOBRE SU HERENCIA
Cuando el arte se convierte en marketing

Claude Picasso cedió el apellido y la firma para un modelo de  Citroën, y reavivó viejos antagonismos. El hijo del pintor asegura  que registrarlo como marca fue la única forma de detener la piratería.

Paralelo: El automóvil Citroën Xsara Picasso, que estará en el mercado a comienzos del año 2000, se presenta como “una obra de arte moderna”.

En Citroën dicen que es lógico asociar los nombres... pero Picasso detestaba la propiedad privada y el consumismo.

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Por Jonathan Jones

t.gif (862 bytes) Un día de agosto de 1998, el fotógrafo Henri Cartier-Bresson abrió su ejemplar de Le Monde y quedó impactado. Había dos fotos, una al lado de la otra: una de su viejo amigo Pablo Picasso, la otra de un automóvil nuevo, el Citroën Xsara Picasso, que llevaba no sólo el nombre sino también la firma del pintor, por la que Citroën había pagado a Claude, el hijo de Picasso, una suma no estipulada. Cartier-Bresson se sentó y le escribió una carta a Claude. “Era una carta privada, que nunca tuvo respuesta”, dice. Y eso lo decidió a hacerla pública.
“Querido Claude”, comienza, y luego le recrimina al hijo de Picasso su falta de respeto por “uno de los más grandes pintores, un genio”. Para algunos la carta puede parecer muy dura. La gente se acostumbró a que las cosas se vendan con posters modernos que incluyen chistes y citas, como la publicidad de Dennis Hopper donde se cruza con él mismo cuando era mucho más joven. Los responsables de Citroën dicen que el nuevo auto es la analogía natural de Picasso en el mundo del motor. El comunicado de prensa del auto, que estará en el mercado en el 2000, se titula “Citroën revela una obra de arte moderna”. “Hay mucha sinergia entre Citroën, conocido por la innovación y el estilo, y Picasso, quien hasta un cierto grado representa los mismos valores”, dice el comunicado. ¿Es eso cierto? La respuesta es no.
Picasso era un comunista que no creía en la propiedad privada. Su cuadro Guernica, un símbolo de la República Española, es una pesadilla de violencia mecanizada. Cartier-Bresson, un héroe de la resistencia, era amigo de Picasso y compartía su política radical. No llama la atención entonces que encuentre grotesco que Picasso sea usado para vender un auto, y le pregunta a Claude qué pasará cuando alguien resulte herido por un Citroën Xsara Picasso. ¿Irá para las víctimas un porcentaje del dinero que Claude ganó con el contrato? ¿O quizás al Museo Picasso, mantenido por los contribuyentes franceses? Es una carta desoladora para enviarle a un hijo sobre su padre: Cartier-Bresson acusa a Claude de no saber quién era Pablo.
Bresson no es el único que piensa que el Citroën Xsara es una oportunidad de merchandising que va demasiado lejos. La nieta de Picasso, Marina, está tan furiosa que le está haciendo un juicio a Claude, su tío, por lo que ella considera un abuso de su poder como director de la Administración Picasso, una organización que representa los bienes del artista. “No tolero que se use el nombre de mi abuelo para vender algo tan banal como un auto”, le dijo Marina a un periódico francés. Otro nieto, Bernard Ruiz Picasso, también protestó, pero finalmente arregló con la Administración Picasso.
No se puede culpar a una compañía de autos por querer asociarse con el pintor más famoso del siglo XX. El misterio es por qué lo permitió la Administración. La organización dice que no tiene “ningún comentario sobre el Citroën”. Detrás del silencio yace la compleja historia de los hijos que Picasso tuvo con Françoise Gilot. Claude, que maneja la Administración, dedicó su vida a controlar los copyrights del pintor y Paloma utilizó el nombre de su padre para convertirse en un icono de la moda. Todo esto resulta más claro cuando uno descubre que Claude y Paloma tuvieron que luchar antes que nada para ser Picassos. Hijos ilegítimos de él con Gilot, se les permitió usar su nombre después de que su madre litigó en la década de los cuarenta. Y la última mujer del artista, Jacqueline Roque, trató de evitar que heredaran cualquier cosa de su padre.
Picasso tuvo dos hijos antes de Claude y Paloma: Paulo, de la bailarina rusa Olga, durante la década del 20, y Maya, de Marie Therese Walter. En 1975, dos años después de la muerte de Picasso, Paulo murió de cirrosis, dejando dos hijos, Marina y Bernard. Inevitablemente, hubo una amarga disputa sobre los bienes, en aquel momento valuados en 260 millones de dólares, incluyendo más de 35.000 cuadros, dibujos, grabados, esculturas y cerámicas. El Estado francés tomó 3800 trabajos en concepto de impuesto a la herencia, con lo que se formó el núcleo del Museo Picasso. La mayor parte de sus bienes quedaron para su viuda Jacqueline. Su intento de evitar que los hijos y nietos de ex parejas de Picasso heredaran algo fracasó cuando se llegó a un acuerdo en 1977. Ella se suicidó en 1986. Marina y Bernard heredaron un quinto de los bienes cada uno. Además, Bernard recibió el estudio de escultura de Picasso y el castillo en Boisgeloup en Normandía, y Marina heredó su casa en el sur de Francia.
Maya, su hija con Marie Therese Walter, que no usa el apellido Picasso, recibió un décimo de las obras de Picasso, al igual que Claude y Paloma. Claude se hizo cargo de negociar el trato. “Nunca se consigue que dos miembros de la familia se pongan de acuerdo en algo”, admitió durante la prolongada telenovela sobre la herencia disputada. Solamente la colección de Paloma de las obras de su padre está valuada en 200 millones de dólares. Bernard y Marina heredaron más que sus tíos porque eran descendientes legítimos de Picasso. Bernard dirige Images Modernes, una empresa editora de arte. Marina actualmente está vendiendo grandes partes de su colección para financiar una obra de caridad para refugiados vietnamitas.
Claude y Paloma se asociaron mucho más espectacularmente al nombre de su padre y, sobre todo, a su valor financiero. Los motivos psicológicos son suficientemente claros. Mientras que Picasso primero adoraba y luego destrozaba a sus amantes, al mismo tiempo podía ser un padre maravilloso. “Era un padre divertido”, ha dicho Paloma. “Como me imagino que todos quieren que sea un padre... nunca gritaba.” Los hijos significaban mucho para Picasso, especialmente a partir de su adultez. Dos años después del nacimiento de Maya, en 1935, pintó el Guernica, en el que un niño muerto en los brazos de una mujer es su imagen más absoluta de pérdida. Cuando Picasso estaba involucrado en la Guerra Civil Española, la Resistencia Francesa y luego el Partido Comunista, fijaba a los niños como imágenes de una nueva vida. El corolario del niño muerto en el Guernica es su paloma blanca, que dibujó en 1947 cuando François Gilot estaba embarazada de una niña. Picasso le dio el dibujo al Congreso de Paz del Partido Comunista y llamó a su hija Paloma.
Claude y Paloma nacieron cuando Picasso ya era viejo. Para cuando eran adolescentes, él comenzó a ver todo más oscuro. Estaba desilusionado con el Partido Comunista y, enfrentándose a la muerte, se volvió obsesivo. Cuando François Gilot le dijo que ella iba a publicar su hostil autobiografía La vida con Picasso, se alteró tanto que prohibió a Claude y a Paloma que lo vieran. Tenía 82 años. En lugar de verlos como símbolos del futuro, parece haber visto a los niños como burlas hacia su mortalidad. “Yo soy viejo y ustedes son jóvenes” se dice que le dijo a Claude la última vez que lo vio. “Ojalá estuvieras muerto”, continuó. Claude y Paloma fueron los que más hicieron por el “nombre” de Picasso desde su muerte. Claude registró la firma de Picasso como marca en más de 140 países y otorga licencia oficial de merchandising para evitar la piratería. “Por supuesto que preferiríamos no ver tazas y sábanas Picasso”, le dijo a la revista Artnews, “pero estamos atiborrados con pedidos para comercializar y tenemos evidencia de falsificación”.
En 1995 Claude le permitió a una empresa en Chicago que fabricara ropa de golf, polleras y blusas con la firma de Picasso. Al año siguiente le prohibió al director James Ivory usar los cuadros de Picasso en Sobreviviendo a Picasso. Paloma había hecho un uso más notorio del nombre de su padre. Cuando comenzó con el negocio de su perfume y joyería, Paloma Picasso Parfums, no cabía duda sobre cuál era el nombre que vendía. Ella habló francamente sobre cómo su ex marido y gerente Rafael López Cambil “siempre me dijo que no fuera tímida con mi nombre... Paloma Picasso suena un poco como Pablo Picasso”. Con sus guantes con joyas, Paloma es considerada como una heroína posmoderna y posfeminista. Ahora tiene un perfume llamado Minotauro, el monstruo tan amado por Pablo. Pero vender su nombre a Citroën parece una infamia.
Durante la guerra, Picasso permaneció en París y soportó la Resistencia cuando los otros artistas huían al extranjero o se mantenían apartados del conflicto. En 1944 Cartier-Bresson estaba en una situación tan clandestina que el Museo de Arte Moderno de Nueva York había planeado una retrospectiva póstuma. En el mismo año, el fotógrafo tomó una imagen de Pablo Picasso muy emotiva: el artista parado intranquilo en su sucio departamento de tiempo de guerra, hambriento y con frío, asustado. Basta poner esta fotografía al lado del Xsara Picasso para entender por qué Bresson está tan enojado. Si Picasso tiene algo que comunicar al próximo siglo es su horror a la violencia mecanizada que en el Guernica reduce niños a cadáveres. Cartier-Bresson habla en nombre de una fe modernista en el arte contra la ironía posmoderna, a la que no le molesta llamar a un auto Picasso. También puede no importar, pero si es así, es mejor que el mundo sepa que lo está ignorando.
Traducción: Celita Doyhambéhère.

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