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Por Raúl Dellatorre Más que su habilidad para los negocios, Raúl Juan Pedro Moneta demostró, desde su mismo alumbramiento en operaciones con plata grande, su capacidad para las relaciones de conveniencia. Según él mismo admitió, conoció a Carlos Menem inmediatamente después de las elecciones del 89, a través de Octavio Caraballo, entonces directivo local de Bunge & Born. B&B había acordado con Menem, a través de su titular, Jorge Born, aportarle al flamante gobierno el gabinete económico. Miguel Roig, el ministro de Economía designado por el grupo, le ofreció a Moneta la presidencia del Banco Central, pero éste declinó la propuesta recomendando en su lugar a Javier González Fraga, quien en definitiva fue designado. Moneta se reservaba para sí un lugar de menor exposición pública, pero tan o más cercano al poder. De su paso por la secundaria como internado pupilo en el Saint George College de Quilmes, se nutrió de las amistades de Caraballo y Ricardo Handley. El primero le presentó a Menem; el segundo lo introdujo en el CEI, asociado al Citicorp, punto de despegue hacia su fulgurante carrera como inversionista en medios de comunicación y telecomunicaciones. Posteriormente, su afición por los caballos pura sangre le valdrían buenas relaciones con la alta sociedad, tanto a nivel nacional como internacional, y le servirían como irresistible arma de seducción frente al hombre que gobierna el país desde julio de 1989. El rey Hassan II, de Marruecos; el presidente de Francia, Jacques Chirac; sus colegas estadounidenses George Bush y Bill Clinton, el brasileño Itamar Franco y el jefe de gobierno de España Felipe González son sólo algunas de las personalidades, entre las más destacadas, que fueron agasajadas con el obsequio de caballos criollos puros de la cabaña La República de Moneta. Casi no hubo personalidad que pasara por el país y que no fuera agasajada por Menem en la estancia mendocina Villamaría, del banquero. Amante de la tradición gaucha, Moneta arma desde hace algunos años, en cada febrero, un espectacular show de folklore en el estadio mundialista Malvinas Argentinas, de su Mendoza natal. La figura estelar fue, este año, Soledad. Mientras la joven y exitosa cantante revoleaba el poncho sobre el escenario, un Raúl Moneta orgulloso, luciendo sus iniciales en la hebilla de plata de su cinturón, debe haber repetido ante sus amistades lo que suele responder cuando le preguntan qué busca con tanta acumulación de riqueza y poder: Trabajo para ver una Argentina cristiana y cada vez más grande, más digna.
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