Por Julio Nudler
De nuevo la zozobra. Los
argentinos vuelven a temer un terremoto económico, con devaluación del peso y brusca
pérdida de la estabilidad conquistada a partir de 1991. Nadie sabe a quién creerle: si
al fatídico poder predictor de George Soros, que dijo que el peso está sobrevaluado, o
al Gobierno y a los economistas oficiales, opositores e independientes que, salvo raras
excepciones, defienden la convertibilidad y aseguran el mantenimiento del tipo de cambio.
Sin embargo, hay que preguntarse si la voluntad de no devaluar será garantía suficiente,
o la vulnerabilidad económica externa del país puede forzar una devaluación, aun contra
el deseo de todos. Lanzado el desafío por ahora sobre todo bursátil y verbal
contra la moneda nacional, pueden imaginarse en los siguientes términos los peligros a
que queda expuesta la economía argentina a partir de mañana.
Una corrida
contra el peso. En ese caso, los tenedores de saldos líquidos en pesos o activos
financieros nominados en esta moneda (depósitos bancarios) los convertirán en dólares
para cubrirse. El Banco Central vería reducirse sus reservas de divisas, pero bajaría en
igual medida la cantidad de pesos en circulación, con lo que la ecuación básica de la
convertibilidad no se vería resentida.
Esta
dolarización espontánea, resultado de una preferencia del público, ampliaría la brecha
de tasas entre el peso y el dólar, reflejando el temor a una eventual devaluación. El
aumento de las tasas de interés en pesos tendría efectos recesivos, especialmente en los
sectores más dependientes del crédito, como los de bienes durables. Aunque las tasas en
dólares no subiesen, sería difícil encontrar compradores dispuestos a tomar nuevas
deudas en dólares.
También sería
recesiva la salida de capitales, presumible en un contexto de desconfianza, al contraer la
masa de medios de pago en la economía. En un sistema bimonetario como el argentino, la
sola conversión de pesos en dólares no representa un problema para los sectores reales,
salvo que los dólares sean sacados del país o simplemente retirados de los bancos.
La elevación
de las tasas en pesos y la pesadez de las ventas afectará la solvencia de los bancos
porque empeorará la calidad de sus carteras, que se volverán más difíciles de
recuperar. Si este proceso se profundizara podría infundir temor por la situación de
algunos bancos y desatarles una corrida de depósitos. El BCRA debería auxiliarlos con
todos los mecanismos disponibles, que no son muchos. Es altamente improbable que la
corrida vaya contra el conjunto del sistema bancario. La banca oficial y las entidades
privadas de imagen más sólida extranjeras o locales no se verían
alcanzadas, salvo en contingencias muy extremas.
La situación
fiscal bajaría un escalón más al encarecerse la financiación del déficit (aunque es
poca la incidencia de la deuda pública en pesos) y, sobre todo, debilitarse la
recaudación impositiva por el efecto recesivo. Recrudecería la discusión sobre el gasto
público y su recorte, y el consiguiente conflicto político y social.
Como en
cualquier proceso crítico, las consecuencias últimas dependerían de la duración y
profundidad de la corrida. Si ésta fracasase, ganarían quienes se quedaron en pesos para
recibir el premio de una tasa más alta.
Más allá de
insistir en el mantenimiento de la paridad, el Gobierno no tendría demasiadas señales
novedosas que enviar, salvo en el frente fiscal si lograse superar las resistencias que
provocaría.
En la medida en
que el Banco Central resistiese la pulseada y mostrara clara decisión de vender todas las
reservas que fuese preciso, el tiempo jugaría en contra de los especuladores. En algún
momento, los inversores internacionales considerarían conveniente el precio de los
activosargentinos, que se habrían abaratado velozmente, en caída simétrica al aumento
del riesgo país.
En otro
sentido, el tiempo jugaría también contra la convertibilidad, al permitir que fueran
venciendo los plazos fijos en pesos y otros instrumentos a plazo, generando más presión
sobre el stock de reservas. El talón de Aquiles de la convertibilidad radica en que las
reservas de divisas no alcanzan a cubrir los pesos a la vista más otras formas de
liquidez diferida, como los depósitos a plazo. Sin embargo, mientras muchas transacciones
sigan haciéndose en pesos (el pago de salarios, las compras de bajo monto, etc.) habrá
una porción del circulante que nunca se convertirá.
Aunque
inestable y contradictoria, la realidad internacional sugiere un panorama gradualmente
menos adverso para la Argentina reactivación en Asia, repunte en el precio de
materias primas e insumos, y tendencial depreciación del dólar (y con él del peso)
frente al euro y monedas asiáticas. Esto ayudaría a un aterrizaje suave de la
crisis, aunque se habrá demorado la salida de la actual recesión y deberán evaluarse
los daños sufridos por el sistema bancario.
En este panorama, sombrío pero no calamitoso, el diario La Nación consignó ayer
declaraciones del viceministro de Economía, Pablo Guidotti, absolutamente
desconcertantes. Guidotti dijo que si la Argentina fuera forzada por un ataque
especulativo (contra el peso), la respuesta sería dolarizar unilateralmente... Existe la
voluntad política (de hacerlo), a pesar de que analizamos con Estados Unidos un acuerdo
para compartir el señoreaje. Y agregó que la dolarización unilateral se
puede hacer de un día para el otro porque no existe ninguna restricción y Estados Unidos
ya ha dicho que eso le parece perfectamente viable....
Esto significa que Economía sigue pensando, no en la dolarización espontánea que pueda
decidir la gente y es una posibilidad siempre presente en un régimen bimonetario, sino en
la abolición del peso y su reemplazo por el dólar como moneda única. Además de los
lapidarios argumentos con que esta iniciativa de Carlos Menem, Pedro Pou (BCRA) y Jorge
Castro (Estrategia) fue rechazada por la mayoría de los economistas, es obvio que no se
podría hacer de un día para el otro, contra lo que sostiene Guidotti, porque
requiere de la sanción de una ley.
MENEM, DUHALDE Y LOS ECONOMISTAS RECHAZAN UNA
DEVALUACION DEL PESO
Pan para hoy, hambre para mañana
El
terremoto generado por George Soros al opinar que el peso está sobrevaluado en su
relación con el dólar lo cual hizo suponer a muchos que estaba sugiriendo una
devaluación siguió generando repercusiones ayer, y seguirá provocándolas en los
próximos días. Ni un paso atrás, declaró el presidente Menem,
refiriéndose al sostenimiento de la convertibilidad. Una absoluta
imprudencia, calificó Eduardo Duhalde, aspirante a sucederlo, la declaración del
financista, manifestándose además convencido de que el Presidente no cederá
a las presiones para que devalúe.
El gobernador bonaerense dijo ayer desde Misiones que devaluaciones como la de
Brasil son pan para hoy y hambre para mañana, porque a la larga la economía real
reacciona. Y avanzó en la defensa de la actual política cambiaria, asegurando que,
si llega a ser presidente, por supuesto que voy a mantener la paridad un dólar-un
peso.
Carlos Menem se expresó, como lo viene haciendo últimamente, a través de una entrevista
emitida por Radio Nacional, respondiendo por segundo día consecutivo a las
manifestaciones de George Soros. Yo no voy a dar un paso atrás en la
convertibilidad: un peso igual un dólar y punto, hasta que se entregue el gobierno el 10
de diciembre. ¿El peso está sobrevaluado, según Soros? Bueno, va a seguir
sobrevaluado, se preguntó y respondió a sí mismo.
Más adelante, en tono reflexivo, el Presidente explicó: Yo no puedo devaluar por
muchas razones, pero principalmente porque el que se va a perjudicar es el trabajador, el
obrero, el empleado, el que tiene sus pequeños ahorros y el que ha comprado su casa o un
automóvil a crédito. No vamos a entrar de nuevo en la senda de las devaluaciones, de las
tablitas y la hiperinflación, que tanto daño le hizo a nuestro país.
Duhalde, por su parte, puso en duda los reales propósitos que guiaron al filántropo
Soros cuando sugirió la necesidad de corregir la sobrevaluación del peso. No sé
si es la primera vez que hace estas manifestaciones imprudentes, tal vez lo haga con
algún interés económico. En este mundo globalizado, algunos empresarios pueden, a
través de sus declaraciones, querer producir algunos cambios en la economía,
advirtió.
Un buen número de miembros del elenco habitual de economistas mediáticos salió a
cuestionar las manifestaciones del financista nacido en Hungría y a defender la paridad
clavada en el uno por uno, por momentos en lenguaje técnico y en otros, no tanto.
Soros necesita que la gilada se asuste, disparó Guillermo Mondino, director
de la Fundación Mediterránea, quien explicó la conducta del financista como una
maniobra para sacar frutos de sus operaciones especulativas. Lo único que le
interesa a Soros es que la gente tome una posición defensiva ante el peso, agregó.
Según el economista mediterráneo, Soros necesita hacer subir las tasas de
interés por una estrategia especulativa, consistente en tomar préstamos de hasta
un año y medio a una tasa baja, para luego venderlos en el mercado a una tasa
superior, una vez que la plaza se convulsiona.
Guillermo Calvo, en tanto, intentó explicar la inquietud generada por las declaraciones
de Soros, pero apuntó que no hay razones para intranquilizarse. Si Soros dice eso,
uno se preocupa. Este señor la ha acertado muchas veces. Uno piensa que, por ahí, sabe
algo que uno no sabe. Pero no hay razones para intranquilizarse. Puede tener razón en que
la Argentina ha perdido un poco su competitividad, pero eso no va a traer, per se, un
colapso financiero, refutó.
La devaluación favorece al exportador, pero el peón y el obrero van a estar peor
por la baja de los salarios reales, señaló Calvo. Los que favorecen esa
medida dicen lo mismo que Ricardo López Murphy (quien no hace mucho lanzó la propuesta
de bajar salarios para salvar la convertibilidad) en forma indirecta y, por otro lado,
promueven la inflación. El economista, actualmente profesor de la Universidad de
Maryland, Estados Unidos, indicó que el 80 por ciento del crédito privado y el 90
por ciento de la deuda pública está nominada en dólares, comoelementos a tener en
cuenta a la hora de evaluar las consecuencias de una devaluación.
Admitió, por otra parte, que el país está en una situación muy vulnerable,
reclamó que el ala política del gobierno se dé cuenta de ello, pero que los
problemas están relacionados con el frente fiscal. Finalmente, advirtió que
los mercados están muy atentos a todo lo que sucede en Argentina.
OPINION
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