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DOCE
Por Ernesto Tiffenberg

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(Viene de tapa)
t.gif (862 bytes) “Qué curioso –se sorprendió el encargado de alquilar la oficina de Perú al 400 cuando se enteró de que en menos de una semana allí funcionaría un diario–. Acá ya estuvo Primera Plana; debe ser el destino.”
En el baño se instaló el laboratorio fotográfico y en la oficina de dirección quedó apenas lugar para los tableros de diagramación. Pero el hacinamiento resultó propicio y con sólo un mes de embarazo nació la criatura. Salía de martes a sábados. Tenía 16 páginas.
Pasaron doce años. Las páginas se multiplicaron y cada día de la semana encontraron compañía en los correspondientes suplementos, libros o fascículos coleccionables. Casi todo cambió: desde las oficinas, ahora en la planta baja de Belgrano al 600, hasta los días de reunión con los lectores, desde el año pasado la semana completa.
Pero algunas cosas siguieron igual. La mirada crítica; la falta de respeto (en el peor sentido de la palabra) a los factores de poder; la precisión informativa; la convicción de que el periodismo no está reñido con la literatura; la posibilidad de sonreír con lo que pasa, de burlarse de todo empezando por uno mismo; la investigación sin concesiones y el compromiso democrático fueron y son el sentido de estas páginas.
También el mundo cambió. Quizá no tanto como hubiéramos querido. Quizás en otro sentido que el soñado. En su semana inaugural este diario se concentró en tres temas: el juicio a Klaus Barbie, el primero que se hizo en Francia a un nazi acusado por crímenes contra la humanidad; la Masacre de Budge, donde la policía asesinó a tres jóvenes simulando un enfrentamiento; la discusión del proyecto de Obediencia Debida con que Raúl Alfonsín quería exorcizar los sueños monstruosos de la razón militar.
Hoy Pinochet está preso por sus crímenes contra la humanidad, la Justicia condenó a cadena perpetua a los policías responsables del secuestro tortura y muerte de Miguel Bru, el primer desaparecido en democracia, y la Obediencia Debida tiembla ante las detenciones en cadena de los responsables del robo de bebés durante la represión ilegal.
En su semana de estreno, este diario también anunció el lanzamiento de Carlos Menem, el primer político que se postuló para suceder a Raúl Alfonsín. Menem fue el único protagonista del acto en el hotel Bauen que le prepararon Luis Barrionuevo y Jorge Triaca. Doce años después se retira a empujones del poder, rodeado casi solamente por esos mismos nombres.
En esos días Europa discutía la desnuclearización del continente. La OTAN había recibido una propuesta del Pacto de Varsovia para desarmar sus misiles y esperaba la respuesta alemana para iniciar las negociaciones. Hoy la OTAN incorporó a buena parte del Pacto de Varsovia en la primera guerra del siglo XXI. Una guerra no declarada contra un pueblo que contempla inerme cómo las bombas van destruyendo una a una sus posibilidades de futuro. Una guerra donde ni siquiera pueden soñar con la dignidad de morir en batalla, donde los “errores” resultan más efectivos que los aciertos a la hora de desmoronar las defensas de la población ante la catástrofe. La primera guerra lanzada con propósitos humanitarios multiplicó hasta el infinito el sufrimiento de los protegidos y, con el argumento de los crímenes contra la humanidad, vulneró toda la legalidad construida para amortiguar el impacto bélico sobre las poblaciones civiles.
El artículo seis de la Carta del Tribunal de Nuremberg, recordado en aquellos días durante el juicio a Barbie, definía como crimen contra lahumanidad “el asesinato, el exterminio, el sometimiento a esclavitud y la deportación”, por los que la OTAN acusa a Milosevic. Pero también a “todo acto cometido contra la población civil antes y durante una guerra”, por los que el mundo debería acusar a la OTAN.
“Doce años son pocos, vamos a hacer dieciséis, veinticuatro”, se escucha ahora en la redacción de Página. Pasaron doce años de aventuras y sólo queda dar gracias, lector, por los próximos doce. “Gracias por dejarnos la palabra/ que vuela en un claro de la tempestad/ a ciertas dichas, ciertas esperanzas...” , como dice Juan Gelman en el CD que acompaña este diario. O como también dice allí Eduardo Galeano: “Hace unos trescientos mil años, la mujer y el hombre se dijeron las primeras palabras y creyeron que podían entenderse. Y en eso estamos, todavía: queriendo ser dos, muertos de miedo, muertos de frío, buscando palabras”.
Queriendo ser dos, lector, buscando palabras.

REP

 

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