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Por Raúl Kollmann Con un acto más bien modesto, la AMIA inauguró ayer su nueva sede central en el mismo predio donde se produjo el atentado de 1994. Unas tres mil personas participaron de la concentración, en la que estuvo presente el jefe del gobierno porteño, Fernando de la Rúa, pero sólo se acercaron figuras de segundo nivel del Ejecutivo nacional. El titular saliente de la AMIA, Oscar Hansman, insistió en lo que fue el tema central de la convocatoria: Reclamamos que se profundice la investigación sobre la conexión local y que se haga la elevación a juicio oral de la partefundamental de la causa AMIA, la que comprende a los policías bonaerenses y delincuentes acusados de ser cómplices del atentado. Hay evidencias suficientes para condenarlos. La inauguración del nuevo edificio fue largamente anhelada, a tal punto que se produce casi cinco años después del ataque. Sin embargo, cuando se esperaba un acto gigantesco, organizado con mucho tiempo de antelación y con la presencia de miles de alumnos de las escuelas, integrantes de las asociaciones culturales y socios de los clubes de la colectividad judía, la convocatoria se hizo a las apuradas, básicamente porque el próximo lunes cambian las autoridades de la AMIA y asume un nuevo presidente. Ese apuro seguramente le restó público a lo que es un hito para la comunidad judía argentina: inaugurar el nuevo edificio donde se produjo el mayor atentado que sufrió una institución judía después de la Segunda Guerra Mundial. El público se agrupó ayer sobre la calle Pasteur, extendiéndose hasta la intersección con Tucumán, en tanto que el palco quedó emplazado exactamente frente al majestuoso edificio nuevo donde quedaron, como homenaje, los cartelones negros en que los familiares escribieron, hace ya muchos meses, en letra cursiva y en pintura blanca, los nombres de las víctimas. El acto se inició con el sonar de la sirena a las 9.53, la hora del atentado, y la lectura de los nombres de las 86 personas muertas aquel 18 de julio. De inmediato, el gran rabino de Buenos Aires, Salomón Ben Amu, leyó una breve oración por los difuntos. Además de Hansman, hablaron en el acto el decano de la Facultad de Derecho de la UBA, Andrés DAlessio, el procurador de Israel, Elyakim Rubinstein y el embajador de ese país en la Argentina, Itzhak Avirán. El objetivo del atentado fue desestabilizar a la comunidad judía argentina dijo Avirán; asestarle otro golpe mortífero cuando aún no se había superado el primero, el del atentado contra la embajada. Pero los autores no lograron su cometido: este edificio es el monumento más sublime levantado por el pueblo judío argentino. El diplomático denunció: He visto manos oscuras que escondieron pistas en la investigación. Por el lado del Gobierno, las ausencias fueron bastante más notorias que las presencias. Los únicos funcionarios de rango que estuvieron en la inauguración fueron la secretaria de Derechos Humanos, Inés Pérez Suárez, y el titular del Instituto contra la Discriminación, Víctor Ramos. Por parte de la oposición llegaron De la Rúa, el ex presidente Raúl Alfonsín y los diputados Juan Pablo Cafiero, Marcelo Stubrin y Guillermo Estévez Boero. Sin dudas, el momento más emocionante fue el corte de cintas, realizado por viejos socios y empleados de la AMIA y, enseguida, la apertura de las puertas. La imagen del primer ingreso del público al edificio fue sobrecogedora: era el regreso a casa después de cinco años de un dramático exilio. La mayoría de los que iban entrando tenían los ojos nublados por las lágrimas.
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