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“Decía que acá su ángel de la guarda no bajaba ”

El Teatro Nacional Cervantes, que dirigía al morir, le tributó un homenaje, en simultáneo con Cuba y México, al dramaturgo Osvaldo Dragún. Interinamente, lo sucede Osvaldo Calatayud.

Calatayud (derecha) quiere estrenar “El pasajero” en el 2000.
Esa fue la última obra que escribió Osvaldo Dragún, en México.

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Por Hilda Cabrera

t.gif (862 bytes) ”Las huellas de una persona no pueden reducirse a un inventario de cosas”, decía la nota enviada a la ceremonia que se realizó el martes en el Teatro Nacional Cervantes en homenaje al dramaturgo Osvaldo Dragún, fallecido el 14 de junio. La suscribía la comunidad teatral mexicana de la Escuela Internacional de Teatro de América Latina y del Caribe (Eitalc), creada por Dragún en La Habana. Una escuela “única, humilde, peregrina y trashumante”. Para los artistas mexicanos, la “huella mayor” era el afecto que el autor había depositado en sus relaciones de trabajo. El acto organizado a instancias de Ileana Diéguez, subdirectora de la Escuela, quien propuso recordar “al maestro y amigo”, celebrando un brindis por la vida: a la distancia, pero en una misma fecha y a la puesta del sol.
La ceremonia en el Cervantes fue breve. “Cuando escribo no me pregunto qué quiero decir o demostrar. En realidad, no quiero decir ni demostrar nada, pero es mi vida la que está en juego”, había expresado el dramaturgo en un encuentro grabado en video. Esas y otras palabras fueron rescatadas a través de su lectura. Participaron del “brindis” un grupo de actores, y amigos y colaboradores de Dragún, el subdirector del Teatro, Osvaldo Calatayud, y el actor Lito Cruz, director del Instituto Nacional de Teatro. En diálogo aparte con Página/12, Calatayud manifestó su intención de estrenar en el 2000 la última obra de Dragún, El pasajero. “Sería una despedida con todo”, apuntó el funcionario (cuyo mandato finaliza, en principio, en octubre de ese año), también director teatral e investigador del teatro argentino y de su historia, que preservó a través de su trabajo en el Instituto Nacional de Estudios Teatrales que funciona en el subsuelo del Cervantes.
El pasajero fue escrita en México. “Chacho decía que acá su ángel de la escritura no bajaba, y estaba muy preocupado por eso”, cuenta Catalayud. “La hoja en blanco se había convertido en su enemiga. Había llevado una vida errabunda, yendo siempre de un país a otro, pero cuando volvió me dijo `voy a quedarme’. Quién sabe ese ángel se enojó ... Dragún era un gran fabulador, no en el sentido de mentiroso sino de imaginar cosas. Le gustaba inventar ... Pienso que murió de acuerdo a cómo vivió. No fue en una cama, en un hospital ... sino en la butaca de un teatro, porque antes de ser cine el Grand Splendid fue teatro. Cuando entró, le había dicho a su mujer: ¡Qué lindo teatro! Y se murió con apenas un gemido, de un infarto, pero de una manera medio fabulosa, extraña ... Sus últimas obras muestran más que las primeras la gran imaginación que tenía, y son autobiográficas, como La soledad del astronauta.”
Por otro lado, la programación del Cervantes se mantiene. “La autarquía nos dio la posibilidad de ser libres”, cree Calatayud. “Es cierto que esa libertad se debe también a que el Gobierno está en otra cosa, a que el teatro no representa ninguna amenaza. ¿A quién le va a cambiar la cabeza? Aquel sueño romántico de que con el teatro íbamos a hacer la revolución era un sueño tonto. En una realidad como ésta, donde las superpotencias económicas manejan todo, cien mil espectadores en una ciudad tan grande como Buenos Aires no molestan a nadie. Entonces, con cierta inteligencia, nos dejaron hacer.” Pero los recortes presionan, aun cuando se intente sortear con imaginación las dificultades que ocasionan las carencias. Un tema fundamental es, además de la lucha por el peso, la conservación del espacio. Sobre esto dice Calatayud: “Acá seguimos trabajando. Terminemos con esa historia de banderías, porque de lo contrario no vamos a avanzar nunca”. La propuesta inmediata es presentar Los indios estaban cabreros, de Agustín Cuzzani, dirigida por Rubén Pires, y concretar lo proyectado: además de las obras de autores argentinos, un tercer Encuentro de Teatro Iberoamericano en el 2000, por ejemplo, y una puesta del actor y director catalán Albert Boadella junto a su compañía Els Joglars. El tema es “sumar y no restar”, como quería Dragún, “vivo a nuestro lado .-según escribió eldramaturgo Carlos Gorostiza–, como lo estuvo durante sus largos años de lucha, no sólo entre nosotros sino también en países amigos”.

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