Por Diego Schurman Unos 2500 dirigentes,
delegados, activistas gremiales y desocupados de todo el país están procesados e
imputados por su participación en protestas sociales. Las causas todas ellas
iniciadas durante el gobierno de Carlos Menem tratan hechos aparentemente aislados
y, aunque en cada una de ellas el Estado respondió con una persecución penal formalmente
encuadrada en términos legales, no desecha la represión física y hasta la ilegal.
Los datos surgen del informe anual sobre derechos humanos en el movimiento obrero que el
Comité de Acción Jurídica (CAJ), adherido a la Central de Trabajadores Argentinos,
elaboró junto a entidades nacionales e internacionales.
Según el trabajo, el disparador de los conflictos que el Estado se preocupa en
judicializar a fin de ejercer un mayor control social y desarticular
cualquier tipo de protesta se origina en el empeoramiento de la situación
socioeconómica.
Durante 1998 se produjeron sobradas señales en ese sentido. Las que contempla el informe
son, entre otras, el crecimiento de la deuda pública y la desocupación, la caída de la
actividad industrial, el recorte presupuestario para los planes de trabajo, el recorte
salarial en algunas provincias y el cese de pagos en otras.
En todos los casos, los afectados por la judicialización son trabajadores que
ejercieron sus legítimos derechos de huelga, de expresar sus ideas en forma
pública o de peticionar ante las autoridades. Algunos de ellos directamente se
murieron por ejercer esos derechos, como el caso del obrero Víctor Choque, en Tierra del
Fuego, y la empleada Teresa Rodríguez, en Neuquén, ambos asesinados cuando marchaban en
demanda de mejoras laborales y salariales.
La modalidad de protesta que generó la mayor reacción por parte del Estado fue el corte
de ruta. Entre el 97 y el 98 hubo más de doscientos. Uno de los cortes
ocurrió en la Ruta Nacional 3, a la altura de Comodoro Rivadavia, donde 6 de los 100
manifestantes, entre ellos el secretario general de la Asociación de Trabajadores del
Estado, Walter Natera, se encuentran imputados, como si el génesis del problema que
motivó el corte no estuviera relacionado con la situación social.
Insólitamente, en Chubut también llegaron a acusar a los trabajadores de
alzarse contra el poder constitucional. Fue el caso de un juez federal a raíz
de los cortes de ruta, pese a que el propio poder público reconoció la legitimidad del
reclamo.
En Neuquén se intentó comprometer al Poder Judicial para que juegue un rol represivo
contra las protestas. Los funcionarios de primera línea del Gobierno realizan
presentaciones ante los tribunales contra delegados y dirigentes, ante cualquier medida de
fuerza, protesta o movilización.
Esto ocurrió durante una protesta contra la rebaja salarial de los estatales. Los
trabajadores se reunieron con los legisladores. Estos los atendieron, pero al día
siguiente les iniciaron una causa penal asegurando que se los habían amenazado. Ante las
pruebas de video, que echaron por tierra el argumento de los legisladores, el fiscal
enderezó la acusación hacia supuestos daños y resistencia a la autoridad. Alegó que se
había forzado la puerta de entrada y agredido al policía que la custodiaba.
En Neuquén también se confirmó una tendencia que avanza sobre el resto de las
provincias: la de acusar por coacción agravada y reprimir físicamente a
aquellos dirigentes que ejercen el derecho a peticionar antes las autoridades, como
ocurrió con los delegados del Instituto de Servicios Sociales de la Asociación Bancaria
de Buenos Aires.
Los trabajadores de Luz y Fuerza de Mar del Plata sufrieron un juicio por desafuero contra
toda su plana directiva y, paralelamente, un juicio penal como respuesta a su lucha contra
las privatizaciones de Eseba, los aumentos abusivos de tarifas y el despido de operarios.
Lo mismo ocurrió con la huelga de Editorial Atlántida o de los metalúrgicos de Tierra
del Fuego.
El informe no se queda en la recolección de datos. También propone un conjunto de
medidas para contrarrestar la denominada persecución penal. Algunas de ellas son:
Solicitar al
Gobierno la anulación de los procesos penales contra dirigentes gremiales y sociales.
Denunciar los
actos ilícitos ante la Organización Internacional del Trabajo y la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos.
Establecer una
red de coordinación y solidaridad entre todos los abogados de países que defienden este
tipo de causas.
Protesta La antimenemista Central de Trabajadores Argentinos (CTA), que conduce el
estatal Víctor De Gennaro, formalizará mañana a las 13, en una conferencia de prensa en
la intersección de Avenida de Mayo y Perú, la convocatoria a una jornada de protesta
nacional para el próximo martes 6 de julio. La consigna será Trabajo para
todos y entre los convocantes, además de la CTA, figuran APyME, Federación
Universitaria Argentina, Federación Agraria Argentina e Instituto Movilizador de Fondos
Cooperativos. |
Espionaje a delegados No toda la Justicia falla en contra de los intereses de los trabajadores. Por
primera vez en la historia del derecho argentino se demostró judicialmente la existencia
de espionaje contra delegados y activistas del gremio telefónico FOETRA. El juzgado
laboral Nº 35 de la Capital Federal hizo lugar al recurso de hábeas data interpuesto y
condenó a la empresa Telefónica de Argentina a entregar una serie de cintas de video. En
ellas se registraron conversaciones obtenidas ilegalmente para espiar la actividad del
personal con el propósito de utilizarlas para obtener su despido y persecución gremial.
Telefónica de Argentina había negado la existencia del espionaje y de los propios
videos. Según el abogado del sindicato Buenos Aires de FOETRA, Juan Carlos Capurro,
todas las grandes empresas tienen un control del video de la vida cotidiana de los
trabajadores, alegando ese derecho en el de propiedad que detentan sobre los
establecimientos. Pero como bien sostiene el fallo, ese derecho no involucra el hurgar de
la vida privada de los empleados ni vigilarlos en forma dictatorial durante sus tareas.
Esa violación a los derechos personales no puede ser efectuada ni aun bajo el
conocimiento del trabajador que no puede, por motivos de subsistencia de la relación
laboral, oponerse individualmente a las decisiones empresariales. |
EL JUICIO CONTRA UNA GREMIALISTA SANTIAGUEÑA
Por prestar el teléfono
Un caso
prototípico de la persecución judicial de los trabajadores es el que afecta a la estatal
Alba Luna Aguirre de Castillo. La secretaria general de la seccional Santiago del Estero
de ATE, que participó de las principales protestas contra los planes de ajuste del
gobernador justicialista Carlos Juárez, será sometida a un juicio oral y público entre
el 5 y el 16 de julio por el supuesto delito de haber prestado su teléfono particular al
gremio, en haber comprado un auto para el sindicato y en haberles pagado horas extras a
quienes efectivamente trabajaron.
Ninguna de estas conductas constituye delito, salvo para los policías y el juez, quienes
consideran que la dirigente gremial se hizo pagar el teléfono, se compró un
auto y delinquió para pagar horas de más. Es una aberración jurídica,
consideraron los abogados de la sindicalista.
Si todavía ni se pusieron de acuerdo para caratular el expediente. No saben si
hablar de estafa y defraudación, administración fraudulenta o delito de estafa,
agregó Aguirre de Castillo a Página/12.
La dirigente, una licenciada en Ciencias Políticas afiliada a la democracia cristiana,
tendió además un manto de sospecha sobre las tres mujeres integrantes de la tercera
Cámara Penal, a quienes ligó con la esposa de Juárez, actual diputada y a la vez
funcionaria del gobierno en un ministerio de la mujer.
Lunita, como se la conoce popularmente en Santiago del Estero, había sido ilegalmente
detenida para aclarar la situación de una ex afiliada que estaba mal incluida en el
padrón y cuyos aportes le fueron legalmente restituidos.
Ante esa situación, la Asociación de Trabajadores del Estado interpuso un hábeas corpus
ante el juzgado federal de turno. El hecho se produjo en momentos en que el sindicato
denunció penalmente a Juárez por defraudaciones reiteradas.
Juárez según la denuncia había cobrado a los afiliados la cuota sindical
pero no había entregado los fondos al sindicato, como corresponde legalmente.
OPINION
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