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![]() No digo que pueda no estar en su sano juicio, pero a lo mejor tiene algún problema físico que lo está llevando a ocuparse de cosas que no son natural o lógicamente explicables, dijo Zaratiegui, respecto de la posición de Balza. Memorioso, el contraalmirante que supo ser secretario naval durante la gestión de Emilio Massera como titular de la Armada, recordó que cuando en los viejos tiempos existía la Escuela de Marinería, en la isla Martín García, uno de los problemas que teníamos era la gran cantidad de homosexuales que trataban de ingresar, porque era un lugar que estaba lleno de hombres, nada más, no había mujeres. Dando muestra de que es un experto en la materia, Zaratiegui afirmó que a esos aspirantes automáticamente se los detectaba y luego se los eliminaba por ley de Justicia Militar. Zaratiegui, cuyas polémicas apreciaciones ni siquiera son apoyadas al menos públicamente por otras desconsoladas viudas de la dictadura, aseguró que la mayoría de la población, pese a lo que digan los grupos minoritarios homosexuales, está en contra de esa práctica, y la sociedad toda en general responde a ese tipo de conceptos. Para alejar toda sombra de sospecha, Zaratiegui que ha estado muchas veces preso por criticar a sus pares, a presidentes de la Nación o a la Justicia dijo que en las cárceles nunca había homosexuales, razón por la cual entiende que la propuesta de Balza es sólo un golpe de efecto a pocos meses de finalizar su gestión. Afirmó que la solución final para los homosexuales ha sido siempre darles la baja, como si ésa fuera una sanción menor. El ataque a Balza y a la homosexualidad es una muestra más de la controvertida personalidad de Zaratiegui, a quien ninguna persona parece venirle bien. En diciembre de 1985, en ocasión de un acto en el Colegio Militar, se negó a presentarle su saludo al entonces presidente Raúl Alfonsín, quien lo sancionó con diez días de arresto. Durante el juicio a los ex comandantes, Zaratiegui fue abonado al brulote. Para defender a Massera, hizo declaraciones con las que intentó refutar el testimonio del dirigente socialista Alfredo Bravo, víctima de los centros clandestinos de detención. Eso le valió un proceso por falso testimonio.
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