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    HOMENAJE A JORGE LUIS BORGES, EN EL TEATRO COLON
Música, maestro

Pedro Aznar presentó un disco de tributo, con Mercedes Sosa, Víctor Heredia, Lito Vitale, Jairo, Rubén Juárez y A.N.I.M.A.L de invitados.

Mercedes Sosa y Pedro Aznar conformaron un delicado dúo en la versión de “Caja de música"
El público se quedó coreando, junto a Rubén Juárez y Aznar, el estribillo de “Buenos Aires”.

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Por Carlos Polimeni

t.gif (862 bytes) Jorge Luis Borges recibió once ovaciones y una electrocución, en el teatro lírico más importante de Latinoamérica, ayer, el día en que hubiese soplado las cien velitas. Las once ovaciones sucedieron a otras tantas versiones de poemas suyos que Pedro Aznar musicalizó, cantadas por primera vez en público ayer por la tarde, en el Teatro Colón. La electrocución estuvo a cargo del grupo heavy A.N.I.M.A.L. que puso un mímimo porcentaje de su bestial potencia al servicio de “Insomnio”, en un momento de tensión absoluta dentro de la dinámica del recital. Aznar y el grupo fueron aplaudidos por una platea adicta, mientras una parte del público tenía cara de haber visto a Satanás, desnudo y riéndose del mundo, con un tridente ardiendo. Puede aventurarse que a Borges la música de A.N.I.M.AL. le hubiese causado perplejidad, si no miedo, pero que mucho más miedo y perplejidad le hubiesen causado esos supuestos dueños de la pureza que no podían creer que una guitarra eléctrica distorsionara en un coliseo lírico. Los empleados del teatro, que suelen sintonizar con los gustos más elitistas, pensaban lo mismo, y lo decían en voz más o menos alta, entre bambalinas. “Lo único que falta, es que un día quieran traer a la Mona Jiménez”, afirmaban, ofendidos ante el arte que no entienden. El señor la Mona Jiménez, en rigor, ya estuvo, y de frac, en el Colón: fue cuando recibió el premio Konex en el rubro de su especialidad, hace cuatro años. El Colón continuó en pie, como lo estaba anoche. La memoria de Borges, intacta.
El homenaje musical a Borges se concretó en un día bueno para la ficción: llovía y dejaba de llover en un Buenos Aires como espectral, en que era de noche a las cuatro de la tarde. El recital, organizado por Cultura del Gobierno de la Ciudad, constó de once canciones, que Aznar interpretó con seis invitados especiales: Mercedes Sosa, Lito Vitale, Jairo, Víctor Heredia, Rubén Juárez y A.N.I.M.A.L. En la visión de Aznar, la eclecticidad y la multiculturidad del escritor argentino más importante de la historia autorizan un jugueteo con una pluralidad de ritmos, más allá de los lógicos, los del arrabal y los de la pampa: fusión para “Buenos Aires”, rudeza de rap mezclado con música industrial-tribal en “Insomnio”, melodía japonesa en “Caja de música”, etc. El resultado, en primera audición, es atractivo, aunque su eclecticismo conspira algo contra la concentración. El show de ayer fue como una montaña rusa, lo que ayudó a que pasara volando. Jairo tiene un excelente y poco difundido disco con este mismo truco –canciones a partir de poemas de Borges– sólo que con musicalizaciones de diferentes compositores, lo que le da un volumen musical importante a su propuesta.
Para todos los músicos convocados pareció que haber sido elegidos para homenajear a Borges en el Colón era tocar el cielo con las manos –que lo fue– pero para ninguno eso estaba tan alejado de los sueños o pesadillas como para los A.N.I.M.A.L, un grupo suburbial de estética en que estar en Capital Federal es “venir al centro”. Cuando el grupo comenzó hubo, de verdad, gente que se persignó en la platea, mientras como en un mantra otra repetía “no, no”. Un grupo más audible, y más joven, aplaudía a rabiar. Curiosamente, la lírica de Borges en “Insomnio”, incluido en “El otro, el mismo”, de 1964, pero fechado en Adrogué en 1936 (“Toscas nubes color borra de vino inflamarán el cielo; amanecerá en mis párpados apretados”) parecía como hecha a medida para ese incendio de música que fue la interpretación. Los otros temas en programa, todos de la dupla Borges-Aznar, fueron “Al horizonte de un suburbio”, “Tankas”, “A un gato”, “Caja de música”, “El”, “El suicida”, “El gaucho”, “Los enigmas”, “H.O.” y el inmortal “Buenos Aires”. María Kodama, enigmática, era la dama de honor de la cita. Su fallecido esposo parecía observar a todos desde su sabia ceguera, su figura repetida en dos fotografías gigantescas colgadas de los telones de escena. Si el suave y enigmático dúo de Aznar y Mercedes Sosa en “Caja de música”, que fue el único bis, despertó los mejores aplausos del público más convencional y Víctor Heredia (“El gaucho”) y Jairo (“H.O.”) concretaron profesionalmente bien sus intervenciones, debe subrayarse el efecto hipnótico que rodeó el final, con la presencia, en voz y bandoneón, de Rubén Juárez para “Buenos Aires”. De hecho, la gente se quedó coreando, con suavidad y respeto, por largos segundos, el estribillo más perfecto que alguien haya escrito, y pueda escribir, sobre la ciudad en que Borges nació, y no está enterrado: “No nos une el amor, sino el espanto; será por eso que la quiero tanto”.

 


 

LA TRASTIENDA DEL RECITAL, VIVIDA POR DENTRO
Bandoneón, teclas, voces y distorsión

Por Pablo Plotkin

t.gif (862 bytes) 14.00. Tarde de lluvia en Buenos Aires. Sobre el escenario del Teatro Colón Pedro Aznar prueba sonido con su banda, frente a treinta chicos de una escuela primaria que salieron de excursión. Los guardapolvos blancos se dispersan entre las butacas del fondo, al lado de las consolas de sonido e iluminación. Recién empieza el ensayo final del homenaje a Borges y Aznar pide que suban el sonido de los bombos de su baterista y el retorno de la voz. El bajista canta los versos de “El”, un poema que el gran escritor argentino publicó en 1964, en El otro, el mismo. El dúo de cuerdas pone a punto los arreglos. “Esto sí suena más al Colón”, dice al micrófono Pedro cuando el violinista ensaya una melodía. Los alumnos de excursión abandonan la sala, mirando con algo de curiosidad fugaz el techo abovedado del teatro.
14.30. La chica que se encarga de las visitas guiadas se esfuerza más de lo habitual para explicar la escena al contingente de turistas que entra al Colón. Es que lo que ocurre sobre el escenario no es, seguramente, lo que se imaginaban de lo que les habían anunciado del teatro porteño que es monumento histórico nacional. Lo de los afiches gigantes de Borges que se levantan con cuerdas para ubicarlos contra el telón se explica fácil. “Hoy, hace exactamente cien años, nacía Jorge Luis Borges. Hoy acá va a haber un homenaje”, explica la guía en buen inglés, y una pareja de alemanes asiente. Lo que no terminan de entender es cómo se relaciona eso con la banda que está tocando: el trío A.N.I.M.A.L., principal referente del heavy argentino de fin de siglo, interpreta junto a Aznar el poema musicalizado “Insomnio”, en una versión industrial al estilo Rage Against The Machine. “No sé si la gente que viene apreciará con el corazón lo que nosotros hacemos. Lo nuestro es más ruido, distorsión y decibeles”, le dice a Página/12 Marcelo Corvalán, bajista del grupo, algo desorientado con sus dreadlocks contemplando los palcos todavía vacíos de la sala. “Yo lo que sé de Borges lo sé por las revistas y los diarios”, admite Corvata. “Para mí es una masa, un poeta que representó a la Argentina de una manera impecable, aunque por ahí no tiene nada que ver con lo que decimos nosotros en una letra”.
15.00. Rubén Juárez sube con su bandoneón al escenario, se abraza con Pedro y le alcanzan una tarima para que apoye su pie izquierdo. Un japonés se entusiasma con el sonido del instrumento, hace un gesto para sacar una foto y alguien le advierte que no lo haga. El japonés inclina la cabeza y sonríe como diciendo “no hay problema”.
16.00. Lito Vitale llega a la prueba de sonido, saluda a los A.N.I.M.A.L., a Aznar y al resto de los músicos. Se sienta un momento al piano, toca un rato y Pedro, algo apurado porque falta poco para que empiece la función, sonríe y le pregunta si escucha bien. El pianista le contesta que sí y Aznar le muestra el pulgar. “No hace falta ensayar más”, parece querer decir. Entonces suben a probar la voz Jairo y Víctor Heredia.
16.30. Tres brasileños del contingente apenas si pueden creer su suerte: no se imaginaban que su city tour iba a terminar azarosamente en una función exclusivísima de Mercedes Sosa en el Colón, cantando la versión musicalizada de un poema de Borges. En el único pasaje aplaudido de la prueba de sonido, la Negra se para con su poncho y sus lentes frente a un atril con los versos de “Caja de música”. Los brasileños deben rogar que en San Pablo les crean la anécdota.

OPINION

 

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