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CONTRA TODAS LAS VERSIONES, LOS DOS PILOTOS MURIERON
Historia de un gran equívoco

Funcionarios dijeron que estaba vivo. Hubo hasta un testigo que contó cómo lo sacó y lo que dijo. Pero nada era cierto.

Estado de la grúa contra la que chocó el avión.
El cuerpo del piloto fue sacado de la cabina.

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Por Alejandra Dandan

t.gif (862 bytes) –¿Por qué cree que es el piloto?
–Porque lo sacamos de la cabina.
No existían dudas. Un único testigo y la repetición de un relato desarticulado hicieron pensar durante más de doce horas que Gustavo Weingel, el piloto de la nave de LAPA, había logrado escaparle a la lista de muertos. Su cuerpo no aparecía, pero ese relato se volvió más verosímil que las listas de sobrevivientes. Fue real para el secretario de Salud porteño, Héctor Lombardo, que igual que la empresa avaló la teoría del piloto vivo. Todos los diarios –incluso éste– publicaron que Weingel vivía. Circularon teorías conspirativas: en ellas el hombre estaba “guardado”. La verdad no apareció hasta la tarde: “Ahora me acabo de enterar que mi hermano murió”. Ricardo Weingel, ya cansado, supo que ese cuerpo vestido de uniforme rescatado de la cabina era Gustavo. En la tripulación viajaba además el copiloto, una comisario de abordo y dos azafatas. Ellas dos están vivas.
Las dos azafatas fueron atendidas en la clínica Bazterrica. Hasta allí llegó poco después Ricardo Weingel. Buscaba a su hermano. La radio le había dicho que vivía, él estaba seguro: había escuchado a un testigo presentado como profesor de golf del Driving Range, y de nombre Santiago Berlengo. Su voz daba cuenta del piloto rescatado vivo.
–Nos dijo que era el piloto, decía que se quería morir. Lo metimos en la primera camioneta que llegó.
Eso bastó para activar una búsqueda obsesiva. Ricardo rastreó al hombre que pasó los últimos diez años como piloto de LAPA en la clínica de las azafatas. Preguntó y supo que Gustavo no estaba entre los internados. Le sugirieron, entonces, el Rivadavia. Desde allí la opción fue el hospital Aeronáutico. Y siguió: “En el sindicado de pilotos me dijeron que probablemente estaba en el Fernández”, dice. Revisó cada lista, el nombre Weigel no aparecía. Tampoco el cuerpo. “A las cinco de la mañana el director del SAME me empezó a preparar –cuenta–: me explicó que la versión de que mi hermano estaba vivo no estaba confirmada.”
Mientras él rastreaba, las azafatas dejaban el hospital. “Estas chicas merecen en realidad que las llamen héroes... porque se dejaron para el final, para salvar a los pasajeros.” La mujer no dijo mucho más. Del otro lado del teléfono dice a Página/12 que María Lía Antolín duerme. Dice también que la azafata está shockeada, que pasó la noche en vela. Antolín es una de las dos mujeres que abrieron a empujones la puerta salvadora de la nave. La otra es Cristina Iglesias.
Ricardo Weigel supo finalmente que su hermano estaba muerto. Durante la tarde se informó extraoficialmente que dos cuerpos carbonizados habían sido rescatados de la cabina. Hacía 18 años que Gustavo Weigel era piloto. Tenía 44 y siete hijos.

 

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