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A mayor presencia de Duda, menor
participación de los Calafate boys

Los integrantes del ala progresista del duhaldismo, con Kirchner y Busti a la cabeza, reprochan a Duhalde su creciente soledad y
el neomenemismo impreso a la campaña por Duda Mendonça y Aráoz.

Criterio: Cuestionan al candidato que privilegie “las técnicas del marketing por encima de la política, que es la que debe bajarle la línea a los publicistas”.

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Una imagen que, según parece, dejará de ser frecuente: Néstor Kirchner muy cerca del candidato peronista Eduardo Duhalde.
Calafate pretende ser el embrión de un espacio progresista que tratará de crecer más allá de los comicios del 24 de octubre.


Por Miguel Bonasso

t.gif (862 bytes) Eduardo Duhalde prepara en absoluta soledad, con el único auxilio creativo del gurú brasileño José Eduardo “Duda” Mendonça, un instante cenital de su campaña: el debate televisivo que sostendrá –el 15 de setiembre próximo– con Fernando de la Rúa. Un encuentro que posiblemente se llevará a cabo en el programa de TN “A dos voces”, y le genera al candidato justicialista no pocas ansiedades, apenas atenuadas por la esperanza siempre renovada de repetir algunas hazañas que registra la historia internacional de los combates frente a las cámaras, como aquel duelo de los sesenta, en el que John Kennedy le dobló la muñeca a Richard Nixon, que parecía el favorito.
Un viejo dirigente peronista, que apoya al gobernador bonaerense con algunas reservas, imagina que esa soledad es la “del comandante de un barco que se encierra en su camarote a la hora de tomar decisiones”. Otro dirigente, afín al santacruceño Néstor Kirchner (que hizo gala de su independencia en el reciente encuentro de Tanti), corrige la metáfora con sorna: “Sólo que ese comandante tiene al primer oficial en Sao Paulo y al piloto en Río de Janeiro”. Es que, precisamente, lo que Kirchner y otros dirigentes como el veterano Julio Bárbaro cuestionan a un candidato –al que pese a todo siguen apoyando–, es que privilegie la publicidad “y las técnicas del marketing por encima de la política, que es la que debe bajarle la línea a los publicistas”. Alejados del entourage duhaldista por el encierro que asumió el comandante, estos y otros dirigentes que alguna vez integraron el hoy inexistente comando de campaña no ocultan sus críticas y recelos, que van más allá de las dudas que les suscita Mendonça. Chiche Duhalde, en cambio, celebra el encierro de su marido y comenta a todo aquel que la quiera oír: “Ahora la cosa está más clara y Eduardo está más tranquilo, porque no tiene que escuchar cientos de planteos distintos”. El temor en las tiendas duhaldistas excede al llamado Grupo de Calafate, un núcleo de intelectuales vinculados con la progresía peronista que nació en aquella localidad de Santa Cruz el año pasado y vio frustradas sus posibilidades de aportar programáticamente a la campaña, en el reciente cónclave mediterráneo de Tanti, donde las diferencias entre Duhalde y Kirchner (el primer gobernador que apoyó al bonaerense cuando Menem todavía comandaba la corporación de mandatarios provinciales) se hicieron públicas y notorias. Allí se tornó evidente lo que el santacruceño había musitado muchas veces en privado: Calafate pretende ser el embrión de un espacio progresista que tratará de crecer más allá de los comicios del 24 de octubre. Un espacio que, paradójicamente, podría tener más chances de consolidarse si el justicialismo fuera derrotado y llegara la hora de barajar de nuevo: perspectiva que ninguno de sus integrantes quiere aceptar. Al menos en voz alta.
En el duro presente, gobernado por las encuestas que favorecen a la Alianza, los “calafateños” y otros dirigentes que perdieron pie en la tarima principal dejan oír sus quejas. Les preocupa el tema de la Capital, que para ellos es central. No entienden para qué Duhalde se hizo otorgar plenos poderes en el reciente congreso partidario si al final no va a interv enir el distrito metropolitano. Unica chance seria de reemplazar tres candidaturas que a su juicio van a garantizar una derrota decisiva: las de Raúl Granillo Ocampo, Carlos Vladimiro Corach y Miguel Angel Toma. “Símbolo del PJ porteño, regido por el aparatismo más obsceno, el clientelismo y la compra de votos”. Tres cualidades que no ayudarán a superar el módico 12 por ciento de los votos, otorgándole a la Alianza la diferencia que puede ser decisiva a nivel nacional. Para estos críticos, los legisladores adictos al gobernador bonaerense terminarán “aprobando el pliego de Corach junto con las huestes de Chacho Alvarez”. Actitud que sólo puede ser entendida en el marco de un nuevo y letal acercamiento de Duhalde al menemismo. Un puente de plata erigido, entre otros cerebros, por el ubicuo Eduardo Bauzá. El neomenemismo del candidato, desde esta óptica, puede resultar “fatal para la vida del artista”. Duhalde, sostienen, ganó muchos puntos cuando se animó a decir que el modelo estaba muerto y alcanzó su pico en las encuestas en mayo pasado. Había llenado las alforjas con su campaña personal contra Alfredo Yabrán y el palo que le metió en la rueda al proyecto presidencial de la reelección, y empezó a desgastarse cuando articuló sus equipos con los de su partenaire Palito Ortega y Julio César “Chiche” Aráoz se encumbró como portavoz. Desde ese momento se entró en una meseta y el discurso se tornó errático. A partir de entonces, también, la cercanía con un Menem que no ha dejado de esmerilar a su posible sucesor, se ha ido tornando cada vez más evidente hasta llegar a lo que uno de los críticos internos considera “una obscenidad”: la foto que se tomó el lunes pasado en Parque Norte rodeado por Alberto Pierri, Eduardo Menem y dos dirigentes demasiado pegados al escándalo de José Manuel Pico: Loly Domínguez y el Ronco Lence. “Estos personajes –subraya esta fuente-, antes rodeaban el palco, pero no se subían. Sólo estaban Eduardo y Chiche junto a Palito y Evangelina. Pero ahora no han vacilado en treparse.”
Un salto que no sólo causa escozor en la gente cercana a Kirchner, sino también en varios de los gobernadores, como el entrerriano Jorge Busti, un hombre que pesa dentro de la corporación más fuerte del justicialismo y no ahorra críticas contra Chiche Aráoz. Un dirigente del que se comentan sus vínculos con la dictadura militar y cuyo peso en las cercanías de Duhalde es explicado por algunos como un intento más de quedar bien con la DEA norteamericana, con la que Aráoz –igual que el nuevo ministro de Justicia y Seguridad de la provincia de Buenos Aires, Osvaldo Lorenzo–, tienen nexos fluidos. El gobernador bonaerense, como se sabe, sobreactúa en sus buenas relaciones con el FBI y la DEA, para sacarse de encima las vecindades con el narcotráfico que algunos periodistas, políticos y también ciertos operadores del yabranismo le atribuyeron en el pasado reciente.
“Si no despega del menemismo –concluyen los críticos– de poco servirán Duda Mendonça, ni la Cábala a la que acude Palito. Porque la única posibilidad de ganarle a Chupete (Fernando de la Rúa) es con realismo político y no con realismo mágico.” Pero aun así, con todas las falencias que apuntan, siguen pensando que “Duhalde es la única alternativa”. Y piden tres veces que el cronista lo escriba.

 

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