Por Miguel Bonasso Eduardo Duhalde prepara en
absoluta soledad, con el único auxilio creativo del gurú brasileño José Eduardo
Duda Mendonça, un instante cenital de su campaña: el debate televisivo que
sostendrá el 15 de setiembre próximo con Fernando de la Rúa. Un encuentro
que posiblemente se llevará a cabo en el programa de TN A dos voces, y le
genera al candidato justicialista no pocas ansiedades, apenas atenuadas por la esperanza
siempre renovada de repetir algunas hazañas que registra la historia internacional de los
combates frente a las cámaras, como aquel duelo de los sesenta, en el que John Kennedy le
dobló la muñeca a Richard Nixon, que parecía el favorito.
Un viejo dirigente peronista, que apoya al gobernador bonaerense con algunas reservas,
imagina que esa soledad es la del comandante de un barco que se encierra en su
camarote a la hora de tomar decisiones. Otro dirigente, afín al santacruceño
Néstor Kirchner (que hizo gala de su independencia en el reciente encuentro de Tanti),
corrige la metáfora con sorna: Sólo que ese comandante tiene al primer oficial en
Sao Paulo y al piloto en Río de Janeiro. Es que, precisamente, lo que Kirchner y
otros dirigentes como el veterano Julio Bárbaro cuestionan a un candidato al que
pese a todo siguen apoyando, es que privilegie la publicidad y las técnicas
del marketing por encima de la política, que es la que debe bajarle la línea a los
publicistas. Alejados del entourage duhaldista por el encierro que asumió el
comandante, estos y otros dirigentes que alguna vez integraron el hoy inexistente comando
de campaña no ocultan sus críticas y recelos, que van más allá de las dudas que les
suscita Mendonça. Chiche Duhalde, en cambio, celebra el encierro de su marido y comenta a
todo aquel que la quiera oír: Ahora la cosa está más clara y Eduardo está más
tranquilo, porque no tiene que escuchar cientos de planteos distintos. El temor en
las tiendas duhaldistas excede al llamado Grupo de Calafate, un núcleo de intelectuales
vinculados con la progresía peronista que nació en aquella localidad de Santa Cruz el
año pasado y vio frustradas sus posibilidades de aportar programáticamente a la
campaña, en el reciente cónclave mediterráneo de Tanti, donde las diferencias entre
Duhalde y Kirchner (el primer gobernador que apoyó al bonaerense cuando Menem todavía
comandaba la corporación de mandatarios provinciales) se hicieron públicas y notorias.
Allí se tornó evidente lo que el santacruceño había musitado muchas veces en privado:
Calafate pretende ser el embrión de un espacio progresista que tratará de crecer más
allá de los comicios del 24 de octubre. Un espacio que, paradójicamente, podría tener
más chances de consolidarse si el justicialismo fuera derrotado y llegara la hora de
barajar de nuevo: perspectiva que ninguno de sus integrantes quiere aceptar. Al menos en
voz alta.
En el duro presente, gobernado por las encuestas que favorecen a la Alianza, los
calafateños y otros dirigentes que perdieron pie en la tarima principal dejan
oír sus quejas. Les preocupa el tema de la Capital, que para ellos es central. No
entienden para qué Duhalde se hizo otorgar plenos poderes en el reciente congreso
partidario si al final no va a interv enir el distrito metropolitano. Unica chance seria
de reemplazar tres candidaturas que a su juicio van a garantizar una derrota decisiva: las
de Raúl Granillo Ocampo, Carlos Vladimiro Corach y Miguel Angel Toma. Símbolo del
PJ porteño, regido por el aparatismo más obsceno, el clientelismo y la compra de
votos. Tres cualidades que no ayudarán a superar el módico 12 por ciento de los
votos, otorgándole a la Alianza la diferencia que puede ser decisiva a nivel nacional.
Para estos críticos, los legisladores adictos al gobernador bonaerense terminarán
aprobando el pliego de Corach junto con las huestes de Chacho Alvarez. Actitud
que sólo puede ser entendida en el marco de un nuevo y letal acercamiento de Duhalde al
menemismo. Un puente de plata erigido, entre otros cerebros, por el ubicuo Eduardo Bauzá.
El neomenemismo del candidato, desde esta óptica, puede resultar fatal para la vida
del artista. Duhalde, sostienen, ganó muchos puntos cuando se animó a decir que el
modelo estaba muerto y alcanzó su pico en las encuestas en mayo pasado. Había llenado
las alforjas con su campaña personal contra Alfredo Yabrán y el palo que le metió en la
rueda al proyecto presidencial de la reelección, y empezó a desgastarse cuando articuló
sus equipos con los de su partenaire Palito Ortega y Julio César Chiche
Aráoz se encumbró como portavoz. Desde ese momento se entró en una meseta y el discurso
se tornó errático. A partir de entonces, también, la cercanía con un Menem que no ha
dejado de esmerilar a su posible sucesor, se ha ido tornando cada vez más evidente hasta
llegar a lo que uno de los críticos internos considera una obscenidad: la
foto que se tomó el lunes pasado en Parque Norte rodeado por Alberto Pierri, Eduardo
Menem y dos dirigentes demasiado pegados al escándalo de José Manuel Pico: Loly
Domínguez y el Ronco Lence. Estos personajes subraya esta fuente-, antes
rodeaban el palco, pero no se subían. Sólo estaban Eduardo y Chiche junto a Palito y
Evangelina. Pero ahora no han vacilado en treparse.
Un salto que no sólo causa escozor en la gente cercana a Kirchner, sino también en
varios de los gobernadores, como el entrerriano Jorge Busti, un hombre que pesa dentro de
la corporación más fuerte del justicialismo y no ahorra críticas contra Chiche Aráoz.
Un dirigente del que se comentan sus vínculos con la dictadura militar y cuyo peso en las
cercanías de Duhalde es explicado por algunos como un intento más de quedar bien con la
DEA norteamericana, con la que Aráoz igual que el nuevo ministro de Justicia y
Seguridad de la provincia de Buenos Aires, Osvaldo Lorenzo, tienen nexos fluidos. El
gobernador bonaerense, como se sabe, sobreactúa en sus buenas relaciones con el FBI y la
DEA, para sacarse de encima las vecindades con el narcotráfico que algunos periodistas,
políticos y también ciertos operadores del yabranismo le atribuyeron en el pasado
reciente.
Si no despega del menemismo concluyen los críticos de poco servirán
Duda Mendonça, ni la Cábala a la que acude Palito. Porque la única posibilidad de
ganarle a Chupete (Fernando de la Rúa) es con realismo político y no con realismo
mágico. Pero aun así, con todas las falencias que apuntan, siguen pensando que
Duhalde es la única alternativa. Y piden tres veces que el cronista lo
escriba.
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