Por Irina Hauser y Raúl Kollmann La Corte Suprema le imputó
anoche el atentado contra la Embajada de Israel a un conocido terrorista libanés y
ordenó su captura internacional. La resolución no se basa prácticamente en ninguna
prueba puntual. No hay ni un testimonio, ni un elemento de prueba que indique que el
imputado, Imad Mughniyah, haya estado en Argentina o haya tenido participación. La
conclusión del máximo tribunal surge de informes de inteligencia norteamericanos y
alemanes que señalan a Mughniyah como responsable de atentados que se produjeron en otros
países y como un posible organizador y ejecutor de la explosión en Buenos Aires. Estos
datos fueron cruzados con los testimonios de dos expertos en terrorismo quienes, sin
embargo, no mencionaron ningún posible culpable concreto. De esta manera, con el nombre
de un personaje al que ni Estados Unidos logra atrapar, la Corte quiere ponerle punto
final al expediente.
El alto tribunal sigue así su carrera por cerrar causas que incomodan al Gobierno. En
mayo de este año, la mayoría de los ministros firmó una resolución en la que
responsabilizaron directamente a la Jihad Islámica por el atentado ocurrido el 17 de
marzo de 1992, en el que murieron 22 personas. Los únicos que no adhirieron fueron
Enrique Petracchi y Augusto Belluscio. Para ellos, no se habían acopiado suficientes
elementos como para acusar a un grupo terrorista y no a otro. Esta vez Petracchi apoyó la
captura pero reiteró en un voto propio sus ideas anteriores.
Ahora, con la identidad de quien consideran presunto jefe del grupo organizador y
ejecutor de este atentado, los supremos están a un paso de declarar que la
pesquisa, al menos su parte principal, está terminada. El nombre de un culpable era lo
que faltaba. Por los despachos de los ministros, ya circula un borrador que afirma que
el atentado a la Embajada de Israel en Buenos Aires está
resuelto/esclarecido.
Las gestiones para llegar a este punto se aceleraron cuando, a mediados de julio, el
secretario de la Corte que está a cargo de la investigación, Esteban Canevari, viajó a
Washington para dialogar con funcionarios del FBI, de la CIA y del departamento de Estado
norteamericano. El viaje tuvo como objetivo lograr que dos especialistas en temas de Medio
Oriente, Ariel Merari y Bruce Hoffman, declararan ante la Corte argentina. Parte de los
contactos con ambos académicos fueron aceitados por el titular de la Delegación de
Asociaciones Israelitas Argentinas, Rogelio Cichowolsky, con ayuda del lobbista y abogado
de la comunidad judía neoyorquina Melvin Weiss. Finalmente, dieron su testimonio ante
Canevari el miércoles de la semana pasada.
Merari es miembro ejecutivo del Programa de Seguridad Internacional de la Escuela Kennedy
de Gobierno de la Universidad de Harvard. Hoffman es un director de la Rand Corporation y
autor de Inside Terrorism, uno de los libros más importantes sobre terrorismo
internacional. Ambos académicos coincidieron en señalar a la Jihad Islámica, con
respaldo de Irán, como responsable de la organización del atentado en Argentina y
dijeron estar seguros de que existió una conexión local que concretó los hechos. Con
todo, ninguno de los dos dio nombres de ningún culpable. Merari hasta aclaró que sólo
hay puras especulaciones basadas en estudios sobre el fenómeno del terrorismo
suicida.
Según informó un alto funcionario de la Corte a Página/12, al nombre del terrorista
Mughniyah se llegó cruzando los modus operandi descriptos por los dos testigos y los
informes de inteligencia suministrados por el gobierno de Estados Unidos, la CIA, el
gobierno de Alemania y la Secretaría de Inteligencia de Estados (SIDE). De estos
reportes, sin embargo, no se desprende ningún dato preciso que relacione al libanés con
la explosión de la embajada en Argentina.
Ayer a la tarde varios empleados de la Corte comentaban que alguien había ordenado vaciar
la oficina que ocupa la secretaría especial creadaen 1997 para motorizar la pesquisa
sobre el atentado a la Embajada, que llevaba cinco años paralizada. Al parecer, Canevari
se quedará sólo a cargo de la secretaría penal que le fue concedida a comienzos de este
año. Allí podría sobrevivir lo que quede del controvertido expediente. Una altísima
fuente de la Corte definió al imputado libanés como un perfecto chivo expiatorio
para poder cerrar esta causa y sacarse el problema de encima.
El fin comenzó a anunciarse a partir de la reunión que tuvieron el 10 de marzo el
embajador israelí, Itzhak Avirán, y el presidente del alto tribunal, Julio Nazareno.
Días después se conoció la resolución de los supremos que daba por comprobado que: el
atentado se realizó con una Ford F-100 utilizada como coche-bomba que contenía 100 kilos
de TNT y Pentrita; que la explosión se produjo fuera de la embajada y dejó un enorme
cráter; que la camioneta, hasta minutos antes del estallido, estuvo estacionada en una
playa cercana a la sede diplomática; que hay un video en que la Jihad se adjudica el
atentado; que algunos líderes de esa facción dicen que fue para vengar la muerte del
secretario general del Hezbollah, Abbas Musawi, su hijo y su mujer; que está probada la
existencia de una conexión local proveniente de la Triple Frontera, aunque tuvo una
actividad marginal; que los policías que debían custodiar la embajada desaparecieron en
el momento del atentado.
MUGHNIYAH, EXPERTO EN EXPLOSIVOS Y SEGURIDAD
Retrato de un cuadro de Hezbollah
El
terrorista más famoso es el saudita Bin Laden. Después le sigue Imad Mughniyah,
supuestamente el jefe de Operaciones Especiales del Hezbollah, la organización terrorista
libanesa que tiene el respaldo de Irán pero que también es apañada por Siria.
A Mughniyah se lo considera el cerebro del ataque contra la embajada norteamericana en
Beirut, en abril de 1983, con 63 muertos. También habría planificado los atentados
contra los cuarteles de los marines y las tropas francesas en El Líbano, en el que
perdieron la vida más de 300 personas. Ambos ataques también se perpetraron en 1983.
Según Estados Unidos, Mughniyah encabezaba en aquella época la negociación por algunos
de los rehenes que mantenían los iraníes.
En 1985, supuestamente participó del secuestro de un avión estadounidense de la TWA,
operación en la que fue asesinado un ciudadano norteamericano. Su cuñado, Mustafá
Badreddin, quedó detenido en Kuwait y se dice que lo liberaron los iraquíes cuando
invadieron ese país en 1990.
Según el departamento de Estado de los EE.UU., Mughniyah no tiene un escondite fijo sino
que circula por diversos países árabes que le ofrecen refugio. Sus destinos más
habituales suelen ser Siria e Irán. En 1996, los norteamericanos sostienen que lo
detectaron en Arabia Saudita, en tránsito hacia otro país árabe. Organizaron una
operación para detenerlo en el aeropuerto de Jeddah pero, según dicen, los propios
saudíes la hicieron naufragar. Washington protestó ante Riyad.
Para Estados Unidos e Israel, Mughniyah lo apodaban Carlos, el
iraní es el hombre que planifica todos los atentados del Hezbollah y buena
parte de los que se perpetran en el mundo. Oficialmente, la inteligencia norteamericana lo
considera un experto en explosivos.
OPINION
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