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Un desarmadero de autos manejado
por la Municipalidad carapintada

Los desarmaderos son un clásico negocio de la Maldita Policía. Según una denuncia judicial, uno de ellos era manejado por funcionarios de Aldo Rico en sociedad con policías bonaerenses.

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Durante todo un año los autos fueron desarmados en un baldío.Hacían desaparecer las patentes y parte de los motores.

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Restos de uno de los más de 500 rodados que fueron desarmados.Las fotos fueron tomadas por el propio denunciante.


Por Laura Vales

t.gif (862 bytes) Los desarmaderos de autos robados son uno de los clásicos negocios ilegales de la Policía Bonaerense. Pequeñas empresas de funcionamiento tan ilícito como redituable: se trata de desguazar vehículos levantados en la calle para vender sus partes a reducidores. Pero, esta vez, el asunto apunta directo al corazón de Aldo Rico. Oscar Yanquelevich, un chatarrero de San Miguel, se presentó ante la Justicia Federal para pedir por su seguridad y acusar a una banda integrada por funcionarios del intendente carapintada y policías bonaerenses. Su denuncia consiste en lo siguiente: la Municipalidad de Aldo Rico llevó a un lote de su propiedad más de 500 vehículos. Durante todo un año los autos fueron desarmados y sus partes comercializables, retiradas por empleados municipales con rumbo desconocido. Las órdenes eran hacer desaparecer las patentes y los blocks de los motores. Yanquelevich asegura además que fue amenazado de muerte para que guardara silencio y extorsionado para colaborar con el trabajo. Y no duda sobre el origen de los automóviles que vio desarmar:
–Son robados –asegura con un gesto en dirección a los vehículos que se oxidan bajo el sol.
–¿Cómo lo sabe?
–Porque vi lo que hacían. Y porque hay gente que ya ubicó su coche entre los que están acá. Los había levantado la grúa municipal por infracciones de tránsito y nunca pudieron recuperarlos.
La denuncia sobre el desarmadero ilegal de la Municipalidad de Aldo Rico tiene una historia que comenzó en agosto del año pasado, cuando Luis Naya –según Yanquelevich, un ex policía bonaerense– le ofreció un negocio sin riesgos: alquilar su terreno a la Municipalidad. Antes de cerrar trato, dos funcionarios de Rico se internaron por las calles de tierra de ese barrio de Bella Vista y golpearon a la puerta de Yanquelevich. “Recorrieron el terreno y dijeron que era justo lo que estaban buscando: un lugar atapialado en el que no se ve nada desde afuera”. El contrato de alquiler se firmó de inmediato, por 1500 pesos mensuales y a nombre de Naya.
En el año que siguió hubo una actividad intensa. Todo marchaba, valga la expresión, sobre ruedas: la grúa municipal llegaba puntualmente; tres operarios hacían el trabajo de desguace munidos de sopletes; los municipales retiraban lo que les interesaba y las chapas inútiles eran llevadas a una presa de la zona, asegura Yanquelevich. Pero nadie pagaba el alquiler y, a medida que crecía la deuda, el chatarrero empezó a reclamar y a tomar fotos de lo que sucedía en su terreno. Entonces su situación empezó a complicarse.
Uno de sus hijos fue detenido y acusado de robo de autopartes. Tres comisarías de San Miguel comenzaron a llevarle automóviles y los uniformados le reclamaron algunos trabajos específicos, “como sacar los equipos de aire acondicionado a los coches”. Cuando un helicóptero de la policía sobrevoló el lugar, Yanquelevich fue a pedir explicaciones a los funcionarios con los cuales había acordado el tema del alquiler. Las mismas personas, dice, que visitaban periódicamente el lugar, “daban las órdenes y controlaban el trabajo”.
Los funcionarios denunciados son Gustavo Salerno, el jefe de Inspecciones de San Miguel, Jorge Elhaibe, subdirector de la Policía Municipal y Carlos Dioca, director de Tránsito de Rico. Salerno es un carapintada que pasó a retiro luego de los levantamientos militares y acompañó a Rico a lo largo de toda su carrera política: fue secretario de Interior del Modin y empleado del bloque de diputados riquistas en el Congreso Nacional hasta que recaló en San Miguel junto a su jefe. Elhaibe es un ex suboficial que también se embetunó en el levantamiento del ‘87. En aquella reunión, dice Yanquelevich, recibió una última indicación:
–Haga desaparecer los motores. El problema es suyo. Todo lo que pase en su terreno es de su responsabilidad.
El hombre presentó entonces la denuncia judicial, con un relato a medio camino entre el del arrepentido y el estafado.
–Claro que desde el principio vi cosas raras –adujo–, y no los denuncié por miedo. Después pensé que, si no lo hacía, iba a terminar preso.
Por un tema de competencia, la causa pasó de la Justicia federal a la Unidad Funcional de Investigaciones Nº 7 de San Martín, donde poco se ha hecho. El fiscal Marcelo Segarra allanó el desarmadero cuatro meses después de efectuada la denuncia; encontró 18 vehículos y detectó que tres de ellos tenían pedido de secuestro de la Justicia. En el expediente no hay imputados. La explicación oficial es que sólo está probada la existencia de “un depósito o tiradero de coches” y que “por ahora todo apunta a un caso de negligencia” de la Municipalidad. En las fotos que Yanquelevich mostró a este diario, se ve a los camiones municipales en plena actividad, a más de cien vehículos con fajas oficiales y a una montaña de motores. Y en el pozo ciego del lugar, asegura Yanquelevich, están las chapas patentes que los empleados de Rico ordenaron hacer desaparecer.

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