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Fue fruto de una conspiración. Ese es el absurdo argumento con que el ex marino Adolfo Scilingo trató de convencer ayer al juez español Baltasar Garzón de que no recuerda ningún dato de la represión ilegal durante la dictadura militar y que jamás participó de los vuelos de la muerte. En un afán por mejorar su situación judicial en la causa por genocidio y terrorismo de Estado contra los militares argentinos en la cual acaba de ser procesado, el mismo Scilingo que con su confesión no hizo más que confirmar años atrás la forma en que los represores arrojaban prisioneros vivos al Río de la Plata no tuvo empacho en decir que mintió por respeto a las víctimas. Lo que hizo Scilingo fue presentarse ante Garzón, quien lo había citado a indagatoria, y decir que todas sus confesiones públicas sobre su participación en la represión ilegal y sus anteriores declaraciones en la causa no eran veraces. El ex marino aseguró que esos testimonios fueron producto de una conspiración urdida por el ex defensor del Pueblo porteño, Antonio Cartañá, sus anteriores abogados argentinos, los querellantes en el proceso y el propio juez Garzón y las contextualizó en el marco de una guerra que mantiene con el ex almirante Emilio Massera, actualmente detenido acusado por el robo de bebés.Scilingo fue el primer militar en romper el pacto de silencio que los represores mantienen sobre la forma en que torturaban y asesinaban durante la dictadura, cuando reveló los detalles acerca del modo en que los prisioneros de la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA) eran arrojados vivos a las aguas del Río de la Plata. Su testimonio quedó registrado por primera vez en el libro El Vuelo, de Horacio Verbitsky.Desde entonces, y hasta el momento, el ex marino siempre repitió aquella versión ante Garzón y los medios, desde los cuales reclamó a sus superiores que asumieran la responsabilidad por las órdenes que habían impartido. Incluso publicó un libro propio, Por siempre, nunca jamás, donde relató su participación en los vuelos de la muerte.En el marco de su nueva estrategia defensiva, Scilingo afirmó ahora ante el magistrado español que no escribió ese libro, sino que accedió a firmarlo porque le pagaron 300 mil dólares. También se retractó de su relato de los vuelos y negó conocer los detalles acerca de la represión ilegal en la ESMA sobre los que había dado cuenta y que llevaron a Garzón a encarcelarlo en la prisión madrileña de Caravanchel en octubre de 1997.Los nombres que Scilingo quien desde enero de 1998 goza de una libertad vigilada dentro España dio como responsables de la conspiración de la que dice ser objeto tuvieron, de un modo u otro, algo que ver con el ex marino a partir de su revelación sobre la forma en que eran asesinados los prisioneros de la ESMA. La Defensoría del Pueblo fue la única institución argentina en reconocer la competencia española para juzgar a los represores. Sus anteriores abogados argentinos a los que el ex marino patrocinado ahora por un defensor oficial español aludió Mario Ganora y Liliana Magrini fueron quienes en su momento le aconsejaron presentarse ante la Justicia española para relatar su versión de los hechos. Y la referencia a Garzón es obvia: apenas Scilingo confesó ser represor, el magistrado lo metió preso.
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