La reina
Isabel II de Inglaterra, el presidente de Francia, Jacques Chirac, y los primeros
ministros de Francia y Gran Bretaña, Lionel Jospin y Tony Blair, estaban en el palco de
honor de un colmado Millenium. Más abajo, el argentino Gonzalo Quesada, que resultó el
goleador del IV Mundial de Rugby que ayer se adjudicó Australia, tras vencer en la final
a Francia por 35-12. Los Wallabies, campeones en 1991, terminaron con una diferencia
record para una final de la Copa del Mundo, 23 puntos y apoyaron dos tries, ya en la
expiración del partido. Con este marcador, el hemisferio sur mantiene la hegemonía en el
deporte de la ovalada, ya que los amarillos son bicampeones y los otros dos torneos fueron
para Nueva Zelanda y Sudáfrica. Los franceses perdieron las dos finales que
disputaron.Los Wallabies confirmaron las cualidades con las que llegaron al partido
definitivo y no cometieron los errores de All Blacks ante un equipo francés menos preciso
en el juego de manos que en la semifinal, que lo intentó por todos los sectores del campo
pero que se topó ante el poderío defensivo de sus oponentes. Australia se había
plantado en la final con un solo try en contra, en el partido de la primera fase contra
Estados Unidos, y aunque Francia buscó con ahínco e insistencia ese hueco por donde
penetrar nunca lo encontró. El conjunto de Rod Macqueen fue una muralla amarilla y verde
para el Gallo azul y, aunque Christophe Lamaison se mantuvo firme en el duelo de
pateadores con Matthew Burke, el mayor poderío de los Wallabies resultó
definitivo.Australia fue un equipo mucho más compacto, con capacidad para adaptarse a
todas las circunstancias del juego y con una concentración tremenda.Los franceses no
desentonaron en absoluto. Pese a que sus alas fueron perfectamente taponadas por la zaga
australiana, mantuvieron su sueño vivo hasta que Ben Tune, en el minuto 67, consiguió el
primer try secundado con la transformación de Burke (28-12). Francia incluso llegó a
dominar en el marcador (0-3 y 3-6) en los primeros compases del encuentro con sendos
penales transformados por Lamaison, pero Australia mantuvo la intensidad y la
concentración y, con los puntos de Burke, tomó la iniciativa y ya no la abandonó.El try
de Tune desequilibró definitivamente la final, porque Francia tuvo que intentar la
remontada ante un rival tan poderoso con premuras de tiempo, lo que se tradujo en errores.
Australia ya lo tenía todo a favor y ni así permitió alegrías a los franceses. Todo lo
contrario. Incluso se dieron el lujo de sumar su segundo try en la prórroga por medio de
Owen Finegan tras un brillante pase de George Gregan. Burke se encargó, con su habitual
precisión, de convertir la transformación y sumar en todo el mundial 101 puntos,
solamente uno menos que el argentino Gonzalo Quesada, el líder final en la clasificación
de anotadores. Esa jugada fue el broche para un gran partido y el principio de la fiesta
de Australia, cuyo país estaba más pendiente de este partido que de la votación que
decidió mantener la monarquía. La reina Isabel II, en el palco del Millenium, tenía
razones de sobra para celebrar.OPINION
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