Principal RADAR NO Turismo Libros Futuro CASH Sátira


ENTREVISTA A LILIANA HERRERO, FOLKLORISTA
“No quiero ceder la idea de patria a losque se la apropiaron”

El quinto disco de la enterriana se llama “Recuerdos de provincia”, en explícito homenaje a un pensador clave de la Argentina, y es el primero de Circo beat, un sello que Fito Páez presentará en sociedad esta semana.En esta nota, ella explica por qué el CD representa un homenaje a la patria.

na31fo01.jpg (5331 bytes)

Por Fernando D’Addario

t.gif (862 bytes) Para entender Recuerdos de provincia, el flamante CD de Liliana Herrero, hay que desandar el camino de la renovación folklórica recogiendo estímulos que les deben tanto al barrio de San Telmo como a la Facultad de Filosofía de Rosario y al ambiente bucólico de Villaguay, Entre Ríos. Pero aun el recorrido de esas tensiones entre lo rural y lo urbano acompañaría el riesgo de una peligrosa simplificación. El alma artística de Liliana, 51 años, profesora de filosofía, cinco discos editados hasta acá, encuentra su razón de ser más profunda en la localidad entrerriana donde vivió su infancia y temprana adolescencia. Allí se alimentaron los conflictos que la seguirían hasta hoy. Su padre, bioquímico, alternaba sus horas entre la caza de perdices y la lectura de Stendhal, poco después de escuchar un disco de Yupanqui y poco antes de entregarse con devoción a Schöenberg. Herrero supo cazar perdices (“en realidad lo acompañaba a mi papá y me tapaba los oídos”, reconoce ahora, en la entrevista con Página/12) y alimentarse con Schöenberg. “Me acostumbré desde chiquita, como él, a pasar de las formas más primitivas de comunicación con la naturaleza, al dodecafonismo”. Este cóctel de contrafusiones nutritivas tuvo efectos colaterales que se manifiestan en Recuerdos de provincia, un disco que, como los anteriores, se arriesga a composiciones propias de temas ajenos. O quizás sean miradas ajenas de temas que le son propios, que están en su naturaleza. El repertorio (temas esencialmente bellísimos, como “Canción del jangadero”, “Zamba del imaginero” y “Chayita del vidalero”, entre otros) fue esta vez más expuesto a la riqueza de aportes musicales “externos” que al compromiso de una ruptura rítmica. Es que los músicos se le acercan con naturalidad, y no sorprende que a su banda habitual (Luis Volcoff en bajo y teclados, Diego Rolón en guitarra y Facundo Guevara en percusión), se agreguen artistas de extracciones tan diversas como Gerardo Gandini (brillante y respetuosamente irreverente su trabajo para “Milonga triste”, de Piana y Manzi), Chango Spasiuk, Fito Páez y Chango Farías Gómez. “Yo viviría en estado de asamblea permanente de músicos”, subraya Herrero, que intentará mostrar parte de ese mosaico el 13 y 14 de noviembre próximos en la presentación oficial del CD en La Trastienda. “A mí ese contacto me enriquece, y también me divierte. Hacer música también es robar. Hay que robar para absorber lo mejor que te da el otro, y también dejarse robar. No hay que tener vergüenza”, concluye. Dice que el disco, estéticamente, manifiesta un quiebre más marcado en lo vocal que en lo instrumental, detallando que está “buscando nuevas formas de cantar. En el canto también hay mucha composición. Sino, fijate en Mercedes, Rivero, Sosa. La voz y la música siguen caminos paralelos y, cuando se cruzan, se produce una tensión muy interesante”.Liliana es una mujer que a los 18 años se fue a vivir a Rosario. Una mujer que entró en la universidad, que, como tantas, militó en la JP, y que, como tantos, participó del Rosariazo, en los tiempos “en que la política se vivía como voluntad de transformación del mundo. En aquel Rosariazo, había una ciudad entera dispuesta a caminar por las calles para protestar por lo que creía justo. Hoy estamos viviendo en otro país. Al que habíamos soñado lo mataron, y de lo que quedó lo vendieron todo. Pero yo no me doy por vencida, y por eso siempre estoy al filo, asomándome a un abismo”. Esa insinuación permanente de salto al vacío recién se corporizó en una carrera discográfica hace trece años, cuando Fito Páez la convenció para que grabara y se ofreció para producirla artísticamente. Lo había conocido en el Rosario culturalmente bullicioso de fines de los 70 y principios de los 80. Así se incorporó, de un modo tangencial, a un fenómeno del que Buenos Aires recién tomó debida cuenta a partir de la guerra de las Malvinas. Ella, a diferencia de Fito, Baglietto, Goldín y muchos otros, no bajó inmediatamente a la Capital Federal. Se quedó untiempo en Rosario, “donde estaba viviendo y vivo todavía una vida académica de la que no me quiero desligar. Aún viajo cada 15 días para dar clases de Introducción a la filosofía. En ese ámbito, más de una vez los alumnos me dijeron: ‘Usted se llama igual que la cantante’. Y también me pasó que algunos chicos se anotaran en mi cátedra a raíz de haberme conocido primero como artista. Eso también es parte de mi vida”. “Toda mi vida entera”, es el tema que Fito le escribió para su cumpleaños, y que fue incluido en Recuerdos de provincia. El autor de “Ciudad de pobres corazones” es el productor ejecutivo del CD, que inaugura su nuevo sello discográfico: Circo Beat. “Fito tiene esa capacidad que los griegos consideraban condición para filosofar: el asombro. Fito se asombra y es curioso, y eso a mí me alimenta, como artista y como tipo. Porque está abierto a todo tipo de enriquecimiento. Yo le presenté a Manolo Juárez, a Cuchi Leguizamón; él, a Spinetta. Fue y es un intercambio de historias de vida diferentes...” Historias de vida. Que pintan a una artista y sus circunstancias. Estadio de River, 1993. Fito la invitó para que la acompañara como telonera en su presentación de El amor después del amor, en la cancha de River. Una parte del público nacido al calor de la fitomanía no se bancó la propuesta de Liliana (estaba cantando una chacarera de Yupanqui), y lo expresó de un modo poco democrático. Ella, lejos de racionalizar el descontento ajeno, reaccionó con la sangre. Les mandó un furibundo fuck you y les dijo: “Esto es Yupanqui, ustedes se lo pierden, tienen el cerebro quemado”. Poco tiempo después, el mismo músico le pidió que la acompañara para una actuación solidaria con los habitantes de las Bodegas Giol. Palermo Viejo, calle Godoy Cruz. Ya había travestis, pero todavía no se habían constituido en prioridad mediática. Fito sí lo era, al igual que el inminente desalojo de los marginales que afeaban el barrio. Después de un show denso frente a las instalaciones derruidas de las bodegas tomadas, Fito tomó del hombro a Liliana para ayudarla a subir a la combi. Un fotógrafo de una revista del corazón se mostró rápido de reflejos. No hubo nota alusiva al show solidario. Sí una foto, que mereció el siguiente epígrafe: “Se vio a Fito Páez acompañado por una mujer que no es Cecilia”.
–¿El título Recuerdos de provincia remite sólo al nombre de un libro famoso o alude a algún tipo de identificación con Sarmiento?
–Quería un título argentino. Quiero pensar la Argentina. No quiero ceder la idea de patria a sectores que se la apropiaron injustamente. No hay una identificación política en el nombre. El libro que más me conmueve de Sarmiento es Facundo y no le iba a poner así a mi disco, pero mi elección tiene que ver con eso de volver a traer al presente viejas lecturas. Porque este disco es un conjunto de cosas que quiero recordar, que es la provincia en sentido geográfico, material, y la provincia interior que una lleva, los recuerdos de la historia. Y los recuerdos son opacos, no son transparentes, no recuperan su totalidad, sino que el cuerpo íntegro está en esa complejidad enorme que es la memoria.
–Una memoria que se compone de recuerdos, y también de olvidos...
–Claro, porque el olvido también nos constituye. Y el pasado, los recuerdos, la tradición, en definitiva, se están construyendo continuamente. No se trata de un núcleo fundante esencial en el cual uno está condenado a quedar encarcelado para siempre. Trato de que esos recuerdos se pongan a conversar con sonidos contemporáneos.
–Esa búsqueda parece haber dado ciertos frutos. Hoy, dentro de los cánones folklóricos tradicionales, no parece tan “inaceptable” su música como hace diez años...
–Yo no estoy de acuerdo. Para algunos, mi condición de folklorista sigue siendo inaceptable. Pero ya sé que es así y no estoy dispuesta a someter a la música a las leyes del mercado. Cuando pienso en un disco, en un concierto, en una canción, pienso en términos musicales. Y cuando pienso en esos términos ya estoy adoptando un compromiso que va más allá de lo musical. Estamos viviendo una época en que se subraya la idea de quelo que hay es lo único posible. Esto pasa en el folklore, porque pasa también en la política. Y como yo pienso que la política es el arte de lo imposible, para transformar la realidad, ya sea artística o social, hay que escaparles a las reglas del mercado.
–¿Ese inconformismo la convierte en una artista más apreciada fuera del folklore?
–Sí, puede ser. Pero yo no tengo contacto con los folkloristas tradicionales. Y yo también soy folklorista.
–¿Nunca sintió que corría el riesgo de que esa falta de contacto con el ambiente folklórico le hiciera perder lo que Cuchi llamaba “el pañuelo”?
–Cuchi también hablaba de Buenos Aires como de un “hormiguero pateado”. Estoy viviendo en Buenos Aires, pero el pañuelo, el río, la siesta, los recuerdos de provincia no son algo diferente de mí. No es algo que me contaron. Lo interesante es que el pañuelo pueda conversar con el hormiguero pateado. De eso puede salir algo interesante, que yo no lo llamaría síntesis, porque la síntesis, por naturaleza, cierra. Prefiero hablar de una especie de contrafusión.
–Si se piensa en una contrafusión, ¿no sería enriquecedora para usted una experiencia en Cosquín, por ejemplo?
–No creo que ir a Cosquín sea una experiencia enriquecedora. Ya estuve allí. Y no me gustan los públicos cautivos, porque son conciencias cautivas. En Cosquín, y en muchos otros festivales, se maneja todo de tal manera que sólo hay cabida para escuchar más de lo mismo. Cosquín me asusta. Y también está el hecho de que, como artista, quiero que me traten bien, que me den un tiempo prudencial para mostrar lo mío, quiero que me escuchen. No es ilógico esto, ¿no?

OPINION

 

PRINCIPAL