|
Por Fernando DAddario Para entender Recuerdos de
provincia, el flamante CD de Liliana Herrero, hay que desandar el camino de la renovación
folklórica recogiendo estímulos que les deben tanto al barrio de San Telmo como a la
Facultad de Filosofía de Rosario y al ambiente bucólico de Villaguay, Entre Ríos. Pero
aun el recorrido de esas tensiones entre lo rural y lo urbano acompañaría el riesgo de
una peligrosa simplificación. El alma artística de Liliana, 51 años, profesora de
filosofía, cinco discos editados hasta acá, encuentra su razón de ser más profunda en
la localidad entrerriana donde vivió su infancia y temprana adolescencia. Allí se
alimentaron los conflictos que la seguirían hasta hoy. Su padre, bioquímico, alternaba
sus horas entre la caza de perdices y la lectura de Stendhal, poco después de escuchar un
disco de Yupanqui y poco antes de entregarse con devoción a Schöenberg. Herrero supo
cazar perdices (en realidad lo acompañaba a mi papá y me tapaba los oídos,
reconoce ahora, en la entrevista con Página/12) y alimentarse con Schöenberg. Me
acostumbré desde chiquita, como él, a pasar de las formas más primitivas de
comunicación con la naturaleza, al dodecafonismo. Este cóctel de contrafusiones
nutritivas tuvo efectos colaterales que se manifiestan en Recuerdos de provincia, un disco
que, como los anteriores, se arriesga a composiciones propias de temas ajenos. O quizás
sean miradas ajenas de temas que le son propios, que están en su naturaleza. El
repertorio (temas esencialmente bellísimos, como Canción del jangadero,
Zamba del imaginero y Chayita del vidalero, entre otros) fue esta
vez más expuesto a la riqueza de aportes musicales externos que al compromiso
de una ruptura rítmica. Es que los músicos se le acercan con naturalidad, y no sorprende
que a su banda habitual (Luis Volcoff en bajo y teclados, Diego Rolón en guitarra y
Facundo Guevara en percusión), se agreguen artistas de extracciones tan diversas como
Gerardo Gandini (brillante y respetuosamente irreverente su trabajo para Milonga
triste, de Piana y Manzi), Chango Spasiuk, Fito Páez y Chango Farías Gómez.
Yo viviría en estado de asamblea permanente de músicos, subraya Herrero, que
intentará mostrar parte de ese mosaico el 13 y 14 de noviembre próximos en la
presentación oficial del CD en La Trastienda. A mí ese contacto me enriquece, y
también me divierte. Hacer música también es robar. Hay que robar para absorber lo
mejor que te da el otro, y también dejarse robar. No hay que tener vergüenza,
concluye. Dice que el disco, estéticamente, manifiesta un quiebre más marcado en lo
vocal que en lo instrumental, detallando que está buscando nuevas formas de cantar.
En el canto también hay mucha composición. Sino, fijate en Mercedes, Rivero, Sosa. La
voz y la música siguen caminos paralelos y, cuando se cruzan, se produce una tensión muy
interesante.Liliana es una mujer que a los 18 años se fue a vivir a Rosario. Una
mujer que entró en la universidad, que, como tantas, militó en la JP, y que, como
tantos, participó del Rosariazo, en los tiempos en que la política se vivía como
voluntad de transformación del mundo. En aquel Rosariazo, había una ciudad entera
dispuesta a caminar por las calles para protestar por lo que creía justo. Hoy estamos
viviendo en otro país. Al que habíamos soñado lo mataron, y de lo que quedó lo
vendieron todo. Pero yo no me doy por vencida, y por eso siempre estoy al filo,
asomándome a un abismo. Esa insinuación permanente de salto al vacío recién se
corporizó en una carrera discográfica hace trece años, cuando Fito Páez la convenció
para que grabara y se ofreció para producirla artísticamente. Lo había conocido en el
Rosario culturalmente bullicioso de fines de los 70 y principios de los 80. Así se
incorporó, de un modo tangencial, a un fenómeno del que Buenos Aires recién tomó
debida cuenta a partir de la guerra de las Malvinas. Ella, a diferencia de Fito,
Baglietto, Goldín y muchos otros, no bajó inmediatamente a la Capital Federal. Se quedó
untiempo en Rosario, donde estaba viviendo y vivo todavía una vida académica de la
que no me quiero desligar. Aún viajo cada 15 días para dar clases de Introducción a la
filosofía. En ese ámbito, más de una vez los alumnos me dijeron: Usted se llama
igual que la cantante. Y también me pasó que algunos chicos se anotaran en mi
cátedra a raíz de haberme conocido primero como artista. Eso también es parte de mi
vida. Toda mi vida entera, es el tema que Fito le escribió para su
cumpleaños, y que fue incluido en Recuerdos de provincia. El autor de Ciudad de
pobres corazones es el productor ejecutivo del CD, que inaugura su nuevo sello
discográfico: Circo Beat. Fito tiene esa capacidad que los griegos consideraban
condición para filosofar: el asombro. Fito se asombra y es curioso, y eso a mí me
alimenta, como artista y como tipo. Porque está abierto a todo tipo de enriquecimiento.
Yo le presenté a Manolo Juárez, a Cuchi Leguizamón; él, a Spinetta. Fue y es un
intercambio de historias de vida diferentes... Historias de vida. Que pintan a una
artista y sus circunstancias. Estadio de River, 1993. Fito la invitó para que la
acompañara como telonera en su presentación de El amor después del amor, en la cancha
de River. Una parte del público nacido al calor de la fitomanía no se bancó la
propuesta de Liliana (estaba cantando una chacarera de Yupanqui), y lo expresó de un modo
poco democrático. Ella, lejos de racionalizar el descontento ajeno, reaccionó con la
sangre. Les mandó un furibundo fuck you y les dijo: Esto es Yupanqui, ustedes se lo
pierden, tienen el cerebro quemado. Poco tiempo después, el mismo músico le pidió
que la acompañara para una actuación solidaria con los habitantes de las Bodegas Giol.
Palermo Viejo, calle Godoy Cruz. Ya había travestis, pero todavía no se habían
constituido en prioridad mediática. Fito sí lo era, al igual que el inminente desalojo
de los marginales que afeaban el barrio. Después de un show denso frente a las
instalaciones derruidas de las bodegas tomadas, Fito tomó del hombro a Liliana para
ayudarla a subir a la combi. Un fotógrafo de una revista del corazón se mostró rápido
de reflejos. No hubo nota alusiva al show solidario. Sí una foto, que mereció el
siguiente epígrafe: Se vio a Fito Páez acompañado por una mujer que no es
Cecilia.
|