Por Luis Bruschtein Ayer a la tarde
murió por un paro cardíaco en su casa de la Recoleta, en esta capital, el periodista
Jacobo Timerman, fundador de dos medios que revolucionaron el ejercicio de la información
en la Argentina: la revista Primera Plana y el diario La Opinión. La crónica podría
quedar en ese enunciado, pero mostraría tan sólo una pequeñísima parte de la poderosa
personalidad, polémica, apasionada, y amada y odiada por igual desde izquierda y derecha,
algo que provocaba y disfrutaba, al tiempo que protagonizaba una vida que quedará
indisolublemente ligada a la historia del periodismo y la política argentinos de los
últimos cincuenta años. Por las redacciones que dirigió pasaron y se formaron varias
generaciones de los mejores periodistas del país como Horacio Verbitsky, los mellizos
Julio y Juan Carlos Algañaraz, Luis Guagnini, Tomás Eloy Martínez, José María
Pasquini Durán, Paco Urondo, Roberto García, Juan Gelman, Osvaldo Soriano, Enrique
Alonso, Miguel Bonasso, Ernesto Schoó, Enrique Raab, Osiris Troiani, José Ignacio
López, Homero Alsina Thevenet, Carlos Ulanovsky, Silvia Rudni, Mabel Itzcovich, Silvina
Walger, Ramiro de Casasbellas, Pablo Giussani, el dibujante Hermenegildo Sábat y muchos
otros. Y aunque todos reconocieron el talento, fueron pocos los que se alejaron en buenas
relaciones. Timerman no era diplomático ni le hubiera gustado serlo. Encontraba hasta
cierto placer en la polémica y la provocación. Seducía y aguijoneaba a sus redactores
sin anestesia. En broma, destacaba la importancia del ocio porque era el momento para
aprender. Uno se pasa toda la vida adulta tratando de aprovechar y de hacer algo con
lo que aprendió cuando era un vago. Lo decía por su propia juventud bohemia y
rebelde. Timerman había nacido el 6 de enero de 1923 en Bar, un pueblito cercano a Kiev,
en Ucrania. Sus padres emigraron a la Argentina en 1928 huyendo de la hambruna y la
inestabilidad política de la Rusia postrevolucionaria.Tercer patio, habitación
número 30 recordaba, ya en la vejez, la dirección de uno de los conventillos en
Once donde su familia, de condición muy humilde, se había alojado al llegar a Buenos
Aires. Su padre murió joven y su madre continuó con el trabajo de vendedora ambulante y
luego encargada de una pensión. Timerman terminó la escuela secundaria y había
comenzado a estudiar ingeniería cuando decidió lanzarse a recorrer el país en trenes de
carga. Se hizo amigo de linyeras y trabajó en distintos oficios desde ordeñador en un
tambo de Santa Fe, hasta minero en Neuquén. Y cuando se cansó de viajar se unió a un
grupo de poetas bohemios y arltianos que vivían en un conventillo de La Paternal. Algunas
de esas escapatorias por el interior coincidió con el escritor Pedro Orgambide y con el
titiritero Ariel Bufano. Esa fue la época de vago que a veces recordaba.Antes
de convertirse en un gigantón de voz tronante, de mucha presencia física y aspecto de
empresario próspero, Timerman había sido un joven judío flaco, alto, desgarbado, de
anteojos y orejas abiertas. Sus simpatías políticas estaban con el Mapam, el sionismo de
izquierda de aquellos años y en una de las reuniones de esta agrupación conoció a la
que sería la mujer de toda su vida: Risha Midlin, una cordobesa hermosa, inteligente y
muy dulce que era como su contrapeso. Los mismos periodistas que terminaban enojados con
Timerman por cuestiones políticas, laborales o personales, hablaban con admiración de
Risha y no podían entender cómo semejante ogro se había casado con una mujer tan dulce
con la que tuvo sus tres hijos, Daniel, Héctor y Javier.Al casarse tuvo que sentar
cabeza. Empezó a trabajar como periodista. Fue secretario de redacción del periódico
Nueva Sión y escribió en La Razón, Clarín, El Mundo y tuvo programas de radio y
televisión. Pero la etapa más polémica de su vida se inició cuando decidió crear su
propio medio: Primera Plana.Primera Plana la empecé en noviembre de 1962
relató en una entrevista en 1971 cuando se inicia el proceso azul (por el
sector azul delejército), cuando hay una eclosión política y libertad de prensa, algo
que no hubieran permitido los colorados. Confirmado la hago en 1965, cuando comienza
dentro del Ejército la conspiración para derrocar a (Arturo) Illia. Hay libertad de
prensa y al mismo tiempo una gran eclosión política. ¿Cuándo hago la tercera cosa, La
Opinión? En un momento en que la eclosión política es bastante seria (gobierno de
Alejandro Agustín Lanusse). Si lo hubiera hecho bajo (Juan Carlos) Onganía, las
perspectivas informativas habrían sido muy pobres.Los antagonismos feroces y la
inestabilidad política de la Argentina en aquellos años limitaban a los medios
periodísticos a espacios muy restringidos. El poder político real eran los militares. Y
Timerman hacía equilibrio en esa interna para encontrar márgenes para sus publicaciones.
Así, Primera Plana y Confirmado participaron en el clima de desestabilización del
gobierno de Illia, algo de lo que se autocriticaría algunos años más tarde.Al mismo
tiempo sus publicaciones renovaban el medio periodístico. Buscó a los mejores de todas
las redacciones, de izquierda o de derecha, y hasta les duplicó el sueldo. Buscaba
calidad en la información. Si el hombre del pasado era ignorante porque carecía de
noticias decía, el actual corre el riesgo de serlo porque le sobran. Sobran
las noticias pero falta información, análisis, significados... La Opinión se
convirtió en el símbolo de una época en la Argentina. Era criticada por izquierda y por
derecha, y leída por los mismos que la criticaban. Pero el fenómeno que expresaba La
Opinión la convertía en una espacio sensible a los procesos políticos que se
desarrollaron a partir de 1973. Los conflictos entre la dirección y la redacción fueron
cada vez más agudos hasta el golpe de 1976. Como en épocas de azules y colorados,
Timerman creyó ver en las Fuerzas Armadas un sector más democrático (Jorge Videla y
Roberto Viola) frente a otro autoritario (Luciano Benjamín Menéndez y Guillermo Suárez
Mason) y trató de sobrevivir en esa brecha, pero esta vez casi le costó la vida.A
principios de 1977 fue secuestrado. Durante cuatro años fue trasladado de un campo de
concentración a otro y torturado por el general Ramón Camps. Nazi fanático, el jefe de
la bonaerense veía en Timerman el símbolo de la conspiración
sionista-comunista-norteamericana que lo desvelaba. La presión internacional logró que
lo liberaran. Timerman se radicó primero en Israel, luego en Estados Unidos y finalmente
regresó a la Argentina cuando cayó la dictadura militar. La dura experiencia del
secuestro y la tortura lo habían convertido en otro hombre, igual de polémico, pero
convencido antigolpista y partidario de Raúl Alfonsin. Dirigió el vespertino La Razón,
pero no logró superar la crisis financiera de ese diario y finalmente se retiró,
escribiendo cada tanto algunas colaboraciones en Página/12 y más tarde en Trespuntos.
Desde que recuperara su libertad había puesto su inteligencia y habilidad periodística
en la denuncia de la violación a los derechos humanos y fue uno de los más eficientes
activistas en este campo a nivel internacional. Y con sus libros había encontrado un
espacio para desarrollar su talento: La guerra más larga, en la que
cuestionó la invasión de Israel al Líbano; Chile, el galope muerto, sobre
la represión de la dictadura pinochetista, y Preso sin nombre, celda sin
número, donde hizo un dramático relato de su cautiverio en Argentina. La muerte lo
alcanzó seguramente trabajando en lo que más amó, el periodismo. Sus restos fueron
velados a partir de las 23 en OHiggins y Monroe y luego serán llevados al
cementerio Jardín de Paz, en Pilar.
Un hombre, un país |
Un gran escritor
Horacio Verbitsky *Timerman fue
un importante renovador del periodismo argentino a lo largo de tres décadas, las del
cincuenta, sesenta y setenta. Pero eso es un aporte menor en comparación a lo que
significó su denuncia internacional de la dictadura militar. Aparte de un gran
periodista, fue un gran escritor. Su libro Prisionero sin nombre, celda sin número, es
una de las más profundas descripciones de ese régimen perverso. * Periodista y
escritor. Trabajó con Jacobo Timerman en el diario El Siglo, la revista Confirmado, El
Diario de Mendoza y fue uno de los organizadores de la redacción de La Opinión, junto a
Juan Carlos Algarañaz.
Un jefe muy especial
Mariano Grondona*
Fue un periodista convocante. Llamó a toda la gente
joven que estábamos en nuestros 30 años iniciándonos en el periodismo. Era
un jefe muy especial: tenía un carácter muy bravo, duro, pero le importaba. Cada vez que
uno escribía, llamaba, observaba y eso estimulaba enormemente a toda esa generación
joven porque ahí estaba el maestro que decía estuviste bien, estuviste mal, me
gustó, no me gustó. Vivió una época que los periodistas jóvenes afortunadamente
no conocerán. Una época tormentosa, de inestabilidad, de enormes pasiones, de grandes
peligros. La cruzó con su talento y finalmente quedó sublimado cuando se lo detuvo y se
lo torturó salvajemente durante el proceso militar. Tenía una mujer, Risha, que era de
esas mujeres fuertes. Cuando ella murió, algo se quebró en él.Hacia 1963 yo había
dejado La Nación porque había estado en el Ministerio del Interior, con Guido de
presidente, azules y colorados, y andaba en banda. No había vuelto al diario, tampoco
estaba en el ministerio. Saqué entonces una revistita que se llamaba Comentarios, y que
se distribuía mediante suscripción. Un día había escrito un editorial y me llamó
Jacobo y me dijo: Quiero que hagas eso en la primera página de Primera Plana.
Desde entonces, por años, hice la columna política inicial de la revista. Después me
llevó a La Opinión, y ahí hizo algo típico de él: en la contratapa puso la columna de
un periodista de centroderecha junto a la columna de otro periodista de centroizquierda,
que era Rodolfo Terragno. Nos peleábamos amistosamente a través del diario.Hace dos
años recibí el Konex al periodismo. Dije que había una lista de periodistas que lo
merecían. A la cabeza, como el gran periodista de nuestro tiempo, estaba
Jacobo Timerman.* Periodista
Hay que colocarlo en su contexto
Joaquín Morales Solá*
No compartí una redacción con él: fui su amigo en la
vejez. Lo conocí de regreso del exilio, fue una relación muy personal con un ser humano
excelente. Aprendí mucho de él, conversando. Jacobo Timerman tuvo una historia que puede
tener aspectos criticables en lo político y en lo profesional, pero reclamo que se lo
coloque en el contexto de su época. Si hablamos de lo que hizo hace treinta o cuarenta
años, en épocas de divisiones feroces, difíciles, no debemos aplicar los parámetros de
la política de hoy. Timerman sufrió la tortura y el secuestro, sufrimientos que lo
hicieron comprender cabalmente principios fundamentales que no conocía y que se ocupó de
divulgar a sus colegas, como es mi caso.El insistía en su convencimiento de que no hay
sistema mejor que la democracia, y de que los periodistas debemos contribuir a la
democracia y a los derechos humanos. El Jacobo de los años sesenta no lo tenía muy
claro, el de estos años sí, y mucho. Y hay que considerar que Primera Plana y La
Opinión, más allá de las líneas políticas y editoriales que, insisto, hay enmarcar en
su época, fueron de un gran progreso para el periodismo, marcaron senderos muy claros. Ni
las revistas ni los diarios fueron iguales después de él.En lo personal, era un gran
contador de anécdotas. Jacobo había vivido la historia moderna de este país de un modo
muy impregnado, sus historias eran las de un protagonista, hablaba de personas que
conoció y hacía descripciones muy entretenidas y conmovedoras.* Periodista
Un creador de hitos
Magdalena Ruiz Guiñazú*
No pude creer la noticia: el miércoles estuve grabando
con él para el nuevo documental que estamos haciendo. Estaba tan bien, tan contento. Vino
al estudio y le mostramos el video de su alegato en el juicio, que no había visto nunca.
Se emocionó muchísimo. Más allá del afecto que le tengo, Jacobo es una persona que fue
decisiva para el periodismo argentino contemporáneo, tanto en Primera Plana como en La
Opinión. Fue un protagonista que creó dos hitos que fueron importantes para mi
formación como profesional.Lo conocí hace ya muchos años por medio de Ramiro
Casasbellas, cuando era subdirector de La Opinión. ¡Qué cosa! También acaba de
fallecer. Nos hicimos más amigos en los últimos diez años, desde que se fue a vivir a
Punta del Este. Allá tuve más ocasión de conocerlo, de hablar más con él. No éramos
íntimos amigos, pero teníamos una de esas relaciones en las que se habla mucho. Siempre
me impresionó su gran memoria e inteligencia.Lo que grabamos el miércoles es su último
reportaje. Hay conceptos sobre la democracia, sobre la dificultad de llegar a la
democracia, sobre la libertad y la dignidad del hombre, que son muy conmovedores, son como
un testamento. Estuvo en el estudio más de tres horas y resultó un tape largo. Lo había
estado apurando porque queríamos terminarlo antes de fin de año.* Periodista
Hizo el diario de mi generación
Federico Polak *
Mi primer recuerdo de Timerman es de 1958, cuando leí
una nota suya. Yo era muy chico, pero me impactó como periodista cubriendo un hecho
notorio: la noticia del posible pacto Perón-Frondizi. Por muchos años seguí su trabajo.
Siempre pensé que unía el talento como periodista al talento como empresario
periodístico, todo lo que hacía era vendible. Para mi generación, la de los
cincuentones, La Opinión fue un diario que nos cambió la vida, el diario central.Lo
conocí personalmente unos días antes del golpe de 1976, en su despacho en el diario La
Opinión. Yo era un joven político. El me dijo, nunca me voy a olvidar de la frase, `se
viene la noche de los cuchillos largos, no sé quiénes los van a empuñar, si los
militares o los guerrilleros, pero sí sé que me los van a clavar a mí`.Lo
volví a ver recién cuando volvió del exilio y lo perdía cuando se encerró en Punta
del Este. A muchos nos apenó cómo quedó tras la muerte de su mujer, Risha. Y al
enterarnos de la noticia, comentábamos que en cosa de días se fueron Timerman, Ramiro de
Casasbellas y Paco Poblet, de la Clásica y Moderna. Tres personajes de una cultura
argentina que desaparece.*Vocero de Raúl Alfonsín
Con vigor y con calor
Mabel Itzcovich*
Timerman era un hombre controvertido, polémico,
complicado. En realidad, la historia de Timerman es la historia de un hombre que trabajó
siempre para sí, un gran profesional, pero que funcionaba de acuerdo a sus intereses, que
eran más importantes que su propia profesión. Fue un personaje importante en el
periodismo, renovó al periodismo argentino, le dio un vigor y un calor que no tenía
antes, descubrió nuevos talentos en el periodismo y puede decirse que en nuestro medio,
Timerman marca un antes y un después. Pero creo que hay que separar la profesión del
hombre, porque en este caso, el hombre fue un personaje cuya actitud durante la dictadura,
a pesar de haber sido una víctima, de alguna forma siguió los intereses sinuosos de esa
dictadura.* Periodista |
OPINION
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