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Página/12 en Uruguay Por Pablo Rodríguez Desde Montevideo Otro Uruguay, pero el mismo. El Encuentro Progresista y el Frente Amplio marcaron un quiebre en la historia política del Uruguay, pero no la partieron en dos. Con una anticipación impensada incluso para el oficialismo, el candidato blanqui-colorado fue consagrado como nuevo presidente uruguayo, con el 51,59 por ciento de los votos. El candidato de la izquierda, Tabaré Vázquez, obtuvo el 44,07 por ciento de los sufragios. En la sede de la coalición de izquierda, frente al Hotel Figari de Carrasco, donde habló al país Tabaré Vázquez, y en el Boulevard Artigas y Venancio Flores (sede de los festejos frenteamplistas), la resignación era palpable incluso antes de que se conocieran los resultados. Pero esa resignación no necesariamente era pesimismo. Aquí no terminó la historia. No debemos bajar ni un segundo nuestras banderas, dijo Tabaré Vázquez en el balcón del Hotel Figari. Y terminó con la misma y famosa frase con la que terminó su campaña electoral del 31 de octubre: Hasta la victoria, siempre.Al gran pueblo uruguayo, salud. Con este tono casi de Himno Argentino, Tabaré Vázquez felicitó a todos los uruguayos y especialmente al nuevo presidente de la Nación, Jorge Batlle. Tratando de apagar los silbidos de la poca gente que se había reunido frente al lejano Hotel Figari, Vázquez enfatizó que el éxito de Batlle es el éxito de todo el pueblo uruguayo. El candidato de la coalición de izquierda se dedicó luego a remarcar que somos la mayor fuerza política del país desde el 31 de octubre pasado. Tabaré, como es conocido popularmente por los uruguayos, también dejó abierto el camino para las luchas políticas futuras. Esta batalla ya terminó. De aquí en más, serán nuestros legisladores, será Mariano en Montevideo y los intendentes que puedan representarnos en el interior del país los que continuarán con nuestro camino, remató.Mariano es Mariano Arana, actual intendente de Montevideo y, por el momento, con altas posibilidades de ser reelecto en las elecciones municipales. La apuesta de la izquierda a partir de este momento es clara: esas elecciones pueden aumentar aún más su condición de fuerza opositora de peso al próximo gobierno blanqui-colorado, casi como ocurre en la relación entre el Partido Justicialista y la Alianza en nuestro país. Tenemos muchas probabilidades de ganar las intendencias, donde obtuvimos la mayoría de votos en octubre (Canelones, Maldonado y Paysandú), y también podemos ganar Soriano y San José, confió a este diario y a un grupo de periodistas Daniel Olesker, asesor económico de la coalición de izquierda y uno de las muy escasas figuras que se acercaron a la sede partidaria.El ambiente allí, en Colonia casi esquina Ejido, en pleno centro de la ciudad, era tan calmo que parecía más de resignación. Además de Olesker, se acercaron el senador Reinaldo Gargano, presidente del Partido Socialista de donde procede Vázquez, y la actual diputada Marina Arismendi, secretaria general del Partido Comunista. Y ambos prefirieron no hablar de ningún tipo de resultado. A diferencia de lo que ocurrió el 31 de octubre, el propio Tabaré prefirió no pasar por la sede partidaria para dirigirse directamente al Hotel Figari, un lugar bastante alejado de la zona prevista para los festejos frenteamplistas, en la zona de Jacinto Vera y, paradójicamente, muy cerca del Edificio Libertad, sede del gobierno uruguayo. Los periodistas triplicaban a los dirigentes en número. Los pocos rumores sobre encuestas en boca de urna tendían a ser pesimistas. De todosmodos, los voceros aclaraban: Hay que esperar. Sin duda, hubo que esperar mucho menos de lo previsto. Las encuestas marcaban prácticamente un empate técnico que iba a ser definido por 8 a 10 por ciento de los indecisos. Evidentemente, lo definieron. Los primeros sondeos arrojaron para Batlle una diferencia bastante similar a la que después indicaron los datos del Ministerio del Interior: 52 por ciento para Batlle contra 45 de Vázquez. Estos números parecerían indicar que si hay un padre de la victoria de Batlle es el Partido Nacional (Blanco) y su líder, Luis Alberto Lacalle, quien acordó el apoyo a su archirrival histórico a cambio de un acuerdo programático de gobierno. Lacalle había obtenido el 21,5 por ciento de los votos en la primera vuelta y Batlle había logrado casi un 32 por ciento: sumados, la misma cifra por la que ayer ganó Batlle. El leve crecimiento del Frente, que pasó del casi 40 por ciento de los votos a un 44 por ciento, parece proceder del socialdemócrata Nuevo Espacio (4,5 por ciento en esas elecciones).Desde la sede del Partido Nacional, que paradójicamente estaba a sólo dos cuadras del hotel desde donde habló Batlle, Lacalle se anticipó al candidato triunfador y señaló que este éxito tiene la impronta del Partido Nacional. Sin menospreciar al Partido Colorado, el próximo gobierno tendrá el sabor y la fuerza que le sabe imprimir el Partido Nacional. El ex candidato del Partido Nacional enfatizó que hemos sido determinantes en el resultado y siguió advirtiendo que seguiremos siendo una fuerza política distinta y con valores muy propios.En cierta medida, el sueño del Frente Amplio terminó por esta vez. En otra cierta medida, Batlle tuvo un apoyo que ni él mismo hubiera imaginado en un rapto alucinado de optimismo. Un Batlle abrió el siglo (por el ex presidente José Batlle y Ordóñez, otro Batlle lo cierra, se acostumbraron a pronunciar ahora los periodistas. Uruguay sigue siendo, con el agregado de un nuevo actor, un país democrático y hereditario, como también se suele decir.
LOS BLANQUICOLORADOS EN SU NOCHE DE TRIUNFO Por Alejandro Sosa Dias El gobierno tendrá que contar con la participación activa de toda la ciudadanía para poder llevar adelante en el próximo siglo los ideales de progreso, libertad, tolerancia y de respeto que nos merecemos unos a los otros, dijo en una mesurada conferencia de prensa el colorado Jorge Battle, presidente electo de Uruguay con el apoyo del Partido Nacional (Blanco), contra un Encuentro Progresista-Frente Amplio que en la primera ronda electoral obtuvo el 40 por ciento de los escaños parlamentarios. El clima entre los colorados algunos de los cuales gritaban Se va a acabar, se va a acabar, el comunismo en Uruguay era eufórico, pero el tono de Batlle buscó poner paños fríos después de una campaña muy agresiva. Después de un estruendoso (y prematuro) festejo de los frenteamplistas, la noche del sábado a través de la avenida 18 de Julio, los votantes colorados tomaron las calles anoche. Si ayer los frenteamplistas habían mostrado contundencia y entusiasmo, los colorados supieron exhibir por lo menos la segunda de estas cualidades. Desataron su alegría personas de todos los grupos sociales, aunque predominaban los de edad adulta, cuando no directamente ancianos. En una ciudad que perciben como hostil dados su tradición y presente frenteamplistas, los grupos de manifestantes convergieron hacia Plaza Independencia. Allí, en un clásico hotel montevideano, el Victoria Plaza, tuvo lugar la conferencia de prensa del presidente electo. También, aunque menos, aparecieron manifestantes blancos, sobre todo de partidarios de Luis Lacalle, quien después de conocerse el triunfo de Batlle ratificó la opción electoral decidida por su partido como la única posible para el país. Se suma a una victoria que, si bien no es propia, sin ellos no hubiera sido posible.En un salón exclusivo del Victoria Plaza donde convergieron la prensa y los adherentes colorados, Batlle dio una conferencia de prensa interrumpida cada tanto por aplausos. El presidente electo reivindicó la jornada electoral, situándola en las tradiciones políticas del país y felicitó a todos los uruguayos, cualquiera hubiera sido sea cual sea su opción política. Agradeció los apoyos extrapartidarios y remarcó las ideas de paz y cooperación, en oblicua referencia a la izquierda. Terminó con una curiosa imprecación a privilegiar el espíritu sobre la materia y los valores morales por sobre la abundancia. Necesario prólogo, quizá, del próximo ajuste fiscal.
El presidente electo del 2000 Para Jorge Batlle, el mejor slogan fue su apellido. Un presidente Batlle abrió el siglo XX, y él abrirá el XXI. El Viejo Batlle, como se conoce en Uruguay al más popular de los presidentes de su historia, José Batlle y Ordónez, que gobernó en 1903-1907 y 1911-1915, estableció a principios de este siglo las bases de un país que fomentó su industria mediante un sistema proteccionista que incluía leyes favorables a los obreros y sus organizaciones. Jorge Batlle, en cambio, defiende el liberalismo económico y propone desregular el mercado interno, abatir los aranceles para fomentar el comercio exterior, avanzar en los procesos de integración regional y continental y aun, más allá del Mercosur, negociar directamente con el NAFTA o la Unión Europea. También considera necesario admitir la competencia privada en los servicios públicos que actualmente son monopolio estatal e incentivar la inversión extranjera a través de leyes que beneficien al capital a través de la exoneración de impuestos. Y también por medio de la flexibilización laboral: Batlle eliminaría muchos de los beneficios que su tío abuelo garantizó a los obreros a través de la ley.Estas propuestas sonaron extrañas cuando Batlle las formuló por primera vez en los años del restablecimiento democrático tras la caída de la dictadura militar (1984-1985), pero hoy forman parte del patrimonio común de casi todo partido político, y no sólo de los que se reclaman de derecha. Lo mismo sucedió cuando en la campaña presidencial de 1994 propuso vender las reservas de oro para financiar la reforma del Estado, iniciativa que levantó la oposición casi unánime de todo el país. Pero luego fue aplicada por el presidente nacionalista (blanco) Luis Alberto Lacalle (1990-1995). Por eso, su slogan en la elección pasada fue Batlle te canta la justa. Hasta hoy sus votantes reivindican su honestidad para decir de frente lo que piensa hacer como presidente.Para la campaña que ahora llevó a su victoria en segunda vuelta, Batlle nuevamente sorprendió con sus propuestas, tan extrañas como para que él mismo reconociera ser un candidato divertido, y para mover a la burla de sus adversarios. Por ejemplo, propuso que Uruguay se dedique a la cría de caballos, como Irlanda, donde el caballo es tan importante como los seres humanos, y también manejó la posibilidad de importar científicos rusos desocupados porque están muertos de hambre. Jorge Batlle fue candidato presidencial en 1966, 1971, 1989 y 1994: compitió en cuatro de las cinco elecciones presidenciales que se realizaron en Uruguay en los últimos 29 años, pero nunca había logrado festejar una victoria a nivel nacional. Nacido en Montevideo el 25 de octubre de 1927, pertenece a una dinastía de ex presidentes: al más famoso de ellos, su tío abuelo José Batlle y Ordóñez, se agregan su bisabuelo Lorenzo Batlle (1868-72), y su padre Luis Batlle Berres (1947-51), a quien el novelista Juan Carlos Onetti dedicó El Astillero.Abogado, Jorge Batlle fue electo diputado en dos ocasiones y senador en otras tantas. Se casó en segundas nupcias con Mercedes Menafra, y tiene dos hijos (Raúl y Beatriz) de su primer matrimonio con la argentina Beatriz Lamuraglia y dos nietos. A la muerte de Batlle Berres, su hijo Jorge se encontró, a los 37 años al frente de un diario, una radio, y del batllismo, la mayor fracción política del país en esa época. Bajo su conducción el diario Acción y la radio Ariel se fundieron, y su grupo político perdió las cuatro elecciones en las que él se presentó. En 1968, su nombre se vio envuelto en el caso de la fraudulenta infidencia de una devaluación. Aunque una comisión investigadora parlamentaria jamás pudo probar la vinculación de Batlle en el hecho, su imagen quedó empañada durante muchos años. Más tarde, por denunciar el intento militar de golpe de Estado (concretado el 27 de junio de 1973), fue detenido y proscripto. Al fin de la dictadura en 1985, volvió a su empecinada lucha política. Donde Batlle siempre fue ganador es en las internas del Partido Colorado, en las que se impuso siempre sobre los demás candidatos, incluyendo los comicios internos de abril de este año, en que triunfósobre el delfín del actual presidente Julio María Sanguinetti, el ex ministro Luis Hierro López. La nueva legislación electoral uruguaya estableció que cada partido sólo podía presentarse con un candidato presidencial, por lo cual Batlle encabezó la fórmula colorada al Poder Ejecutivo, acompañado por Hierro López (en la foto, barbado) como candidato a la vicepresidencia. Ahora, al triunfar en su quinto intento presidencial, las políticas que Batlle propone adoptar durante su gestión (2000-2005) para modernizar el Uruguay rumbo al próximo milenio son radicalmente diferentes, y aun contrarias, a las implementadas por su tío abuelo a principios de siglo.
COMO SE VIVIO EL PRIMER BALLOTTAGE DE LA
HISTORIA NACIONAL Por P.R. Con más de 30 grados y un sol radiante, la capital de Uruguay vivió un día mucho más apacible de lo previsto. En el elegante sudeste de Montevideo (Carrasco, Malvín, Buceo y Pocitos), la gente se sentaba en los bares que dan a la Rambla y unos pocos se atrevían a permanecer en las playas y aun a meterse en el Río de la Plata (o el mar, según muchos montevideanos), sin manifestar demasiado fervor eleccionario. Pero en los populosos barrios de La Teja y el Cerro, que se ubican enfrente del centro de la ciudad (bahía de Montevideo mediante), las caravanas de coches y personas embanderadas con los colores del Frente Amplio tapizaban, literalmente, varias cuadras de las avenidas principales. La presencia policial fue mucho más fuerte que en la primera vuelta electoral del 31 de octubre. Pero quedó sólo como resto de la tensión previa: casi no hubo incidentes en la elección más peleada de la historia del Uruguay, en la que el 88 por ciento de la población cuatro puntos menos que en la primera vuelta fue a votar.El ministro del Interior, el colorado Guillermo Stirling, se dio el lujo de pasearse por el barrio de El Cerro, furibundamente frenteamplista, para demostrar que la jornada se desarrolla con total normalidad. Claro que el tipo de normalidad, tanto el 31 de octubre como en la última semana, merece una definición aparte. Apenas oscurece, la principal avenida de Montevideo, la 18 de Julio, se vuelve una tira ensordecedora en el medio de la ciudad. En la Plaza de Cagancha, o Plaza Libertad, la reunión de gente parecía una violación flagrante de la veda electoral.El hecho de que ambos candidatos, Jorge Batlle y Tabaré Vázquez, estuvieran tan empatados en las encuestas, generaba una preocupación en la que, por más banderas en la calle que hubiera, la alegría desbordante del 31 de octubre había disminuido si se consideraba a toda la ciudad de Montevideo. Y... está muy parejo, fue durante el día, antes de conocer los resultados (ver recuadro), la frase de cabecera. Tanto de los que dijeron votar a Batlle como de los que lo hicieron por el candidato del Frente Amplio Tabaré Vázquez. Pero detrás de la paridad, los colorados parecían más confiados. Ya está. Ya ganamos, porque los indecisos van a votar a Batlle, dice una joven con una vincha de su candidato. En esta mezcla de entusiasmo y análisis, los frenteamplistas apostaban muchas fichas a los que cruzaron el charco desde Buenos Aires.Otra fiesta fue el barrio de La Teja, sobre todo en la avenida Carlos María Ramírez, la arteria principal del barrio y la que lo conecta con El Cerro. En la patria chica de Tabaré Vázquez, los muy pocos carteles blancos decían Blancos con Aparicio Saravia (un héroe del Partido Nacional). Ni un voto a Batlle. Bajando hacia la ciudad, por el barrio de El Prado (algo así como el Palermo porteño que incluso tiene una zona llamada El Rosedal) y más adelante cruzando el Parque Batlle (donde está el Estadio Centenario), las banderas desaparecen, así como se esfuma el clima electoral en general. Ya llegando al río, sobre todo en Pocitos, se conservan los carteles rojos con la leyenda Batlle de la primera vuelta. Ellos pueden salir a la calle, pero ganamos nosotros, resumió un poco amargamente una mujer que se declara colorada de toda la vida y que paseaba por la Rambla.
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