Por Fernando DAddario Los conciertos
que brindará Aquelarre hoy, mañana y el domingo en el teatro Maipo coronarán un retorno
tan efímero como atípico: se trata, en rigor, de un regreso austero, limitado al gusto
por volver a tocar en vivo, sin pretensiones de trascendencia futura. Lejos del gigantismo
vacío de Seru Giran, y más lejos aún del patetismo de los nuevos-viejos Abuelos de la
Nada (por citar sólo dos retornos de la década), Aquelarre se reunió el año pasado
para unas históricas actuaciones en el teatro Alvear, concretó un puñado de shows en el
interior y nada más. El plus testimonial que necesita la historia para dar cuenta de un
hecho artístico está garantizado por Corazones del lado del fuego, un CD que recoge los
mejores momentos de esos shows. Desde el principio teníamos muy en claro que no nos
reuníamos para seguir ad aeternum, subraya Rodolfo García en entrevista con
Página/12, desligándose de ese karma de incertidumbre que suele acompañar a las
reuniones programadas desde un escritorio. La música de Aquelarre es, ante todo, buena
música. Pero reproduce un sonido, una estética y una actitud claramente identificables
con los códigos de la primera parte de la década del 70. Cuando está por comenzar
el siglo XXI y el rock actual es una coctelera de influencias, revivals y guiños al
pasado, la intención del grupo es, simplemente, volver a tocar aquellos temas (Aves
rapaces, Violencia en el parque, Aniñada Silencio
marginal, entre otros), que fueron propiedad de un ghetto rockero y hoy pertenecen
al inventario del rock nacional. Si algo no queremos hacer es bajar línea ni
pretender convertirnos en una vanguardia. Hacemos música de aquella época, ahora,
agrega el baterista, desmitificando el intento. Ni en el disco ni en los shows hay temas
nuevos. Y tampoco hay planes para seguir después de estos shows en el Maipo.
Podríamos haber hecho canciones nuevas, pero no hubiese sido coherente con lo que
fue Aquelarre. Antes estábamos todo el tiempo juntos, preparando los temas, dándoles
vueltas, agregándoles y quitándoles cosas, viviéndolos. Ahora cada uno tiene otras
ocupaciones y preferimos ponerle toda la energía a hacer de la mejor manera los temas que
compusimos en esa época, puntualiza Emilio del Guercio, que, como García, fundó
Aquelarre tras la disolución de otro grupo mítico, Almendra. En aquellos tiempos se
grababa en 4 canales y ahora suelen usarse 8 sólo para la batería. En los 70, a
falta de monitoreo, muchas veces los músicos escuchaban lo que tocaban con el rebote en
el fondo de la sala. No sólo eso ha cambiado, claro. Nosotros cambiamos. Lo único
que no cambió fueron las canciones y el concepto. Cuando volvimos, en el Alvear, lo que
más me gustó de todo fue haber reconocido instantáneamente el sonido del grupo, esa
química que se había mantenido a pesar de los 20 años que habían pasado, asegura
el también ex bajista de Almendra, que hoy está al frente de un estudio de diseño y
publicidad (justamente el diseño del disco le pertenece). García, además de participar
como invitado de distintos músicos, es un productor que trabaja en la organización de
diversas movidas culturales. Héctor Starc debe ser el guitarrista argentino con más
ganas de tocar, donde sea y cuando se presente la oportunidad, mientras le deje tiempo su
empresa de sonido. El tecladista Hugo González Neira, amante del jazz, desde aquellos
tiempos hace música por encargo, preferentemente playbacks para cantantes. En los
shows del año pasado, arriba del escenario daba la impresión de que no había pasado el
tiempo. ¿No tenían miedo de que el regreso resultara un fiasco?R.G.: Miedo no es
la palabra. Estábamos expectantes. Sabíamos lo que íbamos a presentar, pero no
estábamos seguros de si lo que teníamos para dar estaba a la altura de los sueños de la
gente, especialmente porque el paso del tiempo magnifica las cosas, a lo mejor tocaste un
fenómeno pero el tipo que te fue a ver hace 25 años empezó a idealizarte tanto que
esperaba otra cosa. Y arriba del escenario sentimos lo mismo que nos había pasado en el
Luna Park, en el 77. Había un feedback impresionante. La nostalgia suele ser
vista peyorativamente en el mundo del rock. ¿Hasta qué punto es positiva o negativa
cuando se habla del retorno de un grupo como Aquelarre?E.D.G.: Se la ve
peyorativamente porque la cultura actual privilegia la idea del futuro inmediato, pero en
nuestro caso no se trata de nostalgia, sino de una mística que se mantuvo, y a la que se
le agregó el ingrediente emotivo. La nostalgia no es buena ni mala en sí misma. Pasó el
tiempo, pero no estamos hablando de la prehistoria, no somos fósiles. Uno no es músico
generacionalmente, es músico toda la vida...R.G.: Sino seríamos como
los futbolistas, que tienen una vida útil y después se retiran. En algún momento el
rock fue la expresión musical de una generación. Ahora el rock es un género más, como
el jazz, y los músicos, al revés de los futbolistas, cuantos más años tenemos, más
mejoramos nuestro rendimiento.
OPINION
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