Página/12 en Paraguay
Por Stella Ruffinelli Desde Asunción, Paraguay Paraguay se
debate ante un Ejecutivo que gobierna entre la sombra de Lino César Oviedo y la memoria
de Luis María Argaña, el vicepresidente asesinado hace nueve meses. Esto le ha
significado costos importantes a una democracia que apenas hace ocho meses estrenó una
coalición de tres partidos que no garantizan una cogobernabilidad, luego de los
sangrientos incidentes ocurridos en marzo, tras la muerte de Argaña y la fuga de Oviedo.
En el denominado caso Oviedo, el doble discurso del gobierno paraguayo fue
constante: mientras desde Estados Unidos para abajo hay coincidencia de que esta frágil
democracia no soportaría a Oviedo en Paraguay, el presidente Luis González Macchi
ratificó que solicitará nuevamente su extradición. En este escenario incierto, el ex
general golpista optó por la retirada. Y como lo dijo la diputada aliancista argentina
Elisa Carrió, recibió el anteúltimo gesto de su amigo Carlos Menem al final de su
mandato. El último se habría concretado ayer con la fuga de Oviedo, ante la vista gorda
que hicieron las fuerzas de seguridad argentinas.Conocida la fuga, las autoridades
paraguayas optaron por el silencio, mientras que en las calles de Asunción los rumores
corrían veloces. Dicen que Oviedo se encuentra aquí, o en campos de sus amigos, o en el
Chaco paraguayo, o al noreste del país en la frontera con Brasil, y hasta se habla de su
posible arribo a tierra boliviana. Aunque el senador oviedista prófugo Carlos Galeano
Perrone declaró en medios uruguayos que Raquel Marín (la esposa de Oviedo) me dijo
que está en San Pedro, un departamento muy empobrecido ubicado al norte de
Asunción. Dos hechos muestran cuánto le costó al gobierno paraguayo mantener una
postura inequívoca. Luego de la negativa argentina a conceder la extradición de Oviedo
se negoció el confinamiento en Tierra del Fuego. Con el nuevo gobierno electo Paraguay
tampoco pudo ponerse de acuerdo. Chacho Alvarez lo tuvo que decir con todas las letras:
La democracia paraguaya es precaria y conflictiva. Y ante los insistentes
rumores de que el ahora prófugo quería levantar vuelo de Argentina, el designado
ministro del Interior, Federico Storani, insistió en que estaba buscando otro país para
el asilado. Ante la misma versión, González Macchi, quien se encontraba en Uruguay
asistiendo a la cumbre de presidentes del Mercosur, sólo reiteró la decisión de volver
a plantear la extradición.Para los paraguayos, Oviedo es un problema; para el gobierno el
problema es aún mayor, porque se le hace cuesta arriba manejar la presión de los
familiares de los jóvenes muertos. Pero la presión real es la que, por ejemplo, forzó a
González Macchi a solicitar la renuncia del ex canciller Miguel Abdón Saguier (una vez
rechazado por Menem, el pedido de extradición) ante la insistencia de la familia Argaña.
Preso de esta dualidad, ahora el Presidente se mantuvo calmo y no enfrentó al sector de
su partido que está en desacuerdo con alejar a Oviedo del país hasta que se aquieten las
aguas. Este sector pide el regreso de Oviedo para que sea juzgado por el asesinato de
Argaña.Y así la Argentina de Menem se jugó sola y Oviedo se fugó. Mientras, en
Paraguay se debate un presupuesto cuyos ingresos no alcanzan, un partido de la coalición
el Liberal Radical Auténtico (PLRA) amenaza con irse, y la carencia de
liderazgo es capaz de arrancar lágrimas entre quienes más han luchado por el retorno de
la democracia al Paraguay.
OPINION
|