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Por M. Fernández López
Un mundo mejor
De modo creciente la economía se ha construido en un marco de egoísmo y rivalidad, en el que el otro es un competidor y por tanto nuestro rival, nunca un amigo, y cuyo beneficio puede significar nuestra ruina: soy empleado u obrero, y la obtención de empleo por otro puede tener como base mi propio despido, y por tanto mi exclusión del sistema de mercados. La vida económica se concibe como un mundo darwiniano, donde todos luchan por obtener su subsistencia. Cada cual maximiza algo propio, sin preocuparle qué le suceda al otro. Yo vendo droga, medicinas adulteradas o vencidas, pirotecnia no controlada, o licores fabricados sintéticamente, con ello maximizo mi ganancia y que los demás revienten. Es una versión cruel y salvaje de la parábola de la mano invisible de Smith: cada individuo ... busca únicamente su propia ganancia, y en éste, como en muchos otros casos, una mano invisible lo lleva a fomentar una finalidad que no entraba en sus propósitos. Buscando su propio interés, fomenta el de la sociedad. Desde los poderes públicos se desalientan las organizaciones solidarias, en las que quienes más pueden, a través del impuesto, contribuyen a la salud y la educación de quienes menos pueden y obtienen esos bienes a través de la medicina pública y la educación pública, o a través de organizaciones cooperativas. Los resultados están a la vista: millones de trabajadores potenciales sin ningún empleo, centenares de miles de despedidos de empleos calificados, empleados en prestar servicios en los que día a día olvidan el oficio que ejercieron por años, jóvenes a quienes la vida educa a no tener fe en la capacitación como medio para el progreso. Por suerte no toda la economía ni todos los economistas aceptaron o propiciaron ese modelo. Este mes se recuerda en todo el mundo el centenario del natalicio de uno de quienes más hicieron por los discriminados y los colonizados, por un mundo sin guerra y por construir una ciencia desde los valores democráticos e igualitarios: Gunnar Myrdal, nacido en diciembre de 1898 en Suecia, Premio Nobel en Economía en 1974, y autor de El Elemento político en el desarrollo de la teoría económica (1930), Un dilema americano (1942), sobre el problema de los negros en Estados Unidos, Solidaridad o desintegración (1956), sobre las tendencias de las relaciones económicas internacionales en el mundo no soviético y Un drama asiático (1968).
Ex ante y ex post
Nunca un acto económico se dirige a cambiar algo del pasado. Sencillamente, porque el pasado ya fue. Toda acción económica persigue un fin futuro. Y como el futuro no nos es conocido y sólo lo podemos conjeturar imperfectamente, se abre la posibilidad de que el fin buscado a través de cierta acción presente no se logre, es decir, se frustre nuestra expectativa. La economía, pues, que abunda en situaciones en lo que concretamente tiene lugar en el futuro difiere ampliamente de lo que se esperaba obtener en el pasado. Por ejemplo, en la economía keynesiana el gasto tiene componentes activos o pasivos respecto del ingreso: el consumo, el ahorro y la importación dependen del nivel de ingreso (son componentes pasivos), mientras que la inversión, el gasto público y las exportaciones determinan al ingreso, por vía del multiplicador (son componentes activos). Si usted o yo decidimos ahorrar más, el sistema no se conmueve, y podemos concretar nuestro plan. Pero si todos deciden ahorrar más, la sociedad consume menos, el ingreso se contrae y termina achicando la capacidad de ahorro: el conjunto ahorra menos. En la economía marxista, el empresario típico busca defender o ampliar su mercado a fin de ganar más renovando su tecnología. Cuando todos los empresarios actúan así, se reduce la ganancia del conjunto. Un tercer caso: el Presupuesto aprobado por el Congreso es sólo un proyecto, que se basa en expectativas de recaudación impositiva y otros ingresos que dependen del nivel deactividad futura. Se pronostica, por ejemplo, un crecimiento de la actividad de un 5 por ciento. Si el pronóstico falla todo se altera y el Presupuesto ejecutado puede diferir con el Presupuesto aprobado. La diferencia entre planes y concreciones fue introducida por los suecos Gunnar Myrdal y Erik Lindahl en sus primeros escritos y se convirtió en un poderoso instrumento de análisis luego de la crisis de 1929. Los suecos identificaron a la discrepancia de planes de ahorro y planes de inversión como factor crucial en la generación de depresiones, y captaron el momento del plan con el vocablo ex ante, y el momento de la concreción con el término ex post (Myrdal, El concepto de equilibrio, instrumento del análisis teórico monetario, 1933), clarificado por Lindahl en Nota sobre el problema dinámico de los precios (1934). Estos trabajos y los de Ohlin formaron la llamada Escuela de Estocolmo.
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