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Pablo Guidotti, viceministro de Economía
“Todo el ‘99 va ser un año muy difícil”

Para el segundo de Roque Fernández, lo que pase en los próximos tres meses definirá la suerte del año. Reconoce que Brasil “es un riesgo” y que si no se despeja el nerviosismo habrá sufrimiento.

Por David Cufré

El último año de Roque Fernández al frente del Ministerio de Economía estará signado por dos elementos: la campaña electoral y un contexto internacional complicado. La crisis no terminó. Brasil es un factor de riesgo. Nadie puede asegurar que el año será tranquilo. Puede producirse una desaceleración importante de la economía. Esas son las definiciones del número dos del Palacio de Hacienda, Pablo Guidotti. En cuanto a la política, descree que los afanes reeleccionistas de Carlos Menem vayan a afectar a la economía. En cambio, espera ásperos debates con la oposición. Las últimas batallas que encarará el equipo económico serán la privatización parcial del Banco Nación, cambiar la carta orgánica del Banco Central y definir un nuevo sistema de coparticipación entre la Nación y las provincias. Entre tanto, espera el veto presidencial a la ley que puso límite a los intereses de las tarjetas de crédito.

-El año va a estar marcado por una intensa actividad política. ¿Cómo repercutirá esto sobre la economía?

-Los economistas de la Alianza y del justicialismo tienen un discurso muy similar. Eso ayudaría a una transición ordenada. Sin embargo, sospecho que si se produce una desaceleración importante de la economía, este tema ocupará el centro del debate político. Quizá sea un poco inocente pensar que simplemente porque los economistas tienen un discurso con varios puntos de coincidencia no se producirán polémicas fuertes. De todos modos, el grado de madurez política en la Argentina es notablemente superior al de otros países emergentes. Acá las bases del sistema económico no se discuten.

-Los economistas de la Alianza y del justicialismo dicen que, en caso de llegar al poder, tendrán una participación más activa que el actual equipo económico. ¿Eso motivará algún cambio en su estilo de gestión?

-Definiría si alguien es activo o no por los resultados que produce. Nosotros somos muy activos para profundizar las reformas estructurales y mejorar la situación fiscal. Hoy en día es muy fácil para los economistas que no están en el Gobierno producir un discurso razonable, si es que hablan en términos generales. Creo que el verdadero debate se va a dar cuando empiecen a exponer los programas sobre puntos específicos. Las diferencias van a venir con los detalles.

-¿Que se vuelva a hablar de reelección afecta a la economía?

-No veo que exista nada que haga pensar que el tema está resurgiendo. El Presidente aclaró mil veces que no está buscando la reelección. Por lo tanto es un tema que no tiene ningún impacto.

-¿La devolución a la UOM de 67 millones de pesos no es una señal de que el tema está reapareciendo?

-No conozco esa decisión en detalle como para opinar. Sé que es algo que viene desde hace muchos años, pero nada más. En general, lo que puedo decir es que uno de los temas a resolver en el futuro por la política es el rol de los sindicatos.

-¿Por qué?

-Porque son sectores que tienen grandes intereses económicos y mucha influencia en la política. Una influencia que no es buena. Esa es una asignatura pendiente de la política argentina.

-Cuando Menem renunció a la reelección en agosto, Roque Fernández comentó que la situación política previa había lastimado la economía. ¿Eso podría volver a ocurrir?

-Habría que ver. Pero no me gusta analizar cosas hipotéticas que no creo que se vayan a dar. En principio, considero que lo que está pasando es que, como todavía no existe un candidato justicialista, la oposición debate con el Gobierno. Pero eso va a cambiar después de las internas del PJ en abril.

-Antes mencionó que la economía podría sufrir una desaceleración importante. ¿Por qué?

-Los indicadores financieros son la mejor señal de que el pánico desapareció. Ahora, también es cierto que persiste un grado importante de volatilidad y nerviosismo en los mercados. La crisis rusa generó un fenómeno nuevo, que no estuvo ni con el Tequila ni con el crac del sudeste asiático: la percepción de que los problemas en los países emergentes pueden afectar a las naciones industriales. Además, por primera vez requirió de una acción decidida de la Reserva Federal y de los bancos centrales europeos. Y que el FMI, que siempre era la barrera de contención, no pudiera impedir aquella conexión. Eso fue lo novedoso de la crisis rusa. Y es lo que genera el nerviosismo, que va a seguir hasta que no se armen nuevos mecanismos de contención. Hoy nadie puede predecir que el año va a pasar sin que haya nuevamente una crisis como la del ‘98. Nadie puede asegurar que vamos a tener un año tranquilo.

-¿Habrá un menor ingreso de capitales?

-Lo que preveo para el año es que en el primer trimestre podemos llegar a ver una entrada de capitales relativamente importante. Los fondos de inversión acumularon liquidez y tienen la oportunidad de obtener importantes retornos en sus inversiones. El primer trimestre va a marcar lo que pase el resto del año: si es muy bueno, vamos a recuperar tasas de crecimiento significativas. Pero si el nerviosismo persiste, me da la impresión de que todo el ‘99 va a ser difícil.

-¿Cómo evolucionará la situación en Brasil?

-Siempre es un riesgo potencial. Los mercados van a estar muy pendientes de cómo el Congreso continúe a partir de febrero con la implementación del plan de ajuste. La Argentina va a depender mucho de cómo se den las cosas en Brasil y de cómo eventualmente afecte la incertidumbre en los mercados a las economías de Estados Unidos y Europa.

-¿Cuáles son los últimos proyectos trascendentes que encarará el equipo económico?

-Hay cuatro leyes importantes. La más importante es la nueva coparticipación entre la Nación y las provincias. Primero hay que alcanzar un acuerdo con los gobernadores. Si eso ocurre, no creo que haya problemas para que el Congreso la apruebe. Después está la reforma de la carta orgánica del Banco Central. En marzo intentaremos introducir el proyecto de ley para transformar al Banco Nación en una sociedad anónima. Finalmente, está el tema de mejorar los aspectos solidarios del sistema de seguridad previsional, con una reestructuración de lo que es la Prestación Universal Básica (PBU) de las jubilaciones.

-Son temas que de por sí generan grandes controversias, y que se verán agigantadas por la campaña electoral. ¿Que el Congreso apruebe dos de los cuatro proyectos sería una buena marca?

-Son temas importantes. Algunos más difíciles que otros. Pero que sacáramos dos sería importante.

-¿Incorporar capital privado al Banco Nación no limitará su independencia para financiar a las PyMEs?

-Al ser una sociedad anónima del Estado, el manejo del banco sigue estando en manos públicas. La participación del capital privado sería minoritaria. Es una forma de mejorar el control externo y que también puede expandir sus actividades. Obviamente que la elección del sector privado de invertir en el Nación va a estar en relación con los negocios que se hagan en conjunto con el capital estatal. El Banco Provincia, por ejemplo, tiene varias actividades en las que está asociado con entidades privadas.

-Actividades independientes al funcionamiento del banco.

-En este caso puede ser lo mismo.

-¿A un privado no le interesaría más invertir en una entidad que apunte a obtener una mayor rentabilidad, en lugar de en el Nación, que financia a sectores que le reportan menos ganancias?

-Ante la pregunta de por qué habría alguien interesado en tener una participación minoritaria en el Nación, la respuesta es no sé. No sé si vaa haber interesados y bajo qué condiciones se incorporarían. Pero hay muchas maneras por las cuales la inversión puede transformarse en un negocio interesante.

-¿Se va a vetar la ley que puso límite a los intereses de las tarjetas de crédito?

-Es una decisión del Presidente. Lo que nosotros creemos es que los controles de precios no son buenos. Es atacar los efectos en lugar de las causas. Lo que hay que entender es por qué el crédito es caro, y no tratar de definir arbitrariamente que tiene que ser barato. Así lo único que se consigue es que no haya crédito. Los precios máximos generan desabastecimiento. Eso ya lo vivimos. Cuando uno trata de poner el precio más bajo del que marca el mercado, simplemente lo que genera es que ese servicio no se preste.

-Es el mismo argumento que utilizan los bancos.

-Pero es que lo que hay que entender es por qué las tasas están altas y atacar sobre las falencias institucionales que elevan los costos. Es decir, hay que avanzar en generar transparencia.

-¿Es una asignatura pendiente del equipo económico transparentar los mercados?

-Es una tarea constante. La Argentina ha ido mejorando mucho. Pero es una tarea no solamente de este gobierno, sino de varios gobiernos que vendrán después de éste.


Los pronósticos de los economistas
Un año con poco y nada para festejar

Aun siendo optimistas, los gurúes pronostican uno de los peores años desde que existe convertibilidad. Si hubiera crisis en Brasil, entonces los escenarios para Argentina son de catástrofe.

Por Maximiliano Montenegro

Para la gran mayoría de la gente, el año en que se va Menem no será de festejo. A juzgar por los pronósticos de los economistas, el ‘99 será, junto con el ‘95, el peor año desde que existe convertibilidad. No porque deje el poder quien durante una década proveyó de suculentos negocios al establishment local y extranjero a cambio de que no hicieran olas. Ni tampoco porque los inversores teman que quien acceda a la Rosada vaya a cambiar esas reglas del juego. En todo caso, la campaña electoral sólo será una gota más de incertidumbre en la tormenta que, proveniente del exterior, se cierne sobre la economía argentina.

En los próximos dos meses, las miradas de los argentinos se dirigirán a Brasil, y no precisamente por la belleza de sus playas atestadas de exuberantes garotas. Entre enero y febrero, Fernando Henrique Cardoso procurará consenso para avanzar con un ajuste fiscal y mientras tanto deberá renovar el apoyo del FMI, después de que el gobierno brasileño admitiera que ya incumplió con el acuerdo firmado con Washington hace apenas tres meses. Si Cardoso tropieza y los inversores empiezan a huir de Brasil para no quedar aplastados por el terremoto, la fuga de capitales de Argentina sería inevitable. Entonces, habría una tremenda recesión, el desempleo explotaría y, para asegurar la estabilidad, tanto Menem como los aspirantes a sucederlo no tendrían otra alternativa que prometer más y más ajuste.

Pero aún sin “efecto caipirinha”, los estudios económicos consultados por Cash describen un escenario poco alentador: estancamiento del producto y de las exportaciones, parate en las inversiones, más desocupación, caída del salario real y el fantasma permanente de una crisis externa. Así será la economía argentina modelo ‘99: Desocupación: aún en el mejor escenario posible todas las consultoras pronostican que la desocupación volverá a subir por arriba del 14 por ciento. De acuerdo a Alpha, la tasa se ubicaría en la encuesta de mayo próximo en el 14,6 por ciento, lo que representa 2 millones de desempleados, 300 mil más que en octubre pasado. Si Brasil devaluara, Cedei arriesga que “la tasa de desocupación puede superar el record de 18,4 por ciento verificado en mayo del ‘95”. Machinea afirma que en ese caso treparía “más allá del 16 por ciento”. Es decir que el número de desocupados podría alcanzar, meses antes de las elecciones, un record de 2,2 a 2,5 millones de personas.

Salario real: según The Economist, caerá en promedio 1,3 por ciento. Así, durante el segundo mandato de Menem la baja del poder de compra salarial, según cifras de FIEL, rondaría el 10 por ciento. (Para los sectores más pobres sería aún mucho mayor, ya que en los últimos tres años el ingreso del décimo de menores recursos de la población se redujo casi en un 20 por ciento.) En el escenario de crisis, por su puesto, el ajuste en el poder adquisitivo de los trabajadores sería más pronunciado.

Consumo: los gurúes hablan de un estancamiento del consumo, ya que a la retracción en el poder de compra de los salarios se suma el mayor costo del crédito y la desconfianza de la gente a endeudarse ante el fantasma del desempleo. Pero los consultores hablan de la tendencia del consumo en promedio, lo cual esconde la disparidad entre aquellos que deberán ajustarse el cinturón y aquellos que seguirán gastando como siempre. “Las tendencias del consumo continuarán privilegiando la venta de productos de lujo orientados a segmentos de ingresos ABC1/C2 que son casi 800 mil hogares en Capital y Gran Buenos Aires y que en los últimos siete años han aumentado casi 13 por ciento su participación en el ingreso total”, sostiene el estudio Alpha.

Crédito: persistirá el parate en el crédito tanto por un problema de oferta como de demanda. De un lado, los bancos seguirán manejándose con extrema cautela a la hora de seleccionar a sus clientes, restringiendo el acceso a todas sus líneas crediticias, desde las comerciales a lashipotecarias. En los últimos meses, mientras los depósitos aumentaron, los los bancos optaron por “pisar” los préstamos como una manera de cubrirse. Del otro lado, la incertidumbre de la desocupación, con razón, potenciará aún más el temor a endeudarse.

Exportaciones: el secretario de Industria, Alieto Guadagni, admitió esta semana que “las exportaciones en el ‘99 permanecerán estancadas por segundo año consecutivo”. La baja de precios de las commodities en el mercado internacional son la principal causa, pero también se siente la disminución de envíos al exterior (autos, material de transporte, alimentos y granos) debido a la recesión del mercado brasileño. De esta manera, para moverse la economía extremará su dependencia del combustible del ingreso de capitales. Y aumentará el riesgo de ceder paso a una recesión ante cualquier crisis en el mercado financiero internacional.

Déficit externo: este año confirmará la marcada dependencia importadora de la economía argentina. Según Machinea, Cedei y Broda, aún si se creciera sólo al 1 por ciento, el déficit de cuenta corriente (rojo de la balanza comercial más pago de intereses de la deuda) rozaría el peligroso límite del 4 por ciento del PBI. Según el FMI, que estima un crecimiento del PBI de entre 2,5 y 3 por ciento, “el déficit de cuenta corriente externo probablemente se ensanche al 4,9 por ciento del PBI en 1999, reflejando la debilidad de los precios de las commodities, la recesión en la demanda externa y el creciente peso de los servicios de la deuda externa”. En otros términos, para el Fondo, Argentina deberá conseguir financiamiento por más de 17 mil millones de dólares. Obviamente, si algo malo sucediera afuera y estos fondos no ingresaran, sobrevendría una recesión aún mayor, poniendo en marcha el único mecanismo con que cuenta la convertibilidad para achicar el endeudamiento externo (ajustando importaciones y aumentando las exportaciones de saldos no colocados en el mercado interno). Inversiones: ya están sintiendo el frío debido a la recesión en Brasil (sobre todo las automotrices y alimentarias), las menores ganancias de las multinacionales desembarcadas en el país y los bajos precios de las commodities (petroleras, siderúrgicas, petroquímicas, papeleras, aceiteras, entre otras). La inversión cayó 9 por ciento durante el segundo semestre del ‘98, contra una expansión del 11 por ciento durante el primer semestre. Para este año, en el escenario estándar, los expertos hablan de estancamiento o incluso una retracción del 5 por ciento.

Deuda externa: suponiendo que se mantiene la tasa de interés internacional de corto plazo actual, según The Economist, la deuda externa treparía a 127 mil millones de dólares a fin de año. Así, de acuerdo al JP Morgan, como porcentaje del PBI, la deuda pasaría del 35 al 37 por ciento. Si bien este nivel no es alto en términos internacionales, sí lo es el indicador de repago en dólares que suelen observar los bancos extranjeros: la relación deuda/exportaciones alcanzará al 348 por ciento. Es decir: el pago de la deuda insumiría 3 años y medio de exportaciones, frente a 2 años y medio para el promedio de América latina, tres años en Brasil, un año y medio en Chile, y un año en México.

Déficit fiscal: pese a la mayor presión impositiva que supone la reforma tributaria aprobada en los últimos días, las consultores pronostican que este año estará por lo menos mil millones arriba de los 2950 millones de dólares acordados con el FMI. Las cifras podrían estirarse hasta duplicar dicha meta si en caso de profundizarse la recesión se desmoronara la recaudación tributaria. Ante esta situación de crisis, sea quien fuere el triunfador de las elecciones de octubre el próximo gobierno se verá obligado a debutar con un fuerte ajuste en las cuentas públicas.