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El Baúl de Manuel

Por M. Fernández López

Esto dice Juan Valdés

La detención en Inglaterra de Pinochet, a quien muchos de sus compatriotas consideran salvador de su patria, y el observar que el “modelo chileno” es citado constantemente tanto por el oficialismo como la oposición como modelo a imitar (jubilación privada, trato al capital extranjero, etc.), nos lleva a preguntar quiénes armaron ese modelo. En Inglaterra apareció hace poco el libro Pinochet’s Economists, de Juan Gabriel Valdés, obra que amplía la publicada en Buenos Aires en 1989. Mi ánimo es histórico y cito sólo lo que dice Valdés. El lector interesado sabrá a quién y adónde dirigirse: “A mediados de la década de los cincuenta la Universidad de Chicago había iniciado su programa de intercambio académico con la Universidad Católica de Chile (bautizado como Proyecto Chile en Chicago), destacando a algunos de sus profesores en Chile para investigar y recibiendo alumnos chilenos para realizar estudios de posgrado. En virtud de ese programa y por intermedio de becas complementarias, alrededor de una centena de estudiantes había completado sus estudios graduándose en la Universidad de Chicago. Hasta 1972 muchos de estos economistas, de vuelta a Chile, ingresaron a las universidades en calidad de profesores de tiempo completo. Un grupo de economistas, en su mayoría provenientes de la Universidad Católica, había estado diseñando [un plan] en secreto desde 1972, en previsión de un posible golpe militar. El régimen militar [en 1974] había optado por un plan político acorde con las aspiraciones de los sectores más radicales de la derecha. Las medidas que caracterizaron al modelo económico: liberalización del sistema de precios y del mercado; un mercado abierto para el comercio exterior y para las operaciones de financiación externa, y una reducción drástica del rol del Estado en la economía. La meta de esta política económica general era la de reducir y reorientar la participación del Estado. Había tres objetivos principales: reducir la magnitud del sector público; minimizar la influencia reguladora del gobierno en la economía y eliminar el rol que desempeñaba el gobierno en la producción directa y como organismo a cargo de promover el desarrollo”. Por suerte Marx estaba errado, y lo económico no determina a lo social y cultural, pues lo económico de Pinochet es idéntico a lo económico de hoy en la Argentina. ¿Estamos a salvo?


Falta de seguridad

La inseguridad es noticia. Y lo que es noticia refleja la preocupación de los dueños de los medios informativos, jamás personas pobres, o de mediana posición, o cuyos ingresos puedan cambiar radicalmente de la noche a la mañana. Si vamos a los orígenes, la primera expresión del liberalismo económico, la fisiocracia, cimentó el edificio social en tres pilares: seguridad, propiedad y libertad. Esta escuela, que levantó gran polvareda, tuvo duración efímera y fue continuada por otro liberal, Adam Smith, cuya obra sería lo que San Pedro a la Iglesia: una roca firme sobre la que se erigió toda la ciencia económica. Smith entendió a la seguridad como un servicio que el Estado brinda a la sociedad, y por tanto un rubro en el debe de las cuentas públicas. En La Riqueza de las Naciones, Smith dejó perfectamente aclarado que la justicia se ha instituido para dar seguridad a los bienes propiedad de la minoría rica de la sociedad. Por si Ud. no me cree, lo cito: “La avaricia y la ambición en el rico, y en el pobre el odio al trabajo y el amor a las comodidades y goces, son pasiones que impulsan a atropellar la propiedad. Allí donde existen grandes propiedades, existe gran desigualdad. Por cada hombre riquísimo habrá, por lo menos, quinientos pobres. La abundancia de los ricos despierta la indignación de los pobres, que con frecuencia se ven arrastrados a atropellar las posesiones de aquéllos. Sólo bajo el cobijo del magistrado civil puede dormir una sola noche tranquilo el propietario de esas propiedades valiosas. Se encuentra en todo momento rodeado de enemigos desconocidos, a los que, aunque nunca haya provocado, nunca tampoco puede apaciguar, y de cuya injusticia sólo puede ser protegido por el brazo poderoso del magistrado civil. Por consiguiente, el establecimiento de un gobierno civil es indispensable para la adquisición de propiedades grandes y valiosas. La autoridad civil, en cuanto es una institución destinada a asegurar los bienes y propiedades, se instituye en realidad para la defensa de los ricos contra los pobres, es decir, de quienes poseen algo contra los que nada poseen”. Hablando claro, entonces, de lo que se trata es de la seguridad de las propiedades, no de la seguridad de las personas. La seguridad de estas últimas incluye la estabilidad en el empleo, la obtención de un salario que permita llevar pan a la mesa, y el amparo ante accidentes y enfermedad.