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El Baúl de Manuel

Por M. Fernández López

Transportes

Hay un viejo antagonismo entre quienes atribuyen a la práctica el origen del conocimiento y quienes privilegian el razonamiento deductivo. En realidad, unas y otras, si se toman como vías excluyentes, acusan fallas que sólo se superan con una adecuada complementación. El reciente conflicto entre el Gobierno y los transportistas privados reveló las innumerables deficiencias de un sistema de transportes cuyo desarrollo y regulación ha quedado a la deriva, al libre juego de las fuerzas particulares. A fines del siglo XIX el transporte se encaró de otra forma. El país marchaba a ser el granero del mundo y su inserción agroexportadora le exigía construir un sistema interior de transporte de cargas. Ello abrió cauce a los estudios de transporte a larga distancia, iniciados por Schneidewind y Palazzo en la Facultad de Ingeniería y continuados en la Facultad de Ciencias Económicas por Ramallo, Castello y Sánchez de Bustamante. La historia comenzó en 1888 cuando, luego de estudiar ingeniería civil en Aquisgrán, Alberto Schneidewind tomó la cátedra de Ferrocarriles en el sexto año de ingeniería. Sería uno de los muchos galardones que obtuvo en su vida, como experto en ferrocarriles reconocido mundialmente, administrador de los Ferrocarriles del Estado, diseñador de la traza ferroviaria en el noroeste argentino y difusor en la cátedra de la obra de Wilhelm Launhardt sobre transportes y localización, con lo cual, de paso, comenzó a estudiarse la economía espacial en el país. En su aula se formarían Carlos M. Ramallo (1873-1963), Manuel F. Castello (1893-1980) y Teodoro Sánchez de Bustamante (1892-1976). Ellos enseñarían por décadas en Ciencias Económicas, desde 1916, año en que fue designado Ramallo como profesor de Transportes y Tarifas, y la incorporación de Castello en 1921 y Sánchez de Bustamante en 1923. En fecha más cercana dictaron esa cátedra Héctor Juan Carlos Grupe (1929-1995), en Buenos Aires y Córdoba, y Alberto J. López Abuin en La Plata y Buenos Aires. En la Argentina hay una obsesión por destruir lo hecho antes y por no alentar la ciencia. Economía de los Transportes ha ido desapareciendo de la enseñanza, triste reflejo de la privatización y dispersión de manejo del ferrocarril, del malvender la línea aérea y de desguazar Vialidad Nacional. A días del bicentenario de la Academia de Náutica, la marina mercante argentina, ¡ya “fue”!


PAMI no escucha

Pude verificar con detalle lo errático e incierto del servicio de salud a los ancianos. Un familiar mío cayó de cierta altura, lo que le produjo incapacidad momentánea para desplazarse y un agudo dolor. Lo visité por azar un día después y no había podido pedir auxilio. Su médico de cabecera se había ausentado por todo un mes sin dejar un suplente. Llamé a PAMI. Llegó en menos de una hora una reluciente ambulancia, con chofer y médico. El médico recetó desinflamantes y diagnosticó: no hay fractura, no es necesario tomar una placa. ¿Tenía visión de rayos X? ¿Por qué no usar la capacidad que daba la ambulancia para movilizar al enfermo? Luego de dos días, pudo ir a ver al médico de cabecera, quien primero despacha a los afiliados de Segba y luego a los pacientes de segunda, es decir, del PAMI, todo rapidito y sin mucha explicación. Mandó hacer una placa urgente, una sola, de una sola cara. Fuimos a un instituto siendo el enfermo trasladado por mí –un no experto–, y no la ambulancia de PAMI. La radióloga no entendía lo que pedía el médico, y entregó la placa rápido, pero sin informar. Volvimos al consultorio. El médico diagnosticó: doble fractura de pelvis. Libró una orden para internación urgente en cierto sanatorio del sistema. Llegamos allí y pedí una silla de ruedas. Nunca vino. Yo hallé una, creo que la única, y llevé al herido a la guardia. Allí un médico examinó la placa y, paciente, me explicó que aquel no era un lugar adecuado, y que era mejor ir a otro centro de traumatología de mayor complejidad. Así discurría, cuando llegó la noticia; lo dicho o decible era abstracto: las clínicas privadas habían cortado toda prestación al PAMI. Aceptando lo inevitable, aconsejó reposo en casa, y así logró lo que todos parecían buscar: sacarse al paciente de adelante. ¿Qué saco en limpio? 1) nadie le hizo nada, ni siquiera moverlo de un modo experto, pero sí desentenderse rápido del problema; 2) recibió indicaciones contradictorias (no haga placa/haga placa; intérnese/no se interne); 3) los ámbitos a los que concurrió son antiguas viviendas recicladas o adosadas, con sus pisos, cerramientos y mampostería antigua, y no una infraestructura médica. Las clínicas exhiben una fachada moderna, pero detrás se ve una limitada capacidad de internación, poquísimos médicos, precario equipamiento. ¿Es todo una fachada para succionar fondos públicos, sin proveer un verdadero servicio de salud?