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Por M. Fernández López
Niega
tu mano al indio
En nuestra cultura alternan dos concepciones acerca de
la propiedad del suelo: la judeocristiana y la romana. En la primera,
Dios es el último y exclusivo propietario, el ser humano recibe
la tierra para usufructuarla un tiempo, y cada cincuenta años el
jubileo se anulan los títulos y se reparte de nuevo. En la
segunda, el hombre es propietario irrestricto e ilimitado. La primera
se funda en Moisés y en Santo Tomás de Aquino. La segunda
se funda en el derecho romano de uso, disfrute y abuso. La primera es
conciliable con el respeto a la tierra (como los israelitas) y aun el
culto a ella (quechuas y guaraníes). La segunda, avaló la
conquista y el despojo. La tierra argentina, en el siglo XIX, fue considerada
desierto, es decir, inhabitada; su historia se narra a partir
de las fundaciones de ciudades hispanas. Hacia atrás, nuestra historia
viene de la europea. Nunca se consideró la historia del indio,
pues nunca se le reconoció condición humana. Cuando el mercado
mundial lo pidió, su tierra le fue arrebatada, ellos muertos y
los sobrevivientes internados muy lejos. La nueva Constitución
manda darles tierras; la anterior preveía la expropiación;
y hoy dos provincias, Salta y Chaco, encaran entregar tierras a comunidades
aborígenes. Los terratenientes de hoy, en su mayoría bautizados,
que toman la comunión, se casan por Iglesia y reciben extremaunción,
¿aceptan la primera noción de propiedad? Ni locos: en cuanto
a la tierra, derecho romano. Desde 1879 ya pasaron dos jubileos y hoy
mismo, al inaugurarse la Feria Rural de Palermo, su máxima autoridad
reclamó la vigencia de la conquista del desierto y
dar marcha atrás con restituir tierras al indio: en Salta un
proyecto de expropiación de tierras tiene media sanción
de aquellos que parecen no darse cuenta que la seguridad jurídica
de la provincia ya está en duda, que ahuyentan a los inversores,
y que el minifundio no soluciona los problemas que los nostálgicos
de siempre suponían resolver. Confío en que la intervención
del señor Gobernador, a través de su veto, terminará
con estas prácticas expropiatorias que creíamos superadas
en nuestro país. También lamento señalar el probable
desplazamiento de los pobladores criollos de El Teuco, Bermejito, cuyas
150.000 hectáreas el gobierno del Chaco se apresta a entregar a
otros argentinos. En nuestro país las leyes se hacen para
que las cumplan ... los demás.
Versos
satánicos
Una bella señorita sentada enfrente de usted le
guiña un ojo. Usted se entusiasma y desliza su pierna por debajo
de la mesa, acariciándole un tobillo. La grácil dama larga
el ancho de bastos que escondía en su mano y le zampa un sonoro
coscorrón. ¡Error en la comunicación! En el proceso
de enviar un mensaje, estaban bien el emisor y el signo. Falló
usted, el receptor, que no tuvo en cuenta que la Argentina es un país
donde se superponen y combinan numerosos códigos de comunicación,
donde vestirse de toga puede ser asistir a una ceremonia de
graduación o disfrazarse de mujer liviana; adonde hay lenguaje
culto y lunfardo, y éste a su vez abarca la lengua del arrabal,
de la cárcel y del hampa; adonde hay lenguaje con género;
adonde cada uno de los lenguajes puede codificarse en vesre, jerigonzo
o en rosarino. Y por si todo no bastara, ahora tenemos el doble mensaje
de los políticos. Lean mis labios, decía Bush;
pero ¿adónde hay que leer a los políticos para saber
qué proponen? El presidente saliente aclaró, en su momento,
que durante la campaña que lo llevó a ese cargo estaba inhibido
de expresar con todas las letras su plan de gobierno, ya que pocos lo
hubieran votado. En la primera campaña prometió salariazo
y revolución productiva. Todos aseguran haber entendido
por salariazo un mayor poder adquisitivo de la clase trabajadora,
y no de una fracción de ella, sino del conjunto; y por revolución
productiva, la consolidación de los diversos logros en elespectro
tecnológico, y el salto hacia horizontes de más alta tecnología
y mejora del capital humano. En la segunda campaña se añadió
pulverizar la desocupación, objetivo que el propio
interesado se ocupó en definir como el paso de un desempleo de
dos dígitos al desempleo de un dígito en un lapso de tiempo
acotado. Por la aclaración supradicha, lo prometido explícitamente
debe entenderse como promesas falsas, puro verso, pues el plan a implementar
no se podía decir. O si las medimos con el rasero de los hechos
efectivamente acaecidos (la única verdad es la realidad, decía
el general), las promesas debieron decodificarse, como los mensajes satánicos,
exactamente en sentido inverso: reducción del salario por debajo
de las necesidades mínimas, destrucción de gran parte del
aparato productor de bienes manufacturados y persistencia de índices
de desempleo no vistos desde la Gran Depresión. Satán cumple.
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