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Televisión Abierta o la profecía de Warhol hecha realidad
Los tres minutos de fama
¿Lo viste? Las medianoches de este verano nos ha regalado un verdadero freak show televisivo: un enorme catálogo de personajes que se quejan, critican, opinan, ofrecen sus servicios, quieren vender su auto o, en el caso más famoso, dedican un larga diatriba en contra de algún enemigo íntimo (García vs. Calamaro, se sabe). Un cronista del No se sumergió en ese peculiar mundo, escuchó a sus creadores y hasta dialogó con el increíble locutor.
Cuando Charly García aprovechó su espacio frente a las cámaras de Televisión Abierta para darle duro a Andrés Calamaro -y todo lo que vino después-, el programa recibió el golpe publicitario que necesitaba y que ningún millón de afiches callejeros le hubiese dado. América había puesto al aire un show cuyos únicos protagonistas eran la gente común (aquella common people de la canción de Pulp, la que vive en un departamento arriba de un negocio y tiene cucarachas en la cocina). García, hablando del agua contaminada y quejándose de su vecino Andrés, no había hecho más que sumarse a la colección de ciudadanos que tienen cosas para decir frente a una cámara cedida sin cargo y ... gentilmente. Y así: una jubilada hace críticas de espectáculos que ríanse de Catalina Dlugi, una adolescente se postula para ser actriz de TV, un mochilero busca compañía para llegar a Machu Picchu, un obeso bahiense canta desde su pileta Pelopincho, una artista plástica exhibe su obra y un gracioso de barrio imita -muy bien- a Adrián Suar. Todos tienen algo que decir frente a una cámara de TV y rápidamente Televisión Abierta apareció como pariente, ni cercano ni lejano -más impresionantes, en todo caso-, de los talk-shows de la tarde, de las encuestas callejeras de los programas graciosos, de los zoológicos (humanos).
La idea del programa la tuvieron dos artistas que hasta ahora se dedicaban sólo a realizar cortos experimentales de videoarte. Llevaron el piloto de TA a una productora, se asociaron con América y casi de un día para el otro tenían a sus cámaras acudiendo diariamente a los llamados de los verborrágicos ciudadanos argentinos. Es la primera vez que trabajamos, cuentan en su cuartel general ubicado junto al Patio Bullrich Gastón Duprat, de 29 años, y Mariano Cohn, de 23, los creadores del show.
Hasta el momento el programa cuenta con dos líneas telefónicas habilitadas para recibir los llamados de la gente, y cada día registran cerca de 400. Las propuestas de los televidentes-estrellas son de lo más variadas e insólitas. Pero Cohn y Duprat intentan prácticamente eludir todo criterio de selección entre los testimonios obtenidos. Según ellos, la única precaución que observan a la hora de editar es que los temas que tratan los expositores no sean demasiado parecidos. No queremos tener en un mismo día diez tipos que quieren vender el auto, porque sino nos vamos a convertir en un programa de avisos clasificados, advierte Duprat. De todos modos, hasta el momento no hemos llegado a ningún límite ético, dice Duprat, si un nazi quiere hablar, que hable. Seguramente al día siguiente habrá gente que querrá contestarle, también aquí. Igualmente tenemos ciertos parámetros. No vamos a pasar una ejecución ... ni tampoco a mimos o a malabaristas, aclara Adrián De Rosa, de 29 años, uno de los colaboradores de Cohn y Duprat. Sin embargo, la gente se autolimita bastante, reflexiona Cohn, no nos encontramos nunca frente a algo demasiado extremo. Menos mal.
Algunos de los talking heads que llaman a Televisión Abierta para presentar su gracia ante las cámaras ya se han transformado en figuras favoritas para los televidentes, fieles a la tradición televisiva argentina de los personajes de Martín Karadagián o de Pipo Cipolatti. Los que alguna vez amaron a Rubén Peuccelle, el ancho, o a Sandor, el hombre-mosca paraguayo, ahora se apasionan con las revelaciones de Schmidt, el hombre más inteligente del mundo o de Fita, la abuela que da consejos. ¿Son los personajes de Televisión Abierta más reales o creíbles que los de Titanes en el Ring y de La TV ataca?
El caso de Fita es emblemático. Casi una abonada al programa, comenzó su carrera criticando a otros programas de televisión. Pero su rol cobró (alto) vuelo y se desarrolló. Actualmente da consejos para la vida y se dirige a un público definido: las chicas (sic). Y su ascendente entre los fans del programa es tal que, hace poco, un grupo de adolescentes convocó a las cámaras para declarar que les gustaría tener una abuela como Fita. Y cada vez más, unos expositores les contestan a otros y el grado de interactividad del ciclo parece crecer. Pero más allá de la sorpresa que el programa ha causado y del entusiasmo que viven sus realizadores, las posibilidades futuras de un ciclo sin guión ni protagonistas fijos ni estrellas reconocidas podrían ser inciertas. No se puede asegurar qué tan divertidos, patéticos o conmovedores van a resultar los testimonios que aparezcan dentro de un tiempo, cuando el factor sorpresa se haya diluido. Duprat, sin embargo, respira tranquilo: El programa está recién en un 1 por ciento de su potencial. La gente tiene muchísimo más para opinar o decir. Pero, por las dudas, si las cosas pintan mal, tenemos nuestro manotazo de ahogado. Otro mensaje de Charly, mandándole un saludo a España a la mujer de Calamaro. Toda un arma secreta.
JAVIER AGUIRRE
El misterioso Pío Ragal
Televisión Abierta no tiene conductor, ni cronistas, ni movileros. No hay cara oficial del programa. Sin embargo, cuenta con un locutor sin rostro de bronceada voz, que funciona como cálida y respetuosa anfitriona. Tiene un híbrido y mimoso acento centroamericano -tal vez peruano o tal vez modelo ESPN- y es austeramente amable, cordial pero sin ser cargoso.
El dueño de esa voz usa el seudónimo Pío Ragal y sólo concede entrevistas por teléfono, para no mostrar su rostro ni desmitificar su identidad ausente, lo que invita a imaginarlo: quizás se trate de un moreno de vasta sonrisa nacido en zonas más cálidas del continente, o bien de un rioplatense fanático de las series de TV que a fuerza de escuchar doblajes, se hizo especialista en imitar acentos centroamericanos.
Sin embargo, a través del teléfono Pío reveló al No algunos datos sobre su vida personal. Es argentino, nació hace 37 años en Tres Arroyos, provincia de Buenos Aires, y vivió desde siempre en la Capital Federal. Jamás había trabajado con su voz, ni como locutor, ni como animador, ni como cantante. Y su acento no es impostado, sino que le fue legado por sus abuelos, ellos sí oriundos de otras patrias del Nuevo Continente.
Quién sabe. Tal vez ese hombre que viaja en el subte frente a usted (sí, ése) sea en realidad Pío Ragal, el afable locutor de Televisión Abierta.
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