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Todd Haynes habla de su película Velvet Goldmine,
la crónica de los días felices del glam rock

La leyenda de la amistad íntima entre David Bowie e Iggy Pop da pie a uno de los films más inquietantes y movilizadores de los últimos tiempos, que se verá en Buenos Aires mañana y pasado dentro del Festival Internacional de Cine Independiente. Aquí su director teoriza sobre la huella cultural del glam rock, cuenta cómo vivió esa época y cómo empezó a pensar en que debía ser una película.

Traducción: Mariana Enriquez

-El guión y la enormidad del film sugieren que tu interés en el glam rock no es casual. ¿Cuál es tu relación con ese período y su música?

-En 1971, cuando salió el Ride a White Swan de Marc Bolan, yo tenía sólo 10 años. Y no había demasiado hits glamorosos en Estados Unidos. Me acuerdo de “Get it on” de T. Rex y un par de cosas de Bowie que se metieron en la conciencia norteamericana, pero no mucho más. Pero recuerdo que era algo prohibido, peligroso: algo que yo asociaba con las chicas duras de la escuela, las chicas que fumaban, que sabían todo. Empezaron a vestirse diferente y a maquillarse diferente. Estados Unidos estaba en la estética pos-hippie en esa época, los chicos imitaban el naturalismo hippie más que nada. Entonces, de pronto apareció este look muy recargado, brillante, maquillado -junto con la ambivalencia sexual y la ambigüedad de la música- y era amenazador para mí. Creo que mi interés en el glam rock nació a raíz de una nueva manera de entender la homosexualidad en el mundo de la cultura pop. En el verano de 1974, cuando yo estaba en la secundaria y la escena del glam rock que ves en Velvet Goldmine estaba desapareciendo, fui a la casa de un amigo y escuchamos Diamond Dogs de Bowie y Billion Dollar Babies de Alice Cooper, y recuerdo cuánto me impresionaron las tapas de esos discos. El arte era tan intenso. Tenían el tipo de horror gótico y de sugerencia sexual a la que siempre termina respondiendo un adolescente. Aun así, no fue hasta la universidad que empecé a conocer y entender a Bowie, Eno, Roxy Music, Velvet Underground y los Stooges, y algunas de las bandas norteamericanas que estaban influenciadas por el glam. Ahí empecé a ver que el glam era un movimiento cultural que incorporaba muchos elementos distintos, incluyendo la estética visual, para crear un sonido y un estilo.

-¿Cómo fue el proceso de investigación?

-Fue muy largo porque hasta 1998 no hubo libros que se trataran del glam rock como movimiento, así que leí todas las notas y artículos que había por ahí. Todas las biografías de los artistas clave: Bowie, Bolan, Iggy Pop, etc. Y pronto me di cuenta de que el glam tenía que ver con la estética camp inglesa e incluía contrafilosofías acerca del arte y la cultura que para mí se originan en Oscar Wilde. Wilde se convirtió entonces en la manifestación perfecta de esa era, así que leí todo lo que encontré de él, sus libros, biografías, todo. Wilde aparece en la película como un extraterrestre. Creo que el glam rock fue el primer movimiento que unió la noción del alien con la noción de la homosexualidad, y ambas cosas se transformaron en este fantástico potencial para la expresión musical, una libertad potencial para chicos atrapados en vidas tristes. La nave espacial definitivamente trae los elementos marginales del período, que yo le atribuyo a Wilde y el dandismo, pero también se refiere a esa sensación de sentirse distinto, incomprendido en la adolescencia.

-El corazón de la película está en la historia de amor entre Brian Slade y Curt Wild, las estrellas de rock que podrían entenderse como manifestaciones ficticias de David Bowie e Iggy Pop.

-Para mí el glam fue el romance entre la tradición británica, que era extremadamente teatral, autocentrada e intelectual, irónica e influenciada por la cultura gay, con la tradición norteamericana que era cruda, visceral, sexualmente potente y también influenciada por la cultura gay. El modo en que estos elementos se enamoran uno de otro están personificados en Brian Slade y Curt Wild. Y hay muchos más personajes en el Curt Wild de Ewan Mc Gregor, no es sólo un Iggy Pop. Así como el Brian Slade de Jonathan Rhys Meyers va más allá de David Bowie. Es una historia de amor entre Londres y Nueva York, entre tradiciones que contrastaban en lo estético y lo musical.

-¿De dónde viene el título?

-Es el nombre de una canción de Bowie escrita en 1971. No fue lanzada oficialmente, excepto como un lado B de una re-edición de Space Oddity en1975. Por un tiempo, fue una gema perdida para los fans. Ahora está más escuchada porque viene como bonus track del cd de Ziggy Stardust. Yo quería la canción, ésa y otras, para la película, pero Bowie no quiso que su música fuera usada. Creo que tiene planes de lanzar temas de la era Ziggy, o de una película o algo así. Para mí fue una decepción, pero él se mantuvo firme. Respeto su decisión y creo que en definitiva a la película le sirve no tener su música -claro, es fácil decir eso ahora- porque, aunque son canciones maravillosas que no pueden ser igualadas, creo que su ausencia ayuda a que Brian Slade sea un personaje más independiente, a que haya otros niveles de interpretación. Si no el personaje quedaba demasiado pegado a Bowie. Y aunque “Velvet Goldmine” -la canción- no está en la película, el título era demasiado hermoso para abandonarlo, connotaba muchas imágenes y cualidades que para mí definen la era. Espero que Bowie vea el film y se dé cuenta de mi admiración y respeto. El era la persona más inteligente de su época, le dio imágenes a la era glam. Aunque Marc Bolan empezó el movimiento, Bowie le dio la sofisticación musical y visual. De la misma manera, Iggy era probablemente la manifestación más dramática y visual de la escena under norteamericana del momento. Un contraste mucho mayor con Brian de lo que lo hubiera sido Lou Reed, por ejemplo.

-La película está estructurada sobre Arthur, un fan que, 10 años después y convertido en periodista, debe investigar qué fue de Brian Slade, su ídolo en la adolescencia.

-Yo soy Arthur. Arthur sos vos. Es el fan que se convierte en parte de la historia. Creo que Cristian Bale (el actor que personifica a Arthur) nos presenta un retrato de nosotros mismos, como público de rock. El film tiene un punto de vista de fan. Está ahí para recordarnos nuestro lugar en el ciclo de la cultura pop y de consumo, hacernos recordar que somos una parte central. Algo acerca de ese ciclo, por ejemplo, aparece en la escena cuando Curt y Brian se besan. El beso es fotografiado, luego la foto sale en una revista que un chico de Manchester compra ... y después tiene una erección mirándola en su habitación. Es muy real. Hay algo palpable entre la sexualidad pública de las estrellas y la sexualidad privada del consumidor, y cómo una afecta a la otra. Creo que tiene que ver con la tremenda alegría de los músicos de rock, la conexión sexual y pasional con la audiencia, algo que los cineastas no experimentamos. Haber vivido un momento en vivo con la audiencia, donde una descarga es compartida, es alucinante. Es por eso que el rock les habla a los adolescentes. Necesitan y están abiertos a todo tipo de descargas, porque todavía no están codificados ni etiquetados.

-Lo visual es muy importante en la película. ¿Tuviste miedo de que los personajes quedaran sobrepasados por eso?

-Lo que encontré realmente peligroso en las elecciones acerca de estilos estéticos fue el miedo a que los personajes quedaran alienados, porque a veces tenías que hacer escenas irreales. Pero de todos modos me parece que escenas como la de la conferencia de prensa, donde todo el mundo está con trajes dorados y termina con una situación medio circense, medio operística, tiene más emoción que si la hubiera planteado en un espacio “real”. Y la ironía es que esta escena tan artificial fue inspirada en algo que realmente sucedió, y que fue totalmente surrealista. Es así: en 1972, Main Man, la compañía de Bowie, invitó a muchos periodistas norteamericanos a Londres para presentar la gira de Ziggy Stardust. Creo que la conferencia de prensa fue en el hotel Dorchester de Londres, donde Lou Reed, Iggy Pop y Bowie estaban todo el tiempo. Bowie se cambió la ropa cuatro veces durante la conferencia de prensa, se sirvió champagne y caviar y frutillas, y todos actuaron, literalmente. Iggy hacía de junkie y se la pasó tirado en el piso. Lou Reed hizo de norteamericano sofisticado que se entendía con Bowie. Y Bowie era el duque, el quemanipulaba el evento. Fue una situación teatral que sucedió en la vida real, así que no me costó mucho llegar a los extremos a los que llego en la película. Lo que amo acerca del glam rock es esa mezcla entre la pose y el resultado emocional que tenían Roxy Music y Bowie. El glam rock fue el primer énfasis en la ropa, el estilo, el peinado, que invariablemente nos llevó a MTV y a Madonna hasta el punto en que estamos saturados de estilo y look. Lo que era interesante en ese momento se ha perdido. Estamos acostumbrados a la pose, ya no nos sorprende.

-¿Por qué decidiste que Ewan McGregor y Jonathan Rhys Meyers cantaran las canciones de sus personajes?

-Les debo tanto a ambos. Vi a Ewan por primera vez en Trainspotting y me enloqueció. No puedo pensar en ningún actor norteamericano que tenga semejante energía. Hay tantos Johnny Depp, introspectivos, malhumorados, que no servían para el rol. Sean Penn tiene algo de lo que quería, pero Ewan tiene ese costado vívido, fresco, que sabía sería genial. La directora de casting me advirtió acerca de Jonathan. Había trabajado con él en Michael Collins y estaba impresionada por su trabajo. El había leído el guión, y le había gustado, así que lo conocí en Los Angeles (tenía sólo 19 en ese momento), pero tenía esta perspectiva, esta sabiduría que va mucho más allá de su edad, que me impactó. Fue una bendición encontrarlo. En cuanto a cantar, yo quería que Ewan se hiciera cargo de las canciones de Iggy, porque tenía que ver con una cuestión cruda y emotiva sobre el escenario más que con virtuosismo. Y quería que esa energía la transmitiera el actor. Lo que no imaginaba era que iba a llevar la actuación a ese nivel de carga, de seducción, porque se metió en las canciones, las vivió sobre el escenario. Con Jonathan, que tiene que cantar canciones de una forma más teatral y controlada, no estaba entre mis planes que lo hiciera él. Lo elegí por todos los otros motivos, pero no quería que cante. Pero él vino y me dijo “puedo cantar, y me gustaría traerte un demo”. Seguí dudando. No quería que Brian tuviera tantos cambios de voz, aunque si te ponés a escuchar, Bowie casi que cambiaba de voz en cada tema. Lo que me daba miedo era que esos cambios distrajeran al espectador. Así que Johnny se fue a casa para Navidad (esto fue en el ‘96) e hizo un demo en un estudio de Cork, Irlanda. Con sus 3 hermanos, que son músicos, grabaron 3 temas de Bowie y uno de Velvet Underground. Y fue maravilloso. Nos voló la cabeza. Tiene una voz bárbara y realmente tiene carácter para encarar las canciones, eventualmente no sólo las cantaba sino que las interpretaba con la voz de su personaje. Canta cuatro canciones en la película, y lo hace muy bien.


“Velvet Goldmine” se proyectará mañana a las 21 (cine Abasto 4) y el sábado a las 19 (Abasto 3 y 4). La entrada cuesta 3,50 y se recomienda sacarla lo más temprano posible. Si no, amiguitos, se van a quedar afuera.


Glam All Star

Después de que David Bowie se negara a prestar sus canciones para la película, Michael Stipe (el productor ejecutivo) y Todd Haynes decidieron capear el temporal armando un seleccionado de la crema del rock inglés y norteamericano de estos días. En principio, para la banda de Brian Slade, se armó una llamada Venus in Furs (a la manera de Ziggy Stardust and The Spiders From Mars), en donde revistan Thom Yorke y Johnny Greenwood de Radiohead, Bernard Butler (ex guitarrista de Suede) y Andy MacKay de Roxy Music. Ellos se encargan de meter en la banda de sonido 3 temas de Roxy Music (“2HB”, “Ladytron” y “Bitter-sweet”), uno de Brian Eno (“Baby’s on Fire”) y otro de Steve Harley & Cockney Rebel (“Tumbling Down”). Thom Yorke pone la voz en todos los temas, salvo en “Tumbling Down” y “Baby’s On Fire”, entonada por el mismo protagonista Jonathan Rhys Meyers. La otra superbanda es The Wylde Rattz, que acompaña a Curt Wild (vendrían a ser los Stooges). Ahí están, entre otros, Thurston Moore de Sonic Youthm, Ron Asheton ex Stooge y Mike Watt de Mudhoney. En el cd de la banda sonora el tema que aparece es “TV Eye”, y lo canta Ewan McGregor, cosa que escandalizó a Watt, que aparentemente habría grabado una versión mucho más digna. Además, la banda norteamericana Shudder To Think aparece con dos canciones producidas especialmente para la película, “Hot One” y “Ballad of Maxwell Demon” (en la película también las canta Rhys Meyers). Otros que grabaron un tema especial fueron los Pulp, con “We are the boys”. Teenage Fanclub y Donna Matthews de Elastica hacen “Personality Crisis” de los New York Dolls, Placebo versiona el “20th Century Boy” de T. Rex (tema que hace poco interpretaron en los Brit Awards junto al mismísimo David Bowie), Gran Lee Buffalo hace “The Whole Shebang” y también hay versiones originales de Brian Eno (“Needle in the camel’s eye”), Roxy Music (“Virginia Plain”), Lou Reed (“Sattelite of Love”), T. Rex (“Diamond Meadows”) y Steve Harley and Cockney Rebel (“Make me smile”, que ya había aparecido en la banda de sonido de The Full Monty).


El juego de las coincidencias

  • En la película hay una escena donde Brian se arrodilla sobre el escenario ante Curt y simula una fellatio mordiendo las cuerdas de la guitarra. Esta secuencia jamás sucedió entre Iggy y David Bowie, pero sí entre Bowie y su guitarrista de aquel entonces, Mick Ronson: era uno de los momentos más intensos de la puesta en escena de Ziggy Stardust.

  • Mandy Slade, Angie Bowie en la ficción (interpretada por Toni Collete, la actriz australiana de El casamiento de Muriel), encuentra a Curt y Brian juntos en la cama, en obvia situación romántica. En la realidad Angie encontró a David en la cama con Mick Jagger.

  • Obviamente, Bowie encontró inspiración y algo más en Iggy Pop, como sucede entre Brian Slade y Curt Wild. Pero Curt tiene cosas de Lou Reed: en la película, el personaje narra sus tratamientos con electroshock (cosa que le sucedió a Lou). Pero sobre el escenario es Iggy, bajándose los lienzos como Iggy, pero sin lastimarse con botellas y demás. Así, Curt Wild resume a Iggy, Lou Reed, Mick Ronson.

  • Iggy Pop y David Bowie se conocieron en el Max’s Kansas City en Nueva York, el local donde tocaban siempre los Velvet Underground. Ese local está recreado en la película: la escenografía es idéntica.

  • En el film, Slade produce un disco para Curt Wild, pero fracasa (al mismo tiempo que su romance). En la vida real, David Bowie produjo con éxito un disco para Iggy Pop (Raw Power) y uno para Lou Reed (Transformer).

  • Hacia el final del film se hace un concierto llamado “La muerte del brillo”, donde participan Curt y otra superbanda llamada Flaming Creatures (donde aparece Brian Molko de Placebo). En la vida real, se hizo un concierto así en Los Angeles donde aparecieron los New York Dolls e Iggy Pop.

  • En el film, Mandy le es fiel a Slade. En la vida real, parece que Angie era más amplia. Cuenta Ron Asheton de los Stooges: “Mientras David andaba con Iggy, yo me acostaba con Angie. A él no le importaba, a mí tampoco, a ella tampoco. Nunca nos sentimos incómodos por ese tipo de cosas”.

  • El primero en “inventar” el glam rock fue Marc Bolan, de T. Rex. En la película ese personaje se llama Jack Fairy, y queda muy claro que Slade le “roba” algunas ideas.


    Días de cine II

    El No sigue sugiriendo películas del Festival de Cine Independiente. Otra vez, de nada.

    HOY

    El viento se llevó lo que, de Alejandro Agresti, a las 13.45 en el Abasto 1. Una película argentina que viene con varios premios y un aura de “buena”. Protagonizan Fabián Vena y Vera Fogwill (amiga de la casa).
    Película mala, infinita, inacabable, de Jang Sunwoo. Una Trainspotting a la coreana que sufrió más de media hora de censura en su país. A las 22 en Abasto 1 y 2.
    Vidriera Hitchcock, de Jonathan Demme. Un documental acerca del músico británico -de culto- Robyn Hitchcock dirigido por el realizador de “El Silencio de los Inocentes”. A las 18 en el Abasto 4.
    Flesh for Frankenstein, de Paul Morrisey a las 13.30 en el Abasto 4.
    Esta noche encarnaré en tu cadáver, de Ze Do Caixao a la 0.30 en el Cosmos 1.

    MAÑANA

    La vida soñada de los ángeles, de Eric Zonka. A las 23.45 en Abasto 1. Lo opuesto del sexo, de Don Roos. A las 21.45 en el Abasto 1.
    La pistola de mi hermano, de Ray Loriga. A las 14 en el Abasto 2. Ray Loriga es un novelista español de neto corte rocker.
    I shot Andy Warhol, de Mary Harron. A las 23.30 en el Abasto 4.
    Mundo grúa, de Pablo Trapero. A las 23 en el Abasto 5.
    Aprile, de Nanni Moretti. A las 22 en el Cineplex 1.
    La expresión del deseo, de Adrián Caetano, a las 19 en el Cosmos 1. Caetano es uno de los directores de Pizza, birra, faso, así que el producto está garantizado.

    SABADO

    Silvia Prieto, de Martín Rejtman. A las 22 en el Abasto 2 y 3.
    Modulations, de Iara Lee. A las 21 en el Abasto 4. Un documental acerca de la música electrónica y su influencia en la cultura de la década.

    DOMINGO

    Los idiotas, de Lars Von Trier. A las 14.15 en el Abasto 3.
    Los últimos días del disco, a las 14, 16.30, 19 y 21.30, en el Lorange.
    El evangelio de las maravillas, de Arturo Ripstein. A las 19.30 en el Cineplex 1.