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Jueves 4 de Noviembre de 1999
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Molotov, como nada pueden hacer...
Putean

PABLO PLOTKIN

Después del silencio del final, el productor Gustavo Santaolalla aparece indicándole al Chaquetas, tecladista y percusionista invitado de la banda, cómo eructar “Apocalypshit”. “Ahorita lo abro más”, promete el tal Chaquetas después de defraudar con un eructo ahogado. “Apocalypshit”, repite, esta vez tronando. Santaolalla vuelve a exigirlo. “Acá huele horrible”, protesta el chavo a carcajadas. Entonces termina el disco y dos cosas quedan claras: 1) Los Molotov se cagan en la paranoia apocalíptica; 2) Esta vez, bueyes, no hay ningún track-bomba tan efectivo como “Gimme the power” y, mal que pese la incorrección política y el desafortunado término, “Puto”. Lo que la banda más insolente del hip hop mexicano derribaba con un par de trompadas en ¿Dónde jugarán las niñas?, acá está de nuevo, pero peligrosamente dosificado y velado entre nubes de distorsión. Eso sí: aún quema el ácido de cuatro bocas que escupen basura de las calles del DF. Una de ellas, la de Tito Fuentes –guitarra y voz de la pandilla, y compositor de las mejores canciones de este álbum– habló con el No antes de su llegada a Buenos Aires.
En el disco le sugieren a alguien un par de veces “cuidar” de sus hermanas ymadres, y no suenan muy confiables. ¿Cómo es eso?
–Sí, ése es Paco (Ayala, bajista), que empezó a componer en este disco y trae un trip medio lacra. Yo ya no estoy tan lacra: compuse las letras de “El mundo”, “Kuleka’s choice” y “Karmara”. Y Miky (Huidobro, el otro bajista) trae su pedo misógino extraño.
–¿Qué es lo que más detestan?
–Puta, es mucho. Sobre todo las organizaciones y los gobiernos. Se me hace que son como unos bueyes de preparatoria, con sus pendejadas, sus mentiras, sus mamadas. ¡Puta!, son como de niños, tan obvias. Sobre todo en México: la política ya es descarada. Bendito sea Dios que yo puedo ahorita vivir de lo que hago, pero me caga ver cómo la gente se caga de hambre, se muere con las tragedias naturales. Lo que pasó con el temblor en Guajaca, y luego con las inundaciones en Puebla y en Hidalgo, está claro que el gobierno se sigue haciendo el pendejo y no apoya de pleno a esa gente.
–¿Y qué hay de la televisión, que a ustedes los ayudó a crecer?
–Es un sí y no. La censura es una cosa definitivamente negativa, pero en este caso vino a hacer promoción gratuita. Y al final eso es bueno a toda madre. Pero la censura llegó a prohibirnos en el norte de México. El gobernador nos mandó una carta que decía que éramos bienvenidos como ciudadanos, pero no como músicos. ¡El hijo de la chingada! No podía “garantizar nuestra seguridad”. Hijos de puta, es el colmo.
Ustedes que participaron del tributo, ¿hay algún equivalente a Sandro en México?
–No, creo que no. Bueno en realidad sí hay uno, uno de un grupo de imitadores, Polivoces, y te cagabas de la risa. Salía a hacer un personaje que se llamaba Bordoso Gelatino, que era muy como Sandro, supermamón. Todo el tiempo se chuleaba: en una canción decía “soy tan hermoso, ya lo sé”. Ay, madre... En esa onda se nos hacía la actitud de Sandro: un Elvis latino. Imagínate: acá no conocemos nada de él y de repente prendemos la tele y vemos una película de Sandro. Dijimos “puta, ¡¿quién es este hijo de...?!”. Nos hicimos fans inmediatamente. Estaba cantando esa canción, la de “Mi amigo el puma”. Nos ofrecieron participar del homenaje y dijimos “puta, por supuesto”. Nosotros la hicimos “Mi amigo el pomo”. Pomo en México quiere decir botella. ¿Le metía al pomo Sandro, no?

Molotov y Control Machete tocan mañana
en Cemento (Estados Unidos al 1200),
con Arbol como banda invitada.




Las obsesiones compartidas
de Stone Temple Pilots y La Renga

Estrellas

Este suplemento está en condiciones de informar que Scott Weiland, el cantante de Stone Temple Pilots, no estaría preso por posesión de heroína —como informaron los medios de todo el mundo— sino por... ¡chorro! En efecto, además de haberles robado la sigla STP a unos famosos lubricantes para autos, Weiland y sus secuaces acaban de emprenderla con La Renga. Cualquiera nota la similitud entre la tapa del flamante N¼ 4 de los norteamericanos y la del último trabajo disco del trío argentino. Pero, encima, los Pilots cierran el disco con una canción titulada “Atlanta” (!), en clara alusión al templo rengo por excelencia de los últimos tiempos. El Dr. Dyango, un profesional que solía aparecer en Todo por dos pesos, reveló además que, pasando el cd al revés, pueden escucharse claramente voces que repiten “Nueva Chicago y All Boys, amigos para siempre” y otras blasfemias por el estilo. Desde su celda, Weiland habría declarado que en el próximo álbum de los STP se incluirán temas como “The Revel” y “Bolivian Blues”, y que apenas salga de la cárcel iniciará una gira mundial, que finalizará en el estadio de Platense.


Dos películas
Para ver

M.P.

Presten atención, porque cosas como éstas no pasan todos los jueves. Hoy, día de estreno en los cines, no hay sólo una película rocker en el programa, sino dos. Que no conviene perderse.
Por un lado, la última de Terry Gillam (Brazil, 12 Monos): Pánico y locura en Las Vegas, su adaptación de un clásico del nuevo periodismo norteamericano. Sueño largamente acariciado por Alex Cox (Repo Man, Sid y Nancy), el film basado en la novela del mítico Hunter Thompson está protagonizado por Johnny Depp y tiene todo tipo de cameos de lujo: Ellen Barkin, Cameron Diaz, Cristina Ricci, Harry Dean Stanton, Flea y siguen las firmas. Desquiciada y heroica, su historia es la persecución de un sueño devenido pesadilla, en un lugar tan extremo como Las Vegas y con la destrucción de hoteles hecha arte. La primera frase del libro –y de la película, por supuesto– lo dice todo: “Estábamos en medio del desierto cuando las drogas comenzaron a hacernos efecto...”
En el segundo caso, la pesadilla es otra y otro es el desierto. La rebelde anarquía tan bien marketineada de El Club de la Pelea es responsabilidad de David Fincher (Pecados Capitales, Alien 3), un director que parece lanzado contra la sociedad de consumo, si se toma en cuenta que algunos de los protagonistas de su película dinamitan una estatua con el símbolo de Geffen, en una escena. Con Brad Pitt y Edward Norton poniendo sus caritas, El Club de la Pelea es un film anfetamínico y –justamente– peleador, a la manera de The Matrix, por ejemplo. Lleno de fenomenales ideas visuales, es un film tan excesivo y polémico como el de Terry Gillam. Si a aquél se le criticará su exceso de drogas y alucinaciones, El Club seguramente molestará tanto por su violencia como por su soberbia cuando se trata de manipular al espectador. Pero, a la hora de las críticas, nada mejor que repetir la cita del mismo Fincher: “Me hacen recordar esa escena de The Rocky Horror Show en la que Susan Sarandon está mirando al monstruo y dice que tiene demasiados músculos. Es entonces cuando Tim Curry se da vuelta para mirarla y le dice: ‘no lo hicimos para vos, querida’”.
A no confundirse, entonces. Se trata de nuestras películas.