Molotov,
como nada pueden hacer...
Putean
PABLO PLOTKIN
Después
del silencio del final, el productor Gustavo Santaolalla aparece indicándole
al Chaquetas, tecladista y percusionista invitado de la banda, cómo
eructar Apocalypshit. Ahorita lo abro más,
promete el tal Chaquetas después de defraudar con un eructo ahogado.
Apocalypshit, repite, esta vez tronando. Santaolalla vuelve
a exigirlo. Acá huele horrible, protesta el chavo
a carcajadas. Entonces termina el disco y dos cosas quedan claras: 1)
Los Molotov se cagan en la paranoia apocalíptica; 2) Esta vez,
bueyes, no hay ningún track-bomba tan efectivo como Gimme
the power y, mal que pese la incorrección política
y el desafortunado término, Puto. Lo que la banda
más insolente del hip hop mexicano derribaba con un par de trompadas
en ¿Dónde jugarán las niñas?, acá
está de nuevo, pero peligrosamente dosificado y velado entre
nubes de distorsión. Eso sí: aún quema el ácido
de cuatro bocas que escupen basura de las calles del DF. Una de ellas,
la de Tito Fuentes guitarra y voz de la pandilla, y compositor
de las mejores canciones de este álbum habló con
el No antes de su llegada a Buenos Aires.
En el disco le sugieren a alguien un par de veces cuidar
de sus hermanas ymadres, y no suenan muy confiables. ¿Cómo
es eso?
Sí, ése es Paco (Ayala, bajista), que empezó
a componer en este disco y trae un trip medio lacra. Yo ya no estoy
tan lacra: compuse las letras de El mundo, Kulekas
choice y Karmara. Y Miky (Huidobro, el otro bajista)
trae su pedo misógino extraño.
¿Qué
es lo que más detestan?
Puta, es mucho. Sobre todo las organizaciones y los gobiernos.
Se me hace que son como unos bueyes de preparatoria, con sus pendejadas,
sus mentiras, sus mamadas. ¡Puta!, son como de niños, tan
obvias. Sobre todo en México: la política ya es descarada.
Bendito sea Dios que yo puedo ahorita vivir de lo que hago, pero me
caga ver cómo la gente se caga de hambre, se muere con las tragedias
naturales. Lo que pasó con el temblor en Guajaca, y luego con
las inundaciones en Puebla y en Hidalgo, está claro que el gobierno
se sigue haciendo el pendejo y no apoya de pleno a esa gente.
¿Y qué hay de la televisión, que a ustedes
los ayudó a crecer?
Es un sí y no. La censura es una cosa definitivamente negativa,
pero en este caso vino a hacer promoción gratuita. Y al final
eso es bueno a toda madre. Pero la censura llegó a prohibirnos
en el norte de México. El gobernador nos mandó una carta
que decía que éramos bienvenidos como ciudadanos, pero
no como músicos. ¡El hijo de la chingada! No podía
garantizar nuestra seguridad. Hijos de puta, es el colmo.
Ustedes que participaron del tributo, ¿hay algún
equivalente a Sandro en México?
No, creo que no. Bueno en realidad sí hay uno, uno de un
grupo de imitadores, Polivoces, y te cagabas de la risa. Salía
a hacer un personaje que se llamaba Bordoso Gelatino, que era muy como
Sandro, supermamón. Todo el tiempo se chuleaba: en una canción
decía soy tan hermoso, ya lo sé. Ay, madre...
En esa onda se nos hacía la actitud de Sandro: un Elvis latino.
Imagínate: acá no conocemos nada de él y de repente
prendemos la tele y vemos una película de Sandro. Dijimos puta,
¡¿quién es este hijo de...?!. Nos hicimos
fans inmediatamente. Estaba cantando esa canción, la de Mi
amigo el puma. Nos ofrecieron participar del homenaje y dijimos
puta, por supuesto. Nosotros la hicimos Mi amigo el
pomo. Pomo en México quiere decir botella. ¿Le metía
al pomo Sandro, no?
Molotov y Control Machete tocan mañana
en Cemento (Estados Unidos al 1200),
con Arbol como banda invitada.
Las obsesiones compartidas
de Stone Temple Pilots y La Renga
Estrellas
Este
suplemento está en condiciones de informar que Scott Weiland,
el cantante de Stone Temple Pilots, no estaría preso por posesión
de heroína como informaron los medios de todo el mundo
sino por... ¡chorro! En efecto, además de haberles robado
la sigla STP a unos famosos lubricantes para autos, Weiland y sus secuaces
acaban de emprenderla con La Renga. Cualquiera nota la similitud entre
la tapa del flamante N¼ 4 de los norteamericanos y la del último
trabajo disco del trío argentino. Pero, encima, los Pilots cierran
el disco con una canción titulada Atlanta (!), en
clara alusión al templo rengo por excelencia de los últimos
tiempos. El Dr. Dyango, un profesional que solía aparecer en
Todo por dos pesos, reveló además que, pasando el cd al
revés, pueden escucharse claramente voces que repiten Nueva
Chicago y All Boys, amigos para siempre y otras blasfemias por
el estilo. Desde su celda, Weiland habría declarado que en el
próximo álbum de los STP se incluirán temas como
The Revel y Bolivian Blues, y que apenas salga
de la cárcel iniciará una gira mundial, que finalizará
en el estadio de Platense.
Dos
películas
Para
ver
M.P.
Presten
atención, porque cosas como éstas no pasan todos los jueves.
Hoy, día de estreno en los cines, no hay sólo una película
rocker en el programa, sino dos. Que no conviene perderse.
Por un lado, la última de Terry Gillam (Brazil, 12 Monos): Pánico
y locura en Las Vegas, su adaptación de un clásico del
nuevo periodismo norteamericano. Sueño largamente acariciado
por Alex Cox (Repo Man, Sid y Nancy), el film basado en la novela del
mítico Hunter Thompson está protagonizado por Johnny Depp
y tiene todo tipo de cameos de lujo: Ellen Barkin, Cameron Diaz, Cristina
Ricci, Harry Dean Stanton, Flea y siguen las firmas. Desquiciada y heroica,
su historia es la persecución de un sueño devenido pesadilla,
en un lugar tan extremo como Las Vegas y con la destrucción de
hoteles hecha arte. La primera frase del libro y de la película,
por supuesto lo dice todo: Estábamos en medio del
desierto cuando las drogas comenzaron a hacernos efecto...
En
el segundo caso, la pesadilla es otra y otro es el desierto. La rebelde
anarquía tan bien marketineada de El Club de la Pelea es responsabilidad
de David Fincher (Pecados Capitales, Alien 3), un director que parece
lanzado contra la sociedad de consumo, si se toma en cuenta que algunos
de los protagonistas de su película dinamitan una estatua con
el símbolo de Geffen, en una escena. Con Brad Pitt y Edward Norton
poniendo sus caritas, El Club de la Pelea es un film anfetamínico
y justamente peleador, a la manera de The Matrix, por ejemplo.
Lleno de fenomenales ideas visuales, es un film tan excesivo y polémico
como el de Terry Gillam. Si a aquél se le criticará su
exceso de drogas y alucinaciones, El Club seguramente molestará
tanto por su violencia como por su soberbia cuando se trata de manipular
al espectador. Pero, a la hora de las críticas, nada mejor que
repetir la cita del mismo Fincher: Me hacen recordar esa escena
de The Rocky Horror Show en la que Susan Sarandon está mirando
al monstruo y dice que tiene demasiados músculos. Es entonces
cuando Tim Curry se da vuelta para mirarla y le dice: no lo hicimos
para vos, querida.
A no confundirse, entonces. Se trata de nuestras películas.