Federico
Pertusi sale de la oscuridad
El
pequeño
saltamontes
El
primer cantante de Attaque 77, hermano y compañero de hogar de
Ciro, siempre ha sido un personaje mentado antes que conocido verdaderamente.
Aquí, a propósito de su regreso a la música
junto con Doble Fuerza, cuenta cosas de su vida: la banda, el viejo, la
vieja, los excesos. Y eso es lo bueno de este momento: que las cuente.
P.P.
De
golpe a Federico Pertusi le cayó un secuenciador de
1985 y un portaestudio, y decidió grabar las canciones que tocaba
en la intimidad de su habitación. Los equipos se los prestó
un amigo, pero cuando lo cuenta parece que hubiera recibido un regalo
del cielo. Me volví loco: usé la batería electrónica,
grabé la viola y los bajos, metí voces. Tenía un
sonido súper ochenta, terminé haciendo lo que siempre detesté.
Mi súper influencia es el punk del 77, y ahora hice un tema
tipo Cyndi Lauper. Pero las canciones tienen una carga un poco dark, según
me dijeron todos. Y no tienen letra, sólo sonidos que hago con
la voz. A los perros se los hago escuchar y se cuelgan, así que
estoy redondeando algo. Sería música para animalitos.
Este es el primer cantante de Attaque 77 diez años después
de haber dejado la banda. De aquella parte hasta ahora Federico integró
Belfast, Durango 95 y otros proyectos que vio cómo se hacían
polvo junto con su estado de ánimo.
Cuando me fui de Attaque, le daba al escabio a morir. Eso hacía
que todo entrara en cortocircuito. Tenía 17 años y no entendía
lo que estaba pasando. Terminé yéndome, relata él
en un bar, con una botellita de agua mineral sin gas transpirando sobre
la mesa. Todas las bandas que formaba se disolvían por eso,
éramos todos borrachos. Durango 95 duró un año o
dos. Fue la peor época: todos adictos al alcohol, éramos
una bomba de tiempo. No queríamos llegar a ningún lado con
la música, sólo nos interesaba hacerla. Federico recuerda
aquello como una época necia y embrutecedora. Cada
vez que salía a la calle corría el riesgo de terminar debajo
de un auto, roto a trompadas o embarazando a una chica. Por suerte
estoy vivo y no tengo hijos, sonríe Federico ahora, desintoxicado,
alimentando el fuego de su proyecto solista De Romanticistas Shaolín,
y compartiendo una casa en Caballito con su hermano mayor Ciro y la perra
Hendy.
¿Fue sólo el alcohol lo que te alejó de
Attaque?
Fueron muchos factores. Attaque 77 se formó en 1987. Eramos
cinco integrantes, de los cuales en el 88 se fueron dos: Leiva,
el batero, y Dani, el guitarrista. Esos pibes habían formado la
historia con mi hermano. Yo era un chiquitito así y no se les ocurrió
mejor idea que proponerme cantar. La banda se estaba haciendo muy Ramones,
y en realidad la primera idea era hacer punk inglés. Fue una época
estúpida... Había una parte del grupo que estaba muy ramonizada
y otra que tenía una tendencia new wave, que al final fue el punk
que más me gustó: Damned, Buzzcocks, The Jam. Por esas diferencias
egresaron esos dos pibes. Entró otro baterista Leonardo,
quedó una sola guitarra. Mariano (Martínez) y yo no componíamos
nada, éramos los más chicos. Ciro tocaba el bajo. Entramos
en una historia muy llana. Yo noté la ausencia de estos dos pibes,
los compromisos con Radio Trípoli, había que empezar a dar
entrevistas... No me interesaba. Me interesaba cantar. Pero cuando el
alcohol o cualquier droga te controla, entrás a hacer cualquier
cosa. Eso interfiere en la armonía. Llegaba súper borracho
a los ensayos y me ponía agresivo.
¿Te inspirabas en la leyenda punk, la del descontrol?
No, yo siempre por punk entendí la música, y una actitud
lo más noble y justiciera posible. El destroy no. Yo de los punks
aprendí. Empecé a escuchar en el 83: de Kiss salté
a Los Violadores, Sex Pistols, Damned, Buzzcocks. En esa época
estaban todos con la gilada de la democracia y yo ya había escuchado
a una banda española cantar todos los políticos son
iguales....
¿En tu casa, de chicos, qué clase de motivación
artística tenían?
No mucha. Mi infancia no fue del todo feliz. Personalmente, cuando
me enteré de que las personas se morían, se me vino el mundo
abajo. Mi vieja me lo dijo y me pareció una locura. Teníamos
un viejo que tenía problemas de adicción: era medio desequilibrado
de la cabeza, y la familia de él como que no lo quería.
Era la oveja negra: adicto a las drogas y alalcohol. Falleció cuando
yo tenía siete años, y antes ya se había separado
de mi vieja. El tipo era un flash, tenía una gran afinidad con
los animales. Un día se aparecía en casa con una gallina,
otro con una víbora, perros de la calle, conejos, loros. Mi vieja
se volvía loca. Un día apareció con un puma chiquitito
así, nunca supe de dónde lo sacó. Era medio delirante.
Un día decidió terminar con todo, le iba muy mal. Una vez
le dijo a mi vieja que no quería tener más hijos porque
las grandes potencias del mundo iban a dominar todo a través de
la droga y el alcohol, que es lo que sucede, y yo también lo viví.
Autodestruirte, pensando que estás al margen de todo lo negativo.
El tipo vaticinaba eso. Y durante mi adolescencia no pude tomar la historia
mala de mi viejo como ejemplo para no hacerlo. Y me trajo muchos problemas.
¿Cómo lo trataste?
Sólo a través de la marihuana. Empecé a fumar
y pasé a un lado diferente, mucho más cool, tranquilo y
menos embrutecedor que el alcohol. Con el faso era un lord inglés.
Me daba cuenta de que salía a la noche y no había nada para
hacer. Me di cuenta de que salir era pasar una noche en un boliche tomando
alcohol, consumiendo tabaco. Entonces me quedaba en casa, viendo Kung
Fu. Con la marihuana empecé a darme cuenta del equilibrio, y que
era una persona con problemas. Te vas a reír, pero me empecé
a dar cuenta de las cosas cuando empecé a ver Kung Fu. Fumaba y
me ponía a verlo. Pero no me ponía a ver las patadas, me
ponía a ver la tranquilidad del tipo para resolver situaciones,
toda la filosofía del maestro shaolín, toda su educación
de monje shaolín, toda su vida dedicada a la superación.
A veces me pregunto por qué no me metieron en un templo shaolín
en lugar de un jardín de infantes o una escuela. Aprender a vivir
y controlar las emociones, en lugar de la geometría o la estúpida
historia.
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