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Leo Maslíah
presenta su nuevo disco
Todo
porque rías
Los que lo vieron en vivo saben que es una de las personas más
introvertidas del mundo, pero también que su repertorio incluye
algunas de las canciones más desopilantes de los últimos
tiempos. Como si fuera poco, además de editar treinta discos, publicó
una docena de libros, es compositor de música de cámara
y fue uno de los más destacados cerrajeros de Montevideo. En un
esfuerzo por vencer su timidez, Leo Maslíah aceptó hablar
de su nuevo disco, Leo Maslíah y pico, pero por correo electrónico.
Por Laura Isola
Reacio
a las presentaciones, Leo Maslíah prefiere para su autobiografía
citar a Macedonio Fernández: Se cansó de estar sentado,
se cansó de estar parado, se cansó de estar acostado; y
dio por concluido el vivir (aunque a mí me falta la última
parte). Vivito y coleando se guarda las palabras para componer las
letras de sus canciones, que forman parte de más de treinta discos
editados. También las usa para las decenas de novelas, cuentos
y obras de teatro (La décima pista, La extraordinaria aventura
de Arthur Gordom Pam y Tres obras de teatro, entre tantas, todas editadas
por Ediciones de la Flor). Con palabras entrelazadas, haciéndolas
jugar con arte y elegancia, cultiva un estilo humorístico que oscila
entre el absurdo (clasificación con la que no está del todo
de acuerdo), la ironía, los lugares comunes y el contraste entre
lo culto y lo popular. Contrariando su escueto autorretrato, se puede
decir que Maslíah tendría mucho para contar de sí
mismo: nació en Montevideo, tiene 43 años y está
en esto desde 1978. Desde entonces, tuvo el tupé de parodiar tangos
históricos como Naranjo en flor y hacer una versión
blusera de Alfonsina y el mar; es intérprete y compositor
de música de cámara y en 1995 formó pareja con el
tenor Gustavo López Manzitti. De esta unión nació
el espectáculo Opera, castidad y yogur diet, donde se dieron el
gusto de componer un adagio para la salsa de soja y una obertura para
la DGI, amén de explicar la inexplicable pasión de algunos
por los celulares en Yo no puedo vivir sin mi Movicom. Un
tiempo antes le había declarado su amor a María Julia, cuando
ella estaba muy ocupada en la privatización de Entel y él
trataba de llamarla para decirle que la amaba.
Fue cerrajero menos para solucionar los inconvenientes de la gente con
problemas de encierro que para entrar en sus casas sin necesidad de estar
del otro lado de la ley. Tampoco cree que ese oficio le haya servido en
nada para ser artista: es más, ponerse creativo al momento de copiar
una llave le hubiera traído consecuencias indeseables. Incursionó
en la actuación con un papel de cura en la primera película
de Rolando Santos, Qué absurdo es haber crecido y en su propia
obra de teatro Tres idiotas en busca de un imbécil, donde, para
alimentar el desconcierto, hizo de tarado.
Reconoce influencias de Joao Gilberto, Joni Mitchell, Bach, Viglietti
y Laurie Anderson, entre otros. Se asume como gran lector y entre sus
preferencias figuran: Philip K. Dick, Kafka, Boris Vian, Poe y Horacio
Quiroga. Y coordina un taller literario que se parece mucho a los demás
talleres literarios si no estuviera dirigido por él. Porque es
difícil de clasificar; es un lugar común tratarlo de excéntrico,
de asociarlo con cierta clase de locura. Pareciera que un tipo que hace
muchas cosas, todas con gran talento y originalidad además
es compositor de música contemporánea corre el riesgo
y exaspera la necesidad de ser etiquetado. Los raros, como
les decía Angel Rama, su coterráneo, a un conjunto de escritores
como Macedonio Fernández y Felisberto Hernández, entre otros.
Todo este arsenal hace implosión en sus presentaciones en vivo
más de mil o mil quinientas en las que
su personaje se reviste de una única faceta: el hombre que se sienta
al piano, introvertido y antiescénico. Como si quisiera decir:
Miren que no soy nada especial, que sólo tengo un puñado
de canciones que, tal vez, les causen gracia.
Maslíah habla como canta: serio, en tono bajo y con la sospecha
de que no va a llegar a la última sílaba. Lacónico
en su expresión, siempre tuvo problemas con las metáforas,
que a fuerza de escrutarlas se volvieron sus aliadas. De tanto tomarse
literalmente las cosas, fue a ver Disney sobre hielo y se desilusionó
cuando se dio cuenta de que no era el mismísimo Walt Disney el
que estaba patinando disfrazado de Blancanieves con los siete enanitos.
O que una película titulada Aguilas de acero tuviera como tema
a aviones y no a las aves en versión acerada. De este tipo de frustraciones,
incluyendo las amorosas, y de una obsesión por el lenguaje se alimenta
una vez más su último disco, Leo Maslíah y pico.
Catorce canciones y un monólogo final que ponen en escena una variedad
de situaciones y ritmos. En La punta del sauce verde vuelve
a llamar a las cosas por su nombre o les pone un apodo cariñoso.
En el Poema del tuyo Cid se apropia del célebre caballero
español y cuenta el otro lado de la épica. Las tragedias
de dos amores contrariados por diferentes motivos se cantan
en La papafrita y La cybernovia. La primera es
la historia de un hombre que se enamora de una papafrita (en este caso
no es literal), una chica frívola con el único condimento
de las dietas y la comida chatarra. Para La cybernovia se
reserva el terreno de los chats en Internet, donde también se cuecen
infidelidades, sólo que la comunicación ha cambiado tanto
que el cornudo no puede ir con un palo a vengar su honor mancillado. Pero
también La aventura puede formar parte de los males
del corazón, porque el protagonista de esta historia se ha enamorado
de su propia esposa y eso, una vez más, es un desengaño.
El cierre está dado por La tragedia de ir a ver Titanic,
un delirante monólogo que, a fuerza de exageración, recrea
lo que pasa actualmente, tantas veces en los cines: mientras se proyecta
la película, uno habla, otro lo calla, otro calla al que intenta
callar al que habla y así hasta el infinito.
Así fue que Leo Maslíah enhebró algunas palabras
para este reportaje por e-mail y escribió un poco de él,
un poco del disco y otro poco de lo que se le vino en ganas.
¿Con cuál de todas las actividades que desarrolla escritura,
música, humor prefiere identificarse o que lo reconozcan?
Depende quiénes. Porque reconocer como escritor
o como músico a alguien, lamentablemente, puede significar
muchas cosas. Algunas personas reconocen el cartel, otras la sustancia
que hay atrás, otras la marca de la pintura con que se pintó
el cartel, en fin... Por ejemplo, la gente que habla de Borges como escritor
sin haber leído nada de él, ¿lo reconoce como escritor?
En cierto modo se puede decir que sí... Por otro lado, los que
lo leyeron no necesitan reconocerlo como escritor, porque
sería un acto tautológico (si es que esto puede existir).
En cuanto a lo primero, no creo que nadie pueda elegir identificarse con
tal o cual cosa de las que hizo. Ellas son las que lo identifican a uno.
¿Cómo define su relación con el público,
que es bastante incondicional con usted y al que usted parece no tener
demasiado en cuenta? El ejemplo sería cuando usted se fue de un
recital porque no le gustaban las caras del público.
La cara del público casi nunca la puedo ver, porque las luces
me dan de frente. Pero no soy un autista: todo lo que hago surge de lo
que siento venir del público. No me digas que no lo tengo en cuenta.
He llegado incluso a saludar uno por uno a los integrantes de una platea,
al entrar, diciendo tantos hola como espectadores hubiera,
aun a riesgo de que el número de éstos fuera disminuyendo
en el transcurso del saludo, y debiendo desdecirme de cada hola
con un adiós. En cuanto a esto último (cómo
es esa cara y ese público para que usted toque tres temas y se
vaya), bueno, eso lo hice una sola de las mil o mil quinientas veces
que me presenté frente a un público. No me parece justo
que lo tomes como algo característico de mi comportamiento. Es
mucho más común que después de esos tres temas no
sea yo el que me vaya, sino el público.
Siendo un muy buen músico, ¿no siente que no lo toman
tan en serio porque hace humor?
Puede que sí, pero el tomarse en serio lo serio y tomarse
en broma lo gracioso es un mal generalizado de la Kultura.
¿Puede reflexionar sobre la música culta y la música
popular?
Está bien, te prometo reflexionar.
En el tema La cybernovia usted analiza un tipo de relaciones
que todavía no está demasiado estudiado. No se sabe muy
bien qué consecuencias tendrán en las relaciones humanas
el uso del correo electrónico e Internet.
Creo que tampoco se sabe bien cómo son y qué tipo
de consecuencias traen los tipos de vínculo tradicionales como
noviazgo, matrimonio, divorcio, adulterio, etc., así que mal puede
saberse tan pronto cómo se modifican con esta innovación
tecnológica...
En
La tragedia de ir a ver Titanic se deja entrever cierto fastidio,
tomado en solfa, de algunas prácticas recientes como hablar y comer
en el cine. ¿Hay algo más que le moleste particularmente?
No. Lo único que me molesta es que al pochoclo, o al pororó,
o al po (como se le decía en Uruguay) se lo empiece
a llamar palomitas de maíz. Un día se les van
a volar de la bolsa y no las van a poder comer.
Desesperanto ironiza sobre la incomunicación y La
papafrita sobre las relaciones amorosas desparejas.
¿Parten de algún problema personal?
Tal vez esa impresión tuya pueda ser compartida por otras
personas, pero no creo que ninguna de mis canciones ironice sobre nada.
Son historias de ficción, que se sostienen en las particularidades
de lo que cuentan, y no en el hecho de tratar sobre tal o cual tema. En
cuanto a lo otro, no sé si tengo problemas personales
o no, pero ni en mi caso ni en el de ningún otro autor creo que
eso tenga nada que ver con lo que se escribe.
Biromes y servilletas
se aleja del humor y es casi un homenaje. ¿Es verdad que hay tanto
poeta suelto en Montevideo?
Cuando hice esa canción (año 82) los había.
Ahora algunos siguen saliendo, pero vienen con papas fritas y refresco
mediano. También les podés poner condimento a elección.
¿Encontró en Gustavo López Manzitti un cómplice
para reírse del género lírico?
Nada me causa gracia. Lo admiro como cantante, como actor, como
músico en general y como maestro del midi.
Por sus columnas en el suplemento de La Nación se sabe que es
un astrólogo infalible. ¿Podría dar algunas predicciones
para el año que viene?
Mirá, desde hace varios cientos de años hasta ahora,
salvo períodos muy excepcionales de reforma del calendario, cada
año fue obsequiado con un número ordinal superior en una
unidad al que le antecedía, así que creo poder afirmar,
casi sin temor a equivocarme, que el año próximo llevará
el número 2000 (si la hipótesis que manejo se llegara a
confirmar, te prometo un informe detallado sobre los cálculos mediante
los que obtuve este resultado). De todos modos, me parece que a la mayor
parte de la gente no le importa qué va a pasar el año que
viene, sino qué número de año es. Aunque no sepan
bien a partir de dónde se cuenta.
Leo
Maslíah presentará su espectáculo Sic
los martes 11, 18 y 25 de enero y 1, 8 y 15 de febrero en Mar del Plata
en el Teatro Auditorium y los
miércoles 12, 19 y 26 de enero y 2, 9 y 16 de febrero
en el Teatro de la Torre en Pinamar.
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