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Primero
los caricaturizaba, después lo invitaban a almorzar, después
lo censuraban. Eso, sí, antes le pedían que les
resaltara menos los defectos al dibujarlos. Así fue su
relación con los sucesivos ocupantes de la Casa Rosada,
desde Perón a Menem. Además, fue un infalible detector
de tics entre nuevos ricos, mersas consuetudinarios y tilingos
incurables. Para algunos es una suerte de contracara de Macedonio
Fernández. Para otros, una cruza de Molina Campos y Calé.
A los 76 años, Landrú sigue sin aceptar que ha sido
el antropólogo espontáneo que registró los
vaivenes menos visibles del último medio siglo en la Argentina.
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POR
MARIA MORENO
Peligro en Constitución. Onganía en Retiro,
decía el titular de tapa de Tía Vicenta poco después
de que el presidente Illia destituyera a Juan Carlos Onganía
como comandante en jefe. Muy poco después, en la primera oportunidad
que le dio su golpe de estado, el general apodado La Morsa cerró
Tía Vicenta... y se maldijo el resto de su vida por tener que
compartir con su director, Juan Carlos Colombres, el mismo nombre de
pila. En rigor de verdad, Colombres hacía rato que se había
autobautizado Landrú en honor a un criminal que fue
ejecutado el mismo día que él nació: el 19 de enero
de l923. Y, también en rigor de verdad, la palabra humorista
le queda chica a Landrú: es como Florencio Molina Campos o Calé,
un semiólogo espontáneo de la vida social de varias décadas.
Si la cultura argentina siempre tiene la apariencia de dos paralelas
que, aunque se toquen, son leídas como antípodas Boedo
& Florida, Contorno & Sur, no dejan de ser interpretaciones
gemelas acerca de la forma de ser austero. Por eso ha sido más
adecuado poner en el cuadro de honor del extravagario fervoroso a Macedonio
Fernández que a Landrú. Porque, si bien Fernández
era de familia, combinaba a prueba de resentimientos pensión,
guitarra, metafísica y la marca de ser algo así como el
padre del padre (Borges), lo que frunce inmediatamente los labios en
la pronunciación de la palabra genial.
Landrú, en cambio, desciende de un obispo y ha almorzado con
más de un milico, pero ha tomado de punto a las clases sociales
con menos ingenuidad que a Borges. En suma, para un alineado a cualquier
línea cultural, Landrú no da ni para heterodoxo à
la Viñas, ni para versión gordi de Charly
García, ni para rescatado por una crítica
que mire su pedigrí más allá del suplemento Ollas
y Sartenes. Landrú vive en Alvear y Parera, como corresponde
a lo que él mismo determinara como gente bien. Pero, siendo él
quien sistematizó las reglas de la paquetería, se permite
decorar su departamento con plantas de plástico, cosa que en
los 60 lo hubiera puesto a la cabeza de los campeonatos de mersas que
organizaba desde Tía Vicenta, la revista que transformó
la política nacional en un zoológico donde Alvaro Alsogaray
era representado por un chanchito, Pedro Eugenio Aramburu por una vaca,
Arturo Illia por una tortuga e Isaac Rojas por una hormiga.
CUANDO LANDRU ERA JEHOVA
Debía tener 17 años cuando hice una Biblia que se
llamaba Génesis novísimo. Era una teoría sobre
la formación de la Tierra y el origen de los hombres. De la leche
de la Vía Láctea se desprendió un fragmento al
que Dios le dio una patada. Y, al empezar a girar, esa leche se transformó
en crema y después en queso (Quesus Bolus). Como el queso larga
sueros, se formaron los mares y ríos. Y, al arrugarse, las montañas.
Los gusanos fueron los primeros habitantes del mundo, queseros o quesinos.
Ése fue el origen de la tierra. El primer hombre se llamaba Borié,
tenía el cuerpo invisible y el alma material, que era una barra
de chocolate. Cuando Borié se come el alma, se vuelve visible
y se casa con un palo borracho, con el cual tuvo una cantidad de hijos.
Entre ellos el Oreja Eep, de pantallas enormes, siete ombligos y que
se alimentaba con nafta y bichos canasto. Era sordo, de ahí el
origen del nombre. Uno le decía: ¡Oreja! Y él contestaba:
¿Eeep? Entre los descendientes de los Oreja Eep está el
nuevo ministro Llach. Y, por supuesto, Martínez de Hoz. En cuanto
a Borié, era un tipo flaco, un poco contrahecho, de ojos grandes
y mirada preocupada. Como yo era celador del colegio Sarmiento, cuando
faltaba un profesor iba a enseñar. Y daba clases sobre esta Biblia.
Dibujaba en el pizarrón mientras explicaba, por ejemplo, que
lo curioso del Borié es que no sabe que es Borié. Pero
si uno les grita ¡Borié!, se dan vuelta. Entonces pasaba
un tipo caminando por el patio del colegio y yo les decía: ¿Ven?
Ése es uno. Alguno de ustedes diga ¡Borié! y van
a ver cómo se da vuelta. Y el tipo se daba vuelta fatalmente.
Esa Biblia estaba dibujada en un cuaderno Avon que, segúnColombres,
debe andar por ahí. Entre los descendientes de Borié
había cruzas: Por ejemplo la de un Boralipton (que era
hepático y de mal carácter) con un Sheuralaaaaá
(gente pobre y nerviosa que quintuplica la a). O la de un Culex (casi
siempre mujer) con un Hombre Pelo (que venían de la isla Peluna).
Los Hombres Pelo son bajos, gorditos, de ojos chiquitos, inventores
del felpudo y de las patillas para anteojos.
¿Menem es Hombre Pelo?
No. Hombre Pelo es Alderete.
Los dibujos de ese Génesis eran más barrocos que los
que hace ahora.
Es que en el 45 empecé a dibujar en la revista de
Lino Palacios, Don Fulgencio. Y en esa época estaban de moda
él y Divito. Yo no lo pensé entonces, pero sí más
adelante: Si quiero progresar tengo que hacer el dibujo más
moderno. Y hacía chistes así: una mujer le dice
a un hombre Juan, tenés la boca abierta y él
le contesta Sí, la he cerrado yo. O una señora
decía: Estoy esperando que nazca mi hijo para saber cómo
se llama. Y eso parecía raro.
¿Tenía alguna relación con las vanguardias,
como Girondo o Xul Solar?
Para nada. me dijeron que me había inspirado en Macedonio.
Y yo ni lo había leído. Lo único que hacía
era mantener la lógica del absurdo que hacía en el colegio
y que, a veces, nadie entendía. A Lino Palacio le gustaba mucho
pero los avisadores pedían que sus publicidades fueran lo más
lejos posible de los dibujos míos, porque eran piantavotos.
En las primeras proyecciones de La vuelta al nido, la película
de Leopoldo Torres Ríos, la gente abucheaba cuando aparecía
el primer racconto.
Y después se volvió totalmente natural, ¿no?
Para mí, el humor es un imprevisto, siempre que no sea desagradable.
Si uno ve por la calle a un hombre lleno de condecoraciones y se cae,
se ríe. Si el que se cae un mendigo, no.
¿Y Cambaceres o Mansilla? Porque usted usa arcaísmos
como cuchufletas...
Cuchufletas, cháchara, retruécano...
¿Qué es astrakanada?
Es un disparate. Como una chirigota.
¿Las buscaba en el diccionario?
No. Leía La codorniz, una revista española que,
si bien salía en la época de Franco, le hacía muchas
cachadas a Franco. No sólo la leía sino que me hice amigo
de Miguel Mihura, que era el director y que escribió El caso
de la mujer asesinadita, que acá publicaron como El caso de la
mujer asesinada y le arruinaron toda la gracia.
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Mis primeros chistes eran así: una mujer le dice a
un hombre Juan, tenés la boca abierta y él le contesta
Sí, la he cerrado yo. O una señora que dice: Estoy
esperando que nazca mi hijo para saber cómo se llama. Era
raro: los avisadores pedían que sus publicidades fueran lo
más lejos posible de los dibujos míos, porque eran
piantavotos. |
UN
GORILA AGRADECIDO
El 17 de octubre de 1945, el señor Ignacio Ponciano Colombres,
descendiente de una princesa inca y del obispo Colombres (que existieron
en diferentes generaciones, aclaremos), avanzaba por la calle Florida
con su sombrero Orión y su bastón cuando vio venir lo
que su hijo (fichado alguna vez por la SIDE como gorila-comunista) llama
pueblada. ¡Degenerados!, estalló en gritos,
enarbolando el bastón contra la multitud que, tomándolo
por un loco, se hizo a un lado y lo dejó pasar. Don Ignacio se
parecía mucho al señor Porcel, un personaje que luego
inventaría Landrú, mezcla de sofista y querellante. El
señor Porcel iba, por ejemplo, a una carnicería y preguntaba:
¿Tiene hígado de ternera?. Sí, contestaba
el carnicero. ¿Tiene ubre de vaca? Sí. ¿Tiene
costillitas de cerdo? Sí. ¿Tiene rabo?
Sí, repetía cansino el carnicero. Entonces usted
es un monstruo, decía el señor Porcel. El hijo de
Ignacio Ponciano salió contrera como su padre y el
señor Porcel. Pero en realidad le debe mucho al peronismo.
¿Es verdad que lo echaron de Tribunales por el delito de regocijo?
A mí no, a Rogelio Gracía Lupo. En una época
los dos trabajábamos en Tribunales. Yo tomaba declaraciones a
los detenidos y Rogelio estaba como meritorio. Era en el Juzgado de
Instrucción N¼ 1, de menores. El día enque murió
Evita, yo me fui con corbata común y García Lupo también.
Nos quedamos en un pasillo contando chistes y riéndonos. En aquel
entonces justo estaban por pasarlo de meritorio a efectivo. Pero como
un soplón lo había visto reírse, al día
siguiente vinieron al mismo tiempo la orden de nombramiento efectivo
y la que decía que lo dejaban cesante por el delito de regocijo.
Tiempo después tuve un ascenso, pero me anunciaron una plata
y me daban mucho menos. La diferencia iba para la Fundación Evita.
Entonces denuncié, al menos para que me dieran una constancia
de que me sacaban la plata. Entonces el fiscal indicó que me
procesaran por falsa denuncia y sabotaje. Apareció un abogado
de la Fundación, que se llamaba Imperatrice, y me recomendó
que hiciera una nota por la cual cedía esa plata y la Fundación
me agradecería el gesto. Y el juez me pidió que me afiliara.
Entonces decidí tomarme licencia. Fui a ver al presidente de
la Corte Suprema, Nicolás García del Solar. ¿Usted
qué hace?, me preguntó. Yo dibujo en la revista
Vea y Lea. Firmo Landrú. ¿Usted es Landrú?
Yo soy levantador de pesas. ¿Por qué no me hace una caricatura
levantando pesas?. Y me dio licencia por cuatro meses, que aproveché
para ir a todas las redacciones de revistas. Me acomodé en trece,
y después elegí.
¿Cuáles fueron sus chistes más proféticos?
En Vea y Lea hice uno en donde el marido le decía a la
mujer: Vamos a ahorrar, tenemos que oír la radio con un
solo oído, y poco después Perón sacó
el plan de ahorro. Otra vez hice un chiste sobre Colón y justo
Perón le mandó a Franco un barco lleno de trigo.
Durante el gobierno de Cámpora el ministro Benito Llambí
quiso fusilarlo.
Fue antes de que volviera Perón. Yo había hecho
para Clarín un plano de la casa que le habían regalado
en la calle Gaspar Campos: estaba el cuarto de Perón, el cuarto
de Isabel, el cuarto de los perritos bandidos y el cuarto de López
Rega. Y Benito Llambí, que era amigo de Horacio Rojas, vicepresidente
del directorio de Clarín, le dijo: Cuando vuelva Perón
vamos a hacer que te fusilen a vos y a Landrú. Reconozco
que era un plano con muy mala intención porque el cuarto de López
Rega estaba muy cerca del de Isabel... Era como si dijese que tenían
relaciones. Esas cosas pasaban: cuando hacía a Illia despeinado,
me decían que lo hacía con cuernitos porque la mujer...
Pero nunca me metí en la vida privada de nadie.
Pero todos le pidieron algo: Frondizi que le hiciera la nariz más
chica, Perette que lo hiciera más alto, Cámpora que le
pusiera por lo menos una arruga menos. ¿Qué le pidió
Menem?
Nada. Pero hemos tenido un enemigo en él, porque ha sido
un competidor. Y desleal: es el mejor humorista que hemos tenido.
¿Quién fue el político con quien más
intimó?
Alfredo Palacios. Cuando pasaban dos o tres números de
Tía Vicenta sin que apareciera, llamaba y decía: ¿Qué
pasa? ¿Estoy perdiendo vigencia?.
Usted le hizo fama de donjuán y de frecuentar Villa Cariño,
¿no?
Yo hacía un programa con Blackie en televisión que
se llamaba Prensa Visual. Consistía en un reportaje a un político
conocido. Pero antes iba Telecómicos, donde los actores se disfrazaban
de políticos. Y un día salió el director, lo vio
a Alfredo que estaba esperando en un sillón y le dijo: ¡Qué
bien te disfrazaron del viejo, estás igualito!. A Palacios
le dio tanta rabia que se iba, hasta que Blackie lo apaciguó
y él terminó diciéndome: No hay que darle
importancia a estos incidentes que pasan en la vida. Lo único
verdaderamente importante es la libertad, la democracia y las piernas
de las mujeres.
ALMORZANDO
CON LANDRU
La revista La codorniz nunca fue cerrada aunque la gente le atribuía
mensajes subliminales. Sus redactores solían recitar en privado
el epigrama: Bombín es a bombón / como cogín
es a equis / y a mí me importa tres equis / que me cierren la
edición. Paradójicamente, fue la censura la que
facilitó la carrera profesional de aquel empleado deTribunales
que hacías dibujos como amateur en Avivato y Don Fulgencio. Gracias
al peronismo yo me dedico al dibujo hasta que viene el 55. Nadie
se animaba a hacer chistes políticos; el único era Emilio
Ramírez en Vea y Lea, que me invitó a mí. Y yo
escribí lo que se llamaba Grandes Reportajes donde no me animaba
a poner los nombres de los políticos: en lugar de Arturo Frondizi,
ponía Artizi Fronduro. Después se me ocurrió sacar
una revista propia. Y salió Tía Vicenta en el año
57. Ahí hice un teorema militar que decía que el
cuadrado de un general era igual a la suma de los cuadrados de dos coroneles.
Entonces Aramburu me invitó a comer a Olivos. Ya habían
sido los levantamientos de Valle, no sabía qué iba a a
pasar. Me dijo que a él no le importaba pero que un grupo de
coroneles le había hecho un planteo. Y que me iban a hacer ese
mismo planteo pero que no les llevara el apunte. Al día siguiente
me llaman a la redacción de Tía Vicenta, que quedaba en
la galería Güemes, y me ordenan que vaya inmediatamente
a la SIDE. ¿Por qué asunto es? Por un asunto de Tía
Vicenta, me dicen. ¡Ah, si es por Tía Vicenta, venga usted
a verme a mí!, le dije. Nunca vinieron. Entonces me envalentoné
y seguí. Hasta que vino Onganía y la cerró.
Después tuvo censores, no sólo de buen corazón
sino de poca cabeza.
Cuando estaba Guido como presidente, hice para Dringue Farías
El profesor garrafa. Y organicé una especie de prode de golpes
(era la época de azules y colorados): el 21 de marzo, golpe de
los bomberos; el 27, golpe de los empleados de Segba; el 29, golpe de
los zorros grises; el 2 de abril, golpe de los marinos... Y justo se
levantó la marina. Me llevaron un día preso a una dependencia
del Ministerio del Interior para ver quién me había dado
el dato. Me trataron muy bien, almorcé allí, más
tarde me dieron un café con leche y me largaron a eso de las
diez.
También pareció estar al tanto del complot de Rojas
contra Frondizi, vía el vicepresidente Alejandro Gómez.
Es que un día en un restaurante, en un rinconcito, vi que
estaba comiendo con el almirante Rojas y después con el general
Quaranta. Entonces empecé a poner en la revista la foto de Gómez
con un cartelito que decía: ¿Y a mí por qué
me miran?. Cuando se quiso sustituir a Frondizi por él,
puse otro que decía: Ahora saben por qué me miraban.
Guido también lo invitó a comer...
Guido tomaba mucho. A tal punto que lo llamaban El varón
de Río Negro, por una marca de vino. Una vez fuimos con Dringue,
Tato Bores y otros a la Rosada y nos tomamos una damajuana. Nos divertimos
mucho y a mí me pareció que no nos iban a censurar. Hasta
que un día me llamaron y me dijeron que, desde ese momento, antes
de ir el programa al aire tenía que verlo un coronel. Lo que
hacíamos era pasar el libreto a este señor. Pero el libreto,
como se sabe, tiene dos columnas: en una va el diálogo y en la
otra se indica la acción. Él leía el diálogo
nomás... Y un día dimos una receta de cocina que era Rattembach
a la maitre dhotel (Rattembach era el ministro de Defensa): Se
lo pincha con un tenedor y, si dice cuerpo a tierra, quiere decir que
todavía hay que esperar. Una vez que se lo pincha y no dice nada
se lo puede comer. Tome algo para la digestión después.
Terminaron levantando el programa y el coronel no apareció más.
No sé si lo habrán fusilado.
También lo invitó a comer Palito Ortega, a pesar de
haber sido puntero del campeonato de mersas.
Fue un día que me llamó Ben Molar y me dijo: Palito
Ortega quiere almorzar con vos. Fuimos al Alexandra, en la calle
San Martín, y Palito me dijo: Mire, para mí, mersa
es sinónimo de popular. Yo saqué el disco de oro gracias
a la propaganda que me hizo usted.
MERSAS
Y CLASE A
¿Landrú elitista? Sólo para aquellos que creen
que imponía un quién es quién para privilegiados
o un convite a ladiscriminación. Si bien creó una etiqueta
para que los nuevos ricos pudieran hacer pasar gato por liebre, Landrú
ha sido más bien un LeviStrauss de los bienudos. Y pocos advirtieron
que, mientras realizaba la etnografía de su propia clase, lejos
de burlarse de la gente pobre, les atribuía un estilo de vida
a través del humor disparatado que mamó de La codorniz.
¿A quién se le ocurriría imaginar que las clases
populares llaman posturas de ave a los huevos fritos, que
suelen exclamar filosóficamente A palabras peripatéticas,
oídos onomatopéyicos o se despiden con un Al
despedirme me repercuto y al repercutirme me congratulo? Según
Landrú, la palabra paquete fue puesta de moda por Magdalena Ruiz
Guiñazú y Mónica Mihanovich. Pero él fue
el primero en utilizar nombres de amigos y marcas como elementos de
ficción, y los campeonatos que organizaba a principios de los
70 excitaron tanto al público como los concursos millonarios
de Hola Susana (y eso que el premio mayor se reducía
a figurar en su columna con nombre y apellido). Landrú no sólo
organizó campeonatos mundiales de gordis. También
de pobres: Amalia Fortabat figuró un año en que sólo
pudo viajar a Nueva York quince veces.
Inés Pertiné, actual Primera Dama, figuró cuarta
en uno de sus campeonatos de pirujas, ¿no?
Seguramente la votó una amiga. Eso sí: no se puede
hablar del futuro de Inés Pertiné, porque Inés
Pertiné no es futuro; es pasado: Yo pertiné, tú
pertinaste, él pertinó.
Usted inventó el gordi como muletilla.
Que es como decir ahora flaco o boludo.
Tengo una nieta que, cuando tenía quince años, yo le preguntaba:
¿Vas a salir?. Y ella me contestaba: ¡Obvio!
Y, por supuesto, comer en lugar de cenar
sigue siendo una obsesión.
Por esa diferencia Silvina Bullrich faltó a una cita y
enfureció a Nicolás Cócaro: ¿Te das
cuenta que la invité a una comida que le íbamos a dar
al poeta Armani y no fue? Y cuando la veo me dice: ¡Cómo
que no fui! Estaba ahí a las nueve de la noche!. El pobre
Cócaro estaba atónito: Pero a las nueve se cena.
Tuve que explicarle que, antes, se cenaba a las doce de
la noche. A las nueve se comía.
¿Y el chipi-chipi? ¿Y la muña-muña? ¿Y
el jarabe de rábano?
El chipi-chipi es una danza que se baila en México. La
muña-muña es una hierba que se vende en Jujuy: dice la
leyenda que había un cacique que no podía tener descendencia,
entonces hizo una mezcla de muña-muña, cola de quirquincho,
planta de sarmiento, tola-tola y le agregó un poco de menta porque
quedaba un poco insípida y tuvo doce hijos. Eso me lo contó
un amigo mío. Y, si no me cree, le cuento que cuando viajé
a Estados Unidos a un encuentro, había un nicaragüense que
representaba cuarenta años aunque tenía más de
setenta, y me confesó que tomaba jarabe de rábano. Cuando
se le acabó el medicamento me hizo acompañarlo de recorrida
por un montón de farmacias. En una dijeron que se lo podían
conseguir pero para el día siguiente. Demasiado tarde: de pronto
vi que se arrugaba como el retrato de Dorian Gray.
DANDY
FOREVER
Como hecha la ley, hecha la trampa, Landrú dice muy suelto de
cuerpo que esta noche tiene una cena. Y también muy suelto de
cuerpo, según infidencias de Alejandro Ros (diseñador
de Radar), no vaciló en sacarse una foto con un galgo falso y
le enseñó cómo debe mover las caderas un hombre
para bailar la conga.
¿Está un poco reblan, tal vez?
En realidad estoy muy bien. Yo tengo amigos que hace veinte años
que no se saludan y no se acuerdan por qué. Y uno de ellos está
haciendo una lista de la gente que hay que matar y se confunde a Julio
Iglesias con Herminio Iglesias y a Lorenzo Miguel con Luis Miguel.
¿Por qué siempre pone a los escribanos como reblán?
Es que tuve un amigo escribano que usaba medias strech con ligas,
otro que era el mariscal del charleston, y otro era capaz
de sacar la raíz cúbica de cualquier cifra sin papel ni
calculadora. Decía: Te paso a buscar a las seis horas,
23 minutos y 20 segundos, y a esa hora justo aparecía.
Un día tenía que irme a Europa y me dijo: Te paso
a buscar a las 3 y un minuto. Casi pierdo el avión. Tuvo
como un desvanecimiento mental. En esa época eso se llamaba surmenage.
Le hicieron un encefalograma y le salió que era mitad genio y
mitad retardado... No sé cuál era el encéfalo y
cuál el grama. Teníamos un amigo mutuo al que le faltaba
un brazo y comía con un cubierto que era mitad cuchillo y mitad
tenedor. Y mi amigo el reblán empezó a sacárselo.
El otro se puso muy nervioso y dijo: Voy a lavarme las manos.
¡La mano!, dijo el reblán.
GRAND
FINALE
Landrú es un buen mozo larga duración, como los nenes
Horacio Thedy, Augusto Bonardo y Adolfo Bioy Casares. Y ya sea por continuar
arrastrando los mocasines como recomendaba en Tía Vicenta o porque
el mármol del palier del edificio de la calle Alvear está
demasiado limpio, al final de la entrevista se cae en armoniosa coreografía.
Con la misma velocidad, se pone de pie y estira la mano:
Mucho gusto ¡Hasta el próximo golpe!
La boca se le haga a un lado, dan ganas de decirle. Pero ¿quién
se anima a arruinarle un chiste a Landrú?
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