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UN VIAJE DE PAGINA/12 ENTRE LOS DINOSAURIOS DEL CIRCULO MILITAR
El cañoncito de Díaz Bessone

Habitan en un palacio de Plaza San Martín. Como si estuvieran en 1976, repiten la propaganda de la dictadura sobre los años de plomo. Un periodista recorrió la sede desde donde un grupo de retirados quiso castigar a Balza por su autocrítica.

Fantasma: Una figura avanzaba en la penumbra, la espalda encorvada y la mirada clavada en el piso, réplica envejecida de aquel Díaz Bessone de 1976.

En el Círculo Militar que preside Díaz Bessone reinan el silencio y las sombras. La presencia de un periodista convirtió el lugar en un sitio de operaciones. 


Por Eduardo Tagliaferro

t.gif (862 bytes) �¿Cómo entró usted? �interrogó el mayor cuando este cronista preguntaba a su vez por el general Ramón Genaro Díaz Bessone.
�Por la puerta. Estamos en un segundo piso, ¿no?
�¿Por qué puerta?
�La puerta principal, la que da a la calle Santa Fe.
�¿Los de la seguridad privada lo dejaron entrar?
�Sí, claro.
�Bueno, pero no tenemos ningún comentario que hacer. Acompáñeme hasta la salida.
El tono firme, la reacción castrense y una respuesta categórica obligaron a Página/12 a acompañar al mayor del Ejército y desandar los pasos que habían llevado hasta la oficina del presidente del Círculo Militar. El desierto que dejaban ver las puertas abiertas del despacho ratificaba que la secretaria no había mentido: Díaz Bessone no se encontraba en el edificio, el aristocrático palacio de Plaza San Martín.
La sola presencia de un periodista había trocado el silencio marcial por la tensión de una fuerza en operaciones. En la sala del vicepresidente una persona daba órdenes telefónicamente.
�Ahí abajo en recepción hay un hombre de Página/12. No puede pasar. Pregunten por qué viene.
�Coronel, coronel, el señor está aquí conmigo �le dijo el mayor.
Entonces el coronel pudo recitar su discurso:
�No vamos a realizar ningún comentario �dijo sin ruborizarse por su blooper.
El coronel aceleró el paso, ya como parte de la comitiva que escoltaba a un cronista hacia afuera. El largo pasillo parecía más corto que en el viaje de ida. La urbanidad se impuso al instinto y en vez de caminar delante de la escolta, poner las manos detrás de la espalda y avanzar con la cabeza gacha, el periodista decidió seguir a sus guías a prudencial distancia. La llegada al ascensor hizo temer otro encuentro como los anteriores. Pero esta vez nadie gritó: �¿Nombre?�.
�Le repito: no tenemos nada que decir �insistía el coronel, al parecer temeroso de comentar el emplazamiento del Círculo al ex jefe de Estado Mayor Martín Balza.
�¿Nada de nada? ¿Ni siquiera tienen información acerca del Círculo y de las actividades sociales que realiza?
�Mire, en este momento no hay nadie del departamento de prensa.
Un poco más distendido, el mayor optó por convertirse en guía turístico. �Los marcos y las vigas de madera son originales, pero los pisos tarugados, al igual que las rampas para discapacitados, son mejoras que realizó el Círculo�, dijo. Puertas, pasillos y túneles se sucedían. En este caso, el Círculo no es redondo. Otra puerta. Otro pasillo. En la mesa de entradas, la amable empleada que había indicado el camino al segundo piso. Un pasillo más, y una figura que avanzaba en la penumbra, con la espalda encorvada y la mirada clavada en el piso. La cara parecía la réplica envejecida de aquel Díaz Bessone que quedó libre de las acusaciones judiciales por la desaparición personas y la ejecución de prisioneros durante la última dictadura militar gracias a la ley de punto final y al indulto.
Díaz Bessone intuyó la cercanía de una pregunta. Extendió levemente la mano, sacudiéndola un poco en el aire, y desgranó una respuesta de solo dos palabras:
�Sin comentarios.
Era desconcertante. El mayor, el coronel y el general habían comentado que no harían comentarios aunque Página/12 no había alcanzado a preguntar nada que mereciese un comentario. Sabios estrategas, quizás actuaron de modo preventivo. Tal vez se anticiparon a preguntas sobre la expulsión de Balza del Círculo Militar y acerca de la comparencia de Díaz Bessone al Edificio Libertador, una presencia que fue interpretada como un pedido de �rendición de cuentas� de la nueva conducción del Ejército a cargo de Ricardo Brinzoni al ex ideólogo de la dictadura.
A esta altura del tour, tanto el coronel como el mayor que me acompañaban tenían un solo objetivo, redoblado: llegar a la salida del Palacio Retiro luego de cruzar más puertas, más oficinas y una vitrina en la que se exhiben las publicaciones de la entidad. Por sobre todas, se destaca el libro �In Memoriam�, una edición del Círculo en �homenaje a los integrantes del Ejército y a sus familiares, víctimas de la subversión terrorista�. �La Guerra Revolucionaria en la Argentina�, un libro del propio Díaz Bessone, también tiene un lugar destacado en la vidriera castrense.
La propaganda quedó atrás. El coronel entró en la oficina de relaciones públicas.
�Tómele los datos �ordenó a la única empleada.
El nombre, el apellido, el medio y los teléfonos de Página/12 quedaron registrados en el cuaderno de novedades. Antes de abandonar el club social y deportivo de los �hombres de armas�, la última mirada fue para el vigilador privado que custodiaba la entrada. Por nada del mundo el cronista hubiera aceptado estar en su piel. Era fácil imaginarse la escena siguiente: una módica venganza, acaso menor que la revancha de Díaz Bessone contra Balza luego de la autocrítica de 1995.

 

 

OPINAN

Por José Luis D�Andrea Mohr (*)

Por Horacio Ballester (*)

 

�¿Le parece bien entrar al Círculo con barba?�

Por E.T.

El Círculo Militar es algo más que un simple club social y deportivo. La reciente separación definitiva del general Martín Balza, lejos de ser un tema institucional en el que �no hay nada personal�, según dijo su presidente, el general Ramón Genaro Díaz Bessone, es una clara señal de los militares cercanos a las viejas cúpulas. Decidieron castigar a Balza por su subordinación al poder político y por su autocrítica de las órdenes y crímenes aberrantes del Ejército durante la última dictadura militar.
El Círculo, una institución fundada el 30 de junio de 1881, tiene en su haber otros antecedentes de expulsiones y protestas de asociados. En algunos casos tuvieron un claro contenido político. En otros, simplemente se trató de la defensa de valores algo más que tradicionales.
La sede central del Círculo, el denominado Palacio Retiro, es una propiedad que perteneció a Zelmira Paz de Anchorena, y que fue construida en el año 1902 de acuerdo a proyectos elaborados en Francia e inspirados en el palacio del Louvre de París, con planos confeccionados por el ingeniero Alberto de Gainza. El actual Palacio inaugurado en 1939 por su entonces presidente, general de división Basilio Pertiné, abuelo de Inés y Basilio, esposa y cuñado del presidente Fernando de la Rúa, respectivamente, fue el escenario donde se produjo el hecho que desencadenó la expulsión del ex capitán del Ejército José Luis D�Andrea Mohr.
A fines de 1968, D�Andrea cenaba junto a su mujer y su pequeño hijo. Era el reencuentro luego de un año de antártica distancia, ya que venía de prestar servicio en la Base General Belgrano. Los gritos del coronel Dante Pereyra, por ese entonces secretario del Círculo Militar, condujeron a D�Andrea Mohr al lugar donde unos jóvenes eran severamente reprendidos.
�¿Le parece bien, teniente D�Andrea, que estos hombres entren al Círculo con barba? �preguntó el secretario.
�Me parece bárbaro, vengo de estar un año con barba. Además, a los jóvenes les queda bien �respondió D�Andrea Mohr.
La discusión subió de tono, una palabra trajo la otra y los jóvenes fueron expulsados del comedor. Cuando los chiquilines abandonaron el Palacio Retiro, le pincharon las gomas al auto del coronel Pereyra, quien lejos de responsabilizar a los expulsados por el hecho, cargó las tintas sobre el teniente D�Andrea. El mismo al que había recurrido en busca de complicidad.
En verdad éste no era un tema menor para las autoridades del Círculo Militar. En esa época la barba era el rasgo distintivo de los guerrilleros que junto a Fidel Castro descendieron de la Sierra Maestra para terminar con el burdel flotante en que se había convertido Cuba en tiempos del dictador Fulgencio Batista.
Los uniformados, es sabido, son sumamente competitivos a la hora de mostrar sus destrezas deportivas, y por ese motivo no sorprendió al entonces teniente D�Andrea Mohr que los mismos que lo habían expulsado del Círculo Militar recurrieran a él un año después para invitarlo a integrar el equipo nacional de esgrima. Es sabido que la clave del éxito a veces radica en contar con las mejores fuerzas del lado propio.
A la hora de las prohibiciones, la barba no era la única. En la década del 70, en pleno auge de la bikini, las socias del Círculo Militar tenían expresamente prohibido usar el traje de baño de dos piezas. En la sede de Olivos, las gordas estaban de parabienes y las mujeres esbeltas debían encapsularse irremediablemente en las mallas enterizas. Para colmo las socias del Centro Naval de Olivos, contiguo al Círculo, se paseaban con las prohibidas bikinis, generando la envidia de las hijas y mujeres de los hombres del Ejército.
Cuando retornó la democracia y comenzaron las citaciones judiciales a los militares acusados de violaciones a los derechos humanos, la comisióndirectiva presidida por el ex jefe del Ejército Leandro Enrique Anaya impulsó declarar socios honorarios a aquellos militares que fueran condenados por la justicia federal. Una acción preventiva impidió la realización de la asamblea general que debía discutir la insólita propuesta. Los coroneles Horacio Ballester, José Luis García, Ricardo Yanzen, Marcelo Delou y Ricardo Alcides se presentaron ante la Inspección de Justicia y el nombramiento de Videla y otros responsables de la dictadura como socios honorarios quedó sin efecto. Las autoridades del Círculo no se quedaron de brazos cruzados y suspendieron por un año a los díscolos coroneles. Al igual que en el caso de Balza, el argumento real estaba enmascarado en la formalidad del caso, en esa ocasión �por no haber seguido las vías jerárquicas correspondientes�.
Ex compañero de promoción del general Díaz Bessone y socio vitalicio del Círculo Militar, el coronel Ballester no duda en reconocer a Página/12 que la sanción a Balza es una venganza por la autocrítica que éste realizara en 1995. �Cuando Díaz Bessone afirma que la sanción tiene el consenso de los 18 mil asociados, que por favor no me incluya. Resulta llamativo que la comisión investigadora se formó precisamente cuando Balza pasó a retiro�, dice Ballester.
Los destinos militares cruzaron las vidas de Balza y Ballester. Cuando Balza ingresó al Colegio Militar, el entonces teniente primero Horacio Ballester se desempeñaba como ayudante del director del Colegio Militar, general de brigada Angel Manni. Precisamente a él le solicitó una beca para el estudiante Martín Balza. A fines del �55 y ya recibido de subteniente, Balza fue destinado a Uspallata. Allí lo recibió Ballester, que con el grado de capitán y oficial de Estado Mayor estaba a cargo del destacamento.
Ballester no duda en caracterizar a Balza como a un brillante comandante de Estado Mayor, �una persona decente, honesta y seria�. A la vez, no respalda incondicionalmente al ex jefe del Ejército: �Por más que quiera cuidarse, ¿cómo hace una persona vestida con zapatos blancos, medias blancas, pantalones blancos y camisa y saco blanco para salir limpio de un chiquero? Y eso le va a pasar a Balza con el menemismo�.
El Círculo Militar no es un mero club social y deportivo. Su propio presidente lo expresó cuando recibió a los nuevos socios del año �99 y definió a la institución como �un referente del pensamiento militar y un convocante de la familia militar�.
�Referente del pensamiento militar a través de sus publicaciones�, sostuvo en esa ocasión Díaz Bessone. Es que lejos de ser una revista social, la revista militar es una clara publicación ideológica en la que abundan renovadas definiciones sobre los grupos revolucionarios de la década del 70, estudios sobre amenazas de terrorismo internacional y justificaciones abiertas al terrorismo de estado impulsado el 24 de marzo de 1976, todo ello mechado con la transcripción de artículos enteros de La Nación. Pero por sobre todas las cosas la revista militar es una publicación en la que falta la palabra democracia y la justicia aparece siempre subordinada al fallo de la historia.

 

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