Por Eduardo Tagliaferro
�¿Cómo
entró usted? �interrogó el mayor cuando este cronista preguntaba a su
vez por el general Ramón Genaro Díaz Bessone.
�Por la puerta. Estamos en un segundo piso, ¿no?
�¿Por qué puerta?
�La puerta principal, la que da a la calle Santa Fe.
�¿Los de la seguridad privada lo dejaron entrar?
�Sí, claro.
�Bueno, pero no tenemos ningún comentario que hacer. Acompáñeme hasta
la salida.
El tono firme, la reacción castrense y una respuesta categórica
obligaron a Página/12 a acompañar al mayor del Ejército y desandar los
pasos que habían llevado hasta la oficina del presidente del Círculo
Militar. El desierto que dejaban ver las puertas abiertas del despacho
ratificaba que la secretaria no había mentido: Díaz Bessone no se
encontraba en el edificio, el aristocrático palacio de Plaza San Martín.
La sola presencia de un periodista había trocado el silencio marcial por
la tensión de una fuerza en operaciones. En la sala del vicepresidente
una persona daba órdenes telefónicamente.
�Ahí abajo en recepción hay un hombre de Página/12. No puede pasar.
Pregunten por qué viene.
�Coronel, coronel, el señor está aquí conmigo �le dijo el mayor.
Entonces el coronel pudo recitar su discurso:
�No vamos a realizar ningún comentario �dijo sin ruborizarse por su
blooper.
El coronel aceleró el paso, ya como parte de la comitiva que escoltaba a
un cronista hacia afuera. El largo pasillo parecía más corto que en el
viaje de ida. La urbanidad se impuso al instinto y en vez de caminar
delante de la escolta, poner las manos detrás de la espalda y avanzar con
la cabeza gacha, el periodista decidió seguir a sus guías a prudencial
distancia. La llegada al ascensor hizo temer otro encuentro como los
anteriores. Pero esta vez nadie gritó: �¿Nombre?�.
�Le repito: no tenemos nada que decir �insistía el coronel, al
parecer temeroso de comentar el emplazamiento del Círculo al ex jefe de
Estado Mayor Martín Balza.
�¿Nada de nada? ¿Ni siquiera tienen información acerca del Círculo y
de las actividades sociales que realiza?
�Mire, en este momento no hay nadie del departamento de prensa.
Un poco más distendido, el mayor optó por convertirse en guía
turístico. �Los marcos y las vigas de madera son originales, pero los
pisos tarugados, al igual que las rampas para discapacitados, son mejoras
que realizó el Círculo�, dijo. Puertas, pasillos y túneles se
sucedían. En este caso, el Círculo no es redondo. Otra puerta. Otro
pasillo. En la mesa de entradas, la amable empleada que había indicado el
camino al segundo piso. Un pasillo más, y una figura que avanzaba en la
penumbra, con la espalda encorvada y la mirada clavada en el piso. La cara
parecía la réplica envejecida de aquel Díaz Bessone que quedó libre de
las acusaciones judiciales por la desaparición personas y la ejecución
de prisioneros durante la última dictadura militar gracias a la ley de
punto final y al indulto.
Díaz Bessone intuyó la cercanía de una pregunta. Extendió levemente la
mano, sacudiéndola un poco en el aire, y desgranó una respuesta de solo
dos palabras:
�Sin comentarios.
Era desconcertante. El mayor, el coronel y el general habían comentado
que no harían comentarios aunque Página/12 no había alcanzado a
preguntar nada que mereciese un comentario. Sabios estrategas, quizás
actuaron de modo preventivo. Tal vez se anticiparon a preguntas sobre la
expulsión de Balza del Círculo Militar y acerca de la comparencia de
Díaz Bessone al Edificio Libertador, una presencia que fue interpretada
como un pedido de �rendición de cuentas� de la nueva conducción del
Ejército a cargo de Ricardo Brinzoni al ex ideólogo de la dictadura.
A esta altura del tour, tanto el coronel como el mayor que me acompañaban
tenían un solo objetivo, redoblado: llegar a la salida del Palacio Retiro
luego de cruzar más puertas, más oficinas y una vitrina en la que se
exhiben las publicaciones de la entidad. Por sobre todas, se destaca el
libro �In Memoriam�, una edición del Círculo en �homenaje a los
integrantes del Ejército y a sus familiares, víctimas de la subversión
terrorista�. �La Guerra Revolucionaria en la Argentina�, un libro
del propio Díaz Bessone, también tiene un lugar destacado en la vidriera
castrense.
La propaganda quedó atrás. El coronel entró en la oficina de relaciones
públicas.
�Tómele los datos �ordenó a la única empleada.
El nombre, el apellido, el medio y los teléfonos de Página/12 quedaron
registrados en el cuaderno de novedades. Antes de abandonar el club social
y deportivo de los �hombres de armas�, la última mirada fue para el
vigilador privado que custodiaba la entrada. Por nada del mundo el
cronista hubiera aceptado estar en su piel. Era fácil imaginarse la
escena siguiente: una módica venganza, acaso menor que la revancha de
Díaz Bessone contra Balza luego de la autocrítica de 1995.
�¿Le parece bien entrar al Círculo con barba?�
Por E.T.
El Círculo Militar
es algo más que un simple club social y deportivo. La reciente separación
definitiva del general Martín Balza, lejos de ser un tema institucional en
el que �no hay nada personal�, según dijo su presidente, el general
Ramón Genaro Díaz Bessone, es una clara señal de los militares cercanos a
las viejas cúpulas. Decidieron castigar a Balza por su subordinación al
poder político y por su autocrítica de las órdenes y crímenes aberrantes
del Ejército durante la última dictadura militar.
El Círculo, una institución fundada el 30 de junio de 1881, tiene en su
haber otros antecedentes de expulsiones y protestas de asociados. En algunos
casos tuvieron un claro contenido político. En otros, simplemente se trató
de la defensa de valores algo más que tradicionales.
La sede central del Círculo, el denominado Palacio Retiro, es una propiedad
que perteneció a Zelmira Paz de Anchorena, y que fue construida en el año
1902 de acuerdo a proyectos elaborados en Francia e inspirados en el palacio
del Louvre de París, con planos confeccionados por el ingeniero Alberto de
Gainza. El actual Palacio inaugurado en 1939 por su entonces presidente,
general de división Basilio Pertiné, abuelo de Inés y Basilio, esposa y
cuñado del presidente Fernando de la Rúa, respectivamente, fue el
escenario donde se produjo el hecho que desencadenó la expulsión del ex
capitán del Ejército José Luis D�Andrea Mohr.
A fines de 1968, D�Andrea cenaba junto a su mujer y su pequeño hijo. Era
el reencuentro luego de un año de antártica distancia, ya que venía de
prestar servicio en la Base General Belgrano. Los gritos del coronel Dante
Pereyra, por ese entonces secretario del Círculo Militar, condujeron a D�Andrea
Mohr al lugar donde unos jóvenes eran severamente reprendidos.
�¿Le parece bien, teniente D�Andrea, que estos hombres entren al
Círculo con barba? �preguntó el secretario.
�Me parece bárbaro, vengo de estar un año con barba. Además, a los
jóvenes les queda bien �respondió D�Andrea Mohr.
La discusión subió de tono, una palabra trajo la otra y los jóvenes
fueron expulsados del comedor. Cuando los chiquilines abandonaron el Palacio
Retiro, le pincharon las gomas al auto del coronel Pereyra, quien lejos de
responsabilizar a los expulsados por el hecho, cargó las tintas sobre el
teniente D�Andrea. El mismo al que había recurrido en busca de
complicidad.
En verdad éste no era un tema menor para las autoridades del Círculo
Militar. En esa época la barba era el rasgo distintivo de los guerrilleros
que junto a Fidel Castro descendieron de la Sierra Maestra para terminar con
el burdel flotante en que se había convertido Cuba en tiempos del dictador
Fulgencio Batista.
Los uniformados, es sabido, son sumamente competitivos a la hora de mostrar
sus destrezas deportivas, y por ese motivo no sorprendió al entonces
teniente D�Andrea Mohr que los mismos que lo habían expulsado del
Círculo Militar recurrieran a él un año después para invitarlo a
integrar el equipo nacional de esgrima. Es sabido que la clave del éxito a
veces radica en contar con las mejores fuerzas del lado propio.
A la hora de las prohibiciones, la barba no era la única. En la década del
70, en pleno auge de la bikini, las socias del Círculo Militar tenían
expresamente prohibido usar el traje de baño de dos piezas. En la sede de
Olivos, las gordas estaban de parabienes y las mujeres esbeltas debían
encapsularse irremediablemente en las mallas enterizas. Para colmo las
socias del Centro Naval de Olivos, contiguo al Círculo, se paseaban con las
prohibidas bikinis, generando la envidia de las hijas y mujeres de los
hombres del Ejército.
Cuando retornó la democracia y comenzaron las citaciones judiciales a los
militares acusados de violaciones a los derechos humanos, la
comisióndirectiva presidida por el ex jefe del Ejército Leandro Enrique
Anaya impulsó declarar socios honorarios a aquellos militares que fueran
condenados por la justicia federal. Una acción preventiva impidió la
realización de la asamblea general que debía discutir la insólita
propuesta. Los coroneles Horacio Ballester, José Luis García, Ricardo
Yanzen, Marcelo Delou y Ricardo Alcides se presentaron ante la Inspección
de Justicia y el nombramiento de Videla y otros responsables de la dictadura
como socios honorarios quedó sin efecto. Las autoridades del Círculo no se
quedaron de brazos cruzados y suspendieron por un año a los díscolos
coroneles. Al igual que en el caso de Balza, el argumento real estaba
enmascarado en la formalidad del caso, en esa ocasión �por no haber
seguido las vías jerárquicas correspondientes�.
Ex compañero de promoción del general Díaz Bessone y socio vitalicio del
Círculo Militar, el coronel Ballester no duda en reconocer a Página/12 que
la sanción a Balza es una venganza por la autocrítica que éste realizara
en 1995. �Cuando Díaz Bessone afirma que la sanción tiene el consenso de
los 18 mil asociados, que por favor no me incluya. Resulta llamativo que la
comisión investigadora se formó precisamente cuando Balza pasó a retiro�,
dice Ballester.
Los destinos militares cruzaron las vidas de Balza y Ballester. Cuando Balza
ingresó al Colegio Militar, el entonces teniente primero Horacio Ballester
se desempeñaba como ayudante del director del Colegio Militar, general de
brigada Angel Manni. Precisamente a él le solicitó una beca para el
estudiante Martín Balza. A fines del �55 y ya recibido de subteniente,
Balza fue destinado a Uspallata. Allí lo recibió Ballester, que con el
grado de capitán y oficial de Estado Mayor estaba a cargo del destacamento.
Ballester no duda en caracterizar a Balza como a un brillante comandante de
Estado Mayor, �una persona decente, honesta y seria�. A la vez, no
respalda incondicionalmente al ex jefe del Ejército: �Por más que quiera
cuidarse, ¿cómo hace una persona vestida con zapatos blancos, medias
blancas, pantalones blancos y camisa y saco blanco para salir limpio de un
chiquero? Y eso le va a pasar a Balza con el menemismo�.
El Círculo Militar no es un mero club social y deportivo. Su propio
presidente lo expresó cuando recibió a los nuevos socios del año �99 y
definió a la institución como �un referente del pensamiento militar y un
convocante de la familia militar�.
�Referente del pensamiento militar a través de sus publicaciones�,
sostuvo en esa ocasión Díaz Bessone. Es que lejos de ser una revista
social, la revista militar es una clara publicación ideológica en la que
abundan renovadas definiciones sobre los grupos revolucionarios de la
década del 70, estudios sobre amenazas de terrorismo internacional y
justificaciones abiertas al terrorismo de estado impulsado el 24 de marzo de
1976, todo ello mechado con la transcripción de artículos enteros de La
Nación. Pero por sobre todas las cosas la revista militar es una
publicación en la que falta la palabra democracia y la justicia aparece
siempre subordinada al fallo de la historia.
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