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"La posibilidad de
convocar a un plebiscito no está definida", aclaró De la Rúa,
ayer, en la conferencia de prensa que dio en la Casa Rosada. Y agregó un
párrafo que bien podría considerarse un adelanto de la campaña que el
Gobierno evalúa lanzar a favor del proyecto que mañana volverá a
debatirse en comisión en Diputados. "Que se entienda bien que la
reforma laboral es para crear empleo, para resolver los problemas de la
gente, para ir hacia adelante. No es un proyecto contra nadie sino para el
bien de todos", sostuvo.
La inicitiva de la consulta
originalmente fue esbozada por el jefe de la CGT, Rodolfo Daer, pero
enseguida en el Gobierno la abrazaron con entusiasmo, empezando por Chacho
Alvarez. "Es una idea que no salió de la línea de las
declaraciones", aclaraba ayer un colaborador suyo. En Gobierno
aseguraban que un plebiscito no sería necesario porque veían que la
oposición no rechazaba monolíticamente a la reforma, sino que cada vez
tenían más legisladores justicialistas de su lado mientras que las
resistencias quedaban nucleadas alrededor del gremialismo cegetista. Lo
dijo ayer el ministro del Interior, Federico Storani: "La CGT está
prácticamente sola", consideró.
De la Rúa dejó en claro su
intención de llegar a un acuerdo. "Nuestra actitud es la de optar
por el diálogo y la comprensión y, como parte de ello, nuestra actitud
de respeto hacia todos los dirigentes sindicales", aclaró. La orden
había llegado a las segundas líneas. El diputado frepasista Alfredo
Villalba, vicepresidente de la Comisión de Legislación de Trabajo, aceptó
que "podemos acortar el período de prueba, revisar las formas de las
negociaciones colectivas, limitar los aportes, pero lo que no haremos es
renunciar al mandato de las urnas que ordenó defender a los
trabajadores".
Con todo, en Gobierno evaluaban
que la amenaza del plebiscito había servido para ablandar a los caciques
sindicales. "Saben que tienen una pésima imagen en la sociedad y que
cualquier elección la pierden por escándalo", respondía un vocero
delarruista. Sin embargo, reconocían que sus cálculos sobre una hipotética
consulta se basaban en la imagen individual de cada dirigente y no en el
proyecto de reforma laboral. "Es que en una campaña de ese tipo se
convierte en un 'nosotros contra ellos' y nadie se pone a discutir artículo
por artículo el proyecto", aseguraban.
La encuesta que difunde la Rosada es la que hizo Ricardo Rouvier y
le otorgó a De la Rúa un 70 por ciento de imagen positiva, mientras que
popes sindicales como Daer, Armando Cavalieri o Luis Barrionuevo aparecen
con guarismos dignos de un asesino serial. No es el único trabajo en ese
sentido. Un sondeo de la empresa Analogías de Analía Del Franco reveló
que un 80 por ciento de los encuestados piensa que a los gremialistas sólo
les interesa hacer plata.
Sin embargo, el abrumador
rechazo a los hombres de la CGT no significa necesariamente que la reforma
laboral salga airosa con similar amplitud de una consulta popular. En la
misma encuesta de Rouvier que le dio tan bien al Presidente, más del 40
por ciento de los encuestados no supieron responder si la reforma serviría
para bajar la desocupación porque no sabían de qué trataba el proyecto.
OPINION
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