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EL GOBIERNO UTILIZA LA CONSULTA PARA PRESIONAR A LA CGT
Con la urna bajo el poncho

De la Rúa dijo que la consulta popular sobre la reforma laboral "no estaba descartada". Pero el Gobierno confía en conseguir los votos necesarios en el Congreso sin necesidad de convocar a la compulsa.


Por Fernando Cibeira
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Fernando de la Rúa no tuvo mucho tiempo para disfrutar del lustre  internacional de la cumbre de Davos. Apenas aterrizado, debió meterse en el barro de la realidad local y advirtió que "si es necesario" convocará a un plebiscito sobre la reforma laboral, a la que tenazmente se opone el sindicalismo. El tema consumió el día de la vuelta de De la Rúa que por la noche se reunió con Carlos "Chacho" Alvarez y el ministro de Trabajo, Alberto Flamarique, para delinear la estrategia oficial en el tema. En la Rosada admitían que lo de la consulta "por ahora no son más que declaraciones" destinadas a obligar a los hombres de la CGT a aceptar el proyecto. Sí, en cambio, continuaba firme la idea de lanzar una fuerte campaña mediática encabezada por el Presidente para convencer a la gente de las bondades de la reforma.

  "La posibilidad de convocar a un plebiscito no está definida", aclaró De la Rúa, ayer, en la conferencia de prensa que dio en la Casa Rosada. Y agregó un párrafo que bien podría considerarse un adelanto de la campaña que el Gobierno evalúa lanzar a favor del proyecto que mañana volverá a debatirse en comisión en Diputados. "Que se entienda bien que la reforma laboral es para crear empleo, para resolver los problemas de la gente, para ir hacia adelante. No es un proyecto contra nadie sino para el bien de todos", sostuvo.

  La inicitiva de la consulta originalmente fue esbozada por el jefe de la CGT, Rodolfo Daer, pero enseguida en el Gobierno la abrazaron con entusiasmo, empezando por Chacho Alvarez. "Es una idea que no salió de la línea de las declaraciones", aclaraba ayer un colaborador suyo. En Gobierno aseguraban que un plebiscito no sería necesario porque veían que la oposición no rechazaba monolíticamente a la reforma, sino que cada vez tenían más legisladores justicialistas de su lado mientras que las resistencias quedaban nucleadas alrededor del gremialismo cegetista. Lo dijo ayer el ministro del Interior, Federico Storani: "La CGT está prácticamente sola", consideró.

  De la Rúa dejó en claro su intención de llegar a un acuerdo. "Nuestra actitud es la de optar por el diálogo y la comprensión y, como parte de ello, nuestra actitud de respeto hacia todos los dirigentes sindicales", aclaró. La orden había llegado a las segundas líneas. El diputado frepasista Alfredo Villalba, vicepresidente de la Comisión de Legislación de Trabajo, aceptó que "podemos acortar el período de prueba, revisar las formas de las negociaciones colectivas, limitar los aportes, pero lo que no haremos es renunciar al mandato de las urnas que ordenó defender a los trabajadores".

  Con todo, en Gobierno evaluaban que la amenaza del plebiscito había servido para ablandar a los caciques sindicales. "Saben que tienen una pésima imagen en la sociedad y que cualquier elección la pierden por escándalo", respondía un vocero delarruista. Sin embargo, reconocían que sus cálculos sobre una hipotética consulta se basaban en la imagen individual de cada dirigente y no en el proyecto de reforma laboral. "Es que en una campaña de ese tipo se convierte en un 'nosotros contra ellos' y nadie se pone a discutir artículo por artículo el proyecto", aseguraban.    La encuesta que difunde la Rosada es la que hizo Ricardo Rouvier y le otorgó a De la Rúa un 70 por ciento de imagen positiva, mientras que popes sindicales como Daer, Armando Cavalieri o Luis Barrionuevo aparecen con guarismos dignos de un asesino serial. No es el único trabajo en ese sentido. Un sondeo de la empresa Analogías de Analía Del Franco reveló que un 80 por ciento de los encuestados piensa que a los gremialistas sólo les interesa hacer plata.

  Sin embargo, el abrumador rechazo a los hombres de la CGT no significa necesariamente que la reforma laboral salga airosa con similar amplitud de una consulta popular. En la misma encuesta de Rouvier que le dio tan bien al Presidente, más del 40 por ciento de los encuestados no supieron responder si la reforma serviría para bajar la desocupación porque no sabían de qué trataba el proyecto.  

A pagar, señor Presidente

  Al regreso de su viaje por Estocolmo y Davos, el presidente Fernando de la Rúa pagó en la aduana del aeropuerto de Ezeiza los impuestos que le correspondían por haberse excedido en el monto de compras permitido, en un hecho que consideró "absolutamente natural". "Me pasé un poquito en lo que había comprado y tuve que pagar por la diferencia, y a mí me pareció que era deber del Presidente hacerlo y mostrar que todos cumplimos", explicó mientras sacaba la billetera (foto). De la Rúa expresó el deseo de que su actitud "sirva para que se vea que todos cumplimos con la ley y que todos debemos pagar nuestros impuestos, que no hay exclusiones ni privilegios, sin ninguna ostentación, como algo absolutamente natural".

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