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De Julie Andrews a Joerg, trama de un país imposible

Austria solía ser Mozart, Los Niños Cantores de Viena y las tortas de crema. Aquí se cuenta cómo llegó a ser el primer país neonazi.


�Vergüenza�, proclama un estandarte sobre los cascos de la policía antimotines en Viena.
Fue en la histórica manifestación antinazi del viernes en Viena, la más grande desde los años �30.


THE GUARDIAN DE GRAN BRETAÑA

Por John Hooper y Kate Connolly Desde Viena

t.gif (862 bytes) Está al borde de lo increíble. El país de La novicia rebelde se ha vuelto un Estado paria. ¿Qué pasó?
 
Este es un modo de verlo: "Austria no es sólo el país de los famosos caballos Lipizzaner, Mozart, Los Niños Cantores de Viena y las tortas de crema. Bajo la brillosa superficie operan fuertes políticas de poder respaldadas por la intriga, la corrupción y el abuso de los privilegios (...). La Segunda República ha estado caracterizada por el dominio de dos partidos políticos principales. Por un lado, el conservador Partido Popular (OVP), conocido como "los negros", y por el otro el Partido Socialista, conocido como "los rojos" (...). La influencia de ambos ha ido mucho más allá del gobierno y ha presidido sobre la totalidad del tejido socio-económico de Austria. No sólo los bancos y las compañías de seguros son rojos o negros, sino también hospitales e incluso clubes deportivos y automovilísticos. El número de afiliaciones partidarias es desconcertantemente alto, desde que la "libreta partidaria" es el pasaporte para un trabajo, un departamento y una promoción.
  El autor de estas líneas es Joerg Haider, cuyo ultraderechista Partido de la Libertad se convirtió anteayer en el socio dominante de una coalición de gobierno con los "negros" al final de una de las semanas más tumultuosa de la historia reciente de Austria. El pasaje citado viene de su libro La libertad como yo la entiendo, publicado hace cinco años.
  El éxito de Haider es en gran parte un producto del hartazgo con el amiguismo y la corrupción entre personas que no necesariamente comparten sus puntos de vista en otras cuestiones. Las encuestadoras estiman que la mitad de la gente que le dio un 27 por ciento de los votos en las elecciones generales de octubre último anteriormente era partidaria de la izquierda. "Alrededor de un tercio de los votantes del Partido de la Libertad no votarían por Haider como canciller --dice el profesor Wolfgang Bachmeyer del instituto de opinión pública OGM--. Lo quieren como un tábano en la carne del viejo sistema."
  Además de populista, Haider es un bromista. Cuando estaba haciendo campaña contra el ingreso de Austria en la Unión Europea, sostenía un frasco de yogur frente a las cámaras de televisión y, con una sonrisa de oreja a oreja, decía a los televidentes que entrar a la UE significaría permitir que Bruselas pusiera piojos en sus comidas. Aparentemente estaba aludiendo a la cochinilla, que se hace de las caparazones secas de algunos insectos sudamericanos.
  En cierto sentido, su ascenso al poder es sintomático de un fenómeno más amplio: la revuelta contra los dudosos manejos de poder a los que se permitió sobrevivir en los Estados de la línea del frente de la Guerra Fría. Es lo que está detrás de las crisis en las democracias cristianas, tanto la de hoy en Alemania como la de los tempranos '90 en Italia, que llevó a la formación de un gobierno que incluyó a los "posfascistas" de Gianfranco Fini.
  Lo que muchos austríacos quieren saber es por qué los gobiernos europeos, que hicieron poco más que emitir unas leves sorpresas entonces, ahora reaccionan ante Austria con medidas tan draconianas. Y la respuesta que más les gusta es que ocho millones de austríacos son más difíciles de ignorar que 58 millones de italianos.
  Pero hay otros factores. Mientras el objetivo de Fini ha sido volverse cada vez más respetable, el de Haider sigue siendo el exacto opuesto. Incluso ya ha comenzado a asustar a algunos de sus propios partidarios. El ascenso del Partido de la Libertad debe mucho al apoyo del diario de formato tabloid Kronen Zeitung, que llega a casi la mitad del público consumidor de diarios. "Algunos de los columnistas más viejos lo apoyaron porque ofrecía algo nuevo, y querían darle una oportunidad. Pero perdió el apoyo de ellos porque se volvió demasiado grande", dice Dieter Kindermann, corresponsal político del diario.
  "Oiganlo a Haider haciendo campaña en una cervecería --dice Hans Rauscher, columnista político del diario de tendencia a la izquierda Der Etandard--. Si un político alemán dijera esas cosas, ya habría desaparecido del mapa. Aquí se lo tolera. Incluso se lo festeja."
  Como Italia, Austria nunca ha hecho un examen verdadero de su pasado. Del mismo modo que los italianos usaron los sacrificios de sus partisanos para crear el mito de un país en contradicción con sus líderes, así los austríacos usaron la anexión por Alemania en 1938 para crear el mito de que habían sido las víctimas y los instrumentos voluntarios de la agresión nazi. La relevancia actual de todo esto está saliendo a la superficie bajo la forma de un disgusto socialmente tolerado contra los inmigrantes.
  "La xenofobia ha crecido rápidamente en la Austria de los últimos años, especialmente desde que se abrieron las fronteras con los ex países comunistas --dice el profesor Bachmeyer--. Y surge de la observación por parte de prácticamente todo el mundo en este país, especialmente en el este, de que los trabajadores que vienen del este son una competencia muy dura, y que, si no más capacitados, están mucho más motivados."
  Sin embargo, como el mismo Bachmeyer reconoce sin hesitar, la economía austríaca está en boom y el desempleo es bajo. De hecho, algunas industrias, como la del turismo, no pueden encontrar la mano de obra que necesitan.
  Pero la cuestión es que el racismo en Europa central difícilmente puede confinarse a Austria. Y la reacción de la UE la semana pasada puede impulsar las crecientes preocupaciones en otras capitales europeas sobre el desafío a sus valores que presentan las incorporaciones que se vienen de la República Checa, Hungría y Polonia --donde el racismo más crudo está en auge-- a la UE.
  Lo que preocupa al profesor Bachmeyer es que la reacción pueda resultar contraproducente. Amenaza con poner en peligro la prosperidad austríaca, y por lo tanto afila el mismo sentimiento antiinmigrante que quiere reprobar. Lo que es más, las encuestas confirman que ha alterado el sentimiento político del modo que los choques y protestas del viernes en Viena parecen sugerir.
  La presión internacional, dice Bachmeyer, "está creando dos cosas: polarización y solidaridad dentro de cada grupo polarizado. El centro está hundiéndose y moviéndose hacia los extremos, y eso es lo peor que puede ocurrirle a una democracia". 

 

 �Todo esto podría ayudarlo�
DONALD CAMERON WATT, EXPERTO EN NEONAZISMO

 

 

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